La perdición del olvido

Por primera vez desde hace un año, te he visto hoy. En otras ocasiones en las que te he confundido con alguien, me he apresurado a suministrarme el antídoto de la duda y he cambiado de acera sin demora; o bien, ni siquiera me he detenido el tiempo suficiente para comprobarlo, sino que he mirado sin querer ver, movida más por el presentimiento.

Sin embargo, esta mañana no he vacilado, estaba segura de que eras tú; con el pelo más largo o, quizás, más corto. No sé, el tiempo nos trastorna la medida de las cosas y hace grandes detalles que antes nos parecían intrascendentes.

Estabas frente al escaparate de la Librería El Arenal, a la que íbamos todos los sábados después de desayunar en la cafetería de la esquina. Allí comenzábamos nuestro paseopor la ciudad, excepto los días de lluvia, que comprábamos el periódico y, después de ver las novedades, regresábamos a casa huyendo de la meteorología. Poco nos importaba entonces, dado que nuestro plan solía ser siempre el mismo y porque vivíamos tan cerca que ni siquiera usábamos el paraguas, sino que íbamos refugiándonos bajo los balcones hasta alcanzar el portal entre risas. El hombre al que he visto tenía el rostro serio, según reflejaba el escaparate, y no llegó a entrar en la librería.

He pensado si seguirías viviendo en nuestro piso, aquel de escalera oscura y pasamanos de madera deslucida. Recuerdo que a medida que íbamos subiendo, al llegar a cada rellano, debíamos encender la luz porque se apagaba en poco tiempo. Era una época de la vida en la que crees que solo se terminan las cosas que hay fuera de tu mundo, en el extrarradio de tus relaciones. En cambio, ahora estoy pensando que te he visto, sin que me duela, sin atisbar la angustia de los primeros meses, cuando, en realidad, ansiaba verte. Te he visto en una calle que ya no es la nuestra, que quedó liberada de nuestros paseos y nuestras prisas para convertirse en un lugar de dominio público, que, incluso nosotros podemos transitar sin sentir que un día nos perteneció. ¿Acaso no es esta la mejor prueba de que todo está superado? El duelo de la pérdida del ser que amamos ha pasado y somos capaces de caminar por los lugares queridos sin sentir que lo fueron, otorgándoles el mismo valor que a otros en los que nunca estuvimos juntos, olvidando que esas aceras fueron testigos de nuestra felicidad.

Ya no vivirás allí, porque has pasado de largo por el portal y ni siquiera te has detenido a mirar, como hacemos siempre que estamos cerca del que consideramos nuestro hogar. No se ha hecho tu paso más lento, tampoco te has apresurado, como si tuvieses miedo de que el pasado te alcanzara; para ti es un edificio más de los que pueblan la parte céntrica de la ciudad, un muro donde nunca te detuviste a besarme.

Después de verte esta mañana, he recordado cuando yo te preguntaba qué sería lo peor de que acabara nuestra relación, y tú decías: que veas a un desconocido y estés segura de que soy yo.

©Margarita Martín Ortiz.

Sobre margarita martín ortiz 4 artículos
Huelva 1968 Licenciada en Derecho. Ejerce Abogacía en Jerez de la Frontera Profesora de Derecho Constitucional en la Escuela de Práctica Jurídica del Ilustre Colegio de Abogados de Jerez Profesora de Derecho Civil Escritora/ Poeta III Premio Fernando Lara Finalista del Premio Ateneo de Sevilla

2 comentarios

  1. Emotivas líneas las de este texto de Margarita, transmite emotivamente un tema y unas sensaciones que son universales e intemporales

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