Ernestina de Champourcin

Ernestina nace en Vitoria un diez de Julio de 1905, dentro de una familia católica y tradicionalista. Su padre, Antonio Michels Champourcin, era monárquico de ideario liberal-conservador. Su madre, Ernestina, nacida en Montevideo tenía ascendencia asturiana. A los diez años, la familia se traslada a Madrid. Comienza sus estudios, apoyados por la gran cultura de su madre, que la introduce en los idiomas, así como la biblioteca de su padre, será caldo donde cultive el amor a la literatura. Intenta ir a la Universidad pero el padre lo impide; la madre apoya su deseo, hasta el punto de ofrecerse a acompañarla a las clases (cosa común en ese momento histórico en España) pero no es posible doblar la tozudez del padre. Ernestina, en cambio, conoce idiomas y cultiva los conocimientos por su cuenta. Las lecturas que la influyen a lo largo de su obra fueron las de San Juan de la Cruz, y sobre manera, Juan Ramón Jiménez, al que admira profundamente, hasta el punto de enviarle sus primeros poemas. Él, nunca la responde, pero poco después tiene ocasión de conocerle, cuando paseaba con Zenobia, por la Granja de san Ildefonso. Comienza una amistad que será duradera y firme a lo largo de los años, a la vez que ella lo considera su mentor. El influjo de las formas literarias de JR es ineludibles en la poesía de Ernestina.

 

Comienza a trabajar como traductora de una editorial mexicana, como forma de independizarse. En 1923 publica sus primeros poemas en revistas de la época. En 1927 publica con asiduidad crítica literaria  y son varios los libros publicados antes de la guerra: En silencio (1928), Ahora (1928) La voz del viento (1931), Cántico inútil (1936). Gana prestigio como poeta hasta el punto de que Gerardo Diego, la incluye en la segunda Antología  Poética del 27.

 

Contrae matrimonio con Juan José Domenchana, poeta también, amigo de Manuel Azaña, que pronto lo hace su secretario personal.

Poco antes del golpe de Estado, publica su primera y única novela, La casa de enfrente. La obra queda desdibujada por los acontecimientos que siguieron, en ella analiza la crianza, educación, y socialización de los niños burgueses y contiene un cierto aire de feminismo, que años después ella niega. Lo cierto es que Ernestina es una mujer moderna, libre, profesional, unida al Lyceum Club de María de Maeztu, donde se encarga de la sección literaria.

 

Las fluctuaciones producidas por la guerra  en la vida  de Azaña, impulsan a la pareja a vivir errantes durante la guerra. Se trasladan de  Madrid, a Valencia, Francia…Participa en el comité creado por Zenobia y Juan Ramón a fin de proteger a los huérfanos de la guerra. Luego se hace enfermera como forma de colaborar con la República de forma activa. Reciben la invitación de trasladarse a México por parte del diplomático Alfonso Reyes, al final de la guerra donde se asienta el matrimonio.

 

El exilio, para el esposo de Ernestina es duro, está impregnado de nostalgia y no se adapta al nuevo país, cosa que no le ocurre a ella, que enseguida se integra, llegando a amar a México como segunda patria y siendo muy feliz en el nuevo destino. Publica allí Presencia a oscuras (1952)  Cárcel de los sentidos (1960) y El nombre que me diste (1960). En 1959, muere Juan José Domechana.

 

Durante su estancia en México, decide ayudar en algunos barrios bajo el amparo de la iglesia, más concretamente del Opus Dei. El contacto con la religión le hace volver los ojos al cristianismo opusdeista y entra a militar en la secta.  Se cree que su marido recibió consuelo de un sacerdote del Opus al morir.

 

Ernestina regresa a España en 1978, encontrándose un Madrid muy diferente del que dejó. La invade la nostalgia y la soledad al recordar a tantos amigos y la vida intensa que vivió en la ciudad,  que la recibe como a una extraña. Sigue publicando varios libros durante años, aunque su salud se deteriora por momentos.

Su vida y su obra es contradictoria, siendo mujer moderna, vanguardista, de izquierda, republicana, acaba sus días entregada a un misticismo religioso que la ampara y protege, quizá, de su soledad o la retrotrae a su infancia, donde, no olvidemos, tenía raíces profundas con el tradicionalismo católico. Lo cierto, es que de alguna forma, su ideario, primero el republicano y luego el misticismo cristiano, la hizo ser excluida de los movimientos poéticos, a los que sin duda tiene derecho por el valor de su obra.

Murió el 27 de Marzo de 1993, aborreciendo como siempre lo hizo, la palabra poetisa, con el que siguen nombrándola. Ella se consideró  simplemente una poeta de la Generación del 27.

María Toca

 

Al final de la tarde
dime tú ¿qué nos queda?
El zumo del recuerdo
y la sonrisa nueva
de algo que no fue
y hoy se nos entrega.

Al final de la tarde
las rosas siguen lentas
abriéndose y cerrándose
sin caer aún en tierra.

Al final de la tarde
no vale lo que queda
sino el impulso mágico
de la verdad completa.

Tres palabras —tres clavos
sujetándose el cuerpo;
tres alas en mi alma
sosteniéndome el vuelo.
El día se hizo luz
cuando rompí el silencio.

Después… Tú ya lo sabes.
Resucité hacia dentro.
Fui distinta y la misma.
Me despojé en secreto
y me quedé sin mí
por llenarme de cieno.

Tres palabras; tres clavos
para aquietar mi cuerpo
y despertar mi alma.

Tres flechas en lo eterno.
Tres dones de Tu Amor…
Tres rosas en mi cieno…

 

Sobre Maria Toca 1539 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

Sé el primero en comentar

Deja un comentario