¡Maldita!

Maldita seas, ¡maldita!,

en toda la Tierra y sin horizontes;

ojalá que te multipliquen espejos

en noches eternas…

Maldita seas, ¡maldita!,

hasta siempre, hasta nunca,

porque me has encarcelado

entre esquinas ignoradas

con barrotes interminables de silencio

atormentada por insaciables congojas…

Maldita seas, ¡maldita!,

porque has revuelto nuestro camino, fríamente,

separándonos en una condena inmortal,

escuchar tus pasos.

Te maldigo y si pudiera odiar,

lo haría con rabia,

porque desunes nuestros abrazos,

nuestros deseos y ternuras

enladrillando y extendiendo

muros pegajosos de melancolía.

¡Maldita seas, distancia…!

Distancia, ¡maldita seas!

©Ángeles Sánchez Gandarillas

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