Marina Vega de la Iglesia , por José Ramón Sainz Viadero

MARINA VEGA DE LA IGLESIA, UNA ESPÍA CÁNTABRA, DESPUÉS CAZANAZIS Y SIEMPRE LUCHADORA POR LA LIBERTAD EN EUROPA 

 

Marina Vega De la Iglesia es, junto a Hortensia Vallejo y Raquel Pelayo Ceballos, una de esas mujeres cántabras que aún nos resultan desconocidas pese al importante papel desarrollado en la guerra civil española y también en los años de la posguerra mundial.

 

La mayor parte de cuanto sabemos de ella se lo debemos al descubrimiento realizado en el año 2008 en las páginas del diario El País. Según se dice en la entrevista efectuada en su domicilio madrileño, y luego se ha venido repitiendo hasta la saciedad en otros medios de comunicación, Marina nació en la ciudad de Torrelavega en 1923, algo que es posible sea necesario corregir, porque en una entrevista con imagen grabada, ella misma habla de Castro Urdiales como su lugar de nacimiento, donde su padre estaba destinado entonces como registrador de la propiedad, siendo trasladado posteriormente a Torrelavega.

 

Nació en el seno de una familia acomodada de tradición republicana. Su padre ocupó el cargo de director de prisiones con la República, y fue condenado a 16 años de cárcel acusado de «un delito consumado de masonería», según consta en su expediente, y como consecuencia enviado al penal de Puerto de Santa María. Su madre fue empleada del Gobierno republicano, y tenía que vivir escondida para no ser detenida y represaliada. Ella misma: «masona, republicana, roja, y a mucha honra», según sus propias palabras.

 

Tenía 14 años. Para protegerla, Marina, fue enviada a Francia con unos amigos de la familia. Vivía en París al estallar la Segunda Guerra Mundial. «Cuando terminó la guerra en España, la familia con la que vivía me dijo que ellos se iban a México y me preguntaron qué quería hacer. Yo dije que quería volver a Madrid, porque llevaba dos años sin saber nada de mi madre«. Hizo el viaje de regreso sentada sobre su maleta en un vagón de ganado abarrotado de gente. Al llegar a Madrid la localizó y la angustiosa situación familiar le provocó una depresión por lo que se fue con unos amigos de la familia a León, donde conocería a un joven que estaba relacionado con el servicio diplomático francés.

 

Al prohibir Franco la Embajada de Francia, el servicio secreto de este país se instaló en la delegación inglesa y ellos buscaban una mujer española no fichada que pudiera moverse con libertad por el país. Así empezó a salvar vidas y a jugarse la suya: nunca tuvo tiempo para ir a ningún baile, tener novio o amigos. «Hice mi primera amiga hace 30 años», confiesa.

La política ya había marcado su vida para siempre.

Era una espía que empezaba a traer paquetes a la embajada clandestina de Francia en España. «Iba a la frontera con Francia, los recogía y me los ataba a la espalda con una faja. Por supuesto, nunca los abrí, pero supongo que llevarían dinero o cartas». Después, «entre 1942 y 1944 hacía dos viajes por semana a Francia. No sé a cuánta gente pude haberme traído. Deduzco que serían judíos franceses que huían de los nazis. También algún inglés (…) Una vez estuve esperando a uno de mis jefes tres días en la frontera con Francia. Al final, apareció. Tenía un aspecto terrible. Estaba sucio, machacado de la huida por el monte. Él sí me agradeció mucho que le hubiera esperado».

 

Para poder materializar su trabajo, dice, «además de la documentación falsa, yo llevaba siempre una carta falsa que decía que autorizaba a la señorita Marina Vega a acompañar al señor fulanito, sordomudo, en el viaje a Madrid para que, si nos paraban, no tuviera que hablar con su acento francés». Siempre viajaban en primera. «La mejor forma para que no te pregunten nada es ir bien vestido y aparentar tener dinero. Después, aquí en Madrid, teníamos casas de amigos donde les acogían, un médico que les atendía, un sastre que les hacía ropa… el calzado lo tenía que comprar en Francia. ¡Los franceses tienen el pie mucho más grande que los españoles!». Transcurrido algún tiempo y cuando ya estaban preparados, se iban a Argel. Todo era como una película de espías y servicios secretos.

 

El contraespionaje español, la Segunda Bis, descubrió la oficina que tras abandonar la embajada inglesa la red había montado en el último piso de un edificio de Cruz Roja. Tuvieron que huir. «Esperamos unos tres meses en San Sebastián hasta que uno de los contrabandistas que teníamos a nuestro servicio vino a buscarnos. Cruzamos el Bidasoa un 19 de septiembre de 1944 con el agua por aquí«, recuerda señalándose el pecho. Como único equipaje: un cartón de tabaco y una docena de manzanas. «¡Qué bien nos vinieron para los días que pasamos en el monte!».

 

Nunca tuvo necesidad de usar las dos armas que llevaba siempre encima, que eran una pistola del calibre 6,35 y otra de 7,65, “más para quitarte de en medio si llegaba el caso que para otra cosa». Aunque, agrega, «si te cogían los nazis, tenías una pastilla de cianuro en el bolsillo. La metías en la boca; si pasaba el peligro, la escupías y si veías que estaban a punto de hacerte hablar, la tragabas. Es una muerte automática. Tuve compañeros que lo hicieron. Otro se mató en una celda dándose cabezazos contra la pared. Debió de ser horrible, porque la celda era muy pequeña. No podía coger carrerilla».

 

Finalizada la Segunda Guerra Mundial con la derrota de los alemanes, fue desmovilizada, convirtiéndose en uno de los soldados sin uniforme, para quienes su trabajo consistía en “buscar alemanes y colaboracionistas para juzgarles. Hubo una desbandada de nazis y colaboracionistas a España».-«¿Y cómo les cazaban?».-«Bueno, eso no tiene importancia… (sonríe). Los metíamos en el maletero y los mandábamos para Francia».

 

Asegura que el peor momento de su vida fue el regreso a la España franquista. «Mi misión había terminado y mi madre seguía aquí, así que regresé en 1950. En aquellos momentos no existía la palabra depresión, pero yo debí coger una. El cambio fue espantoso. En Francia, al día siguiente de que terminara la guerra ya había de todo. ¡Y aquí, en el 50, seguían con las cartillas de racionamiento!».

 

Gracias a su capacidad de indignación logró superar el trauma derivado de haber vencido a los nazis para tener que regresar a un país en dictadura. Y entonces, «empecé a repartir papeles, organizar huelgas. Me detuvieron y me interrogaron dos veces. A mi novio, el director general de la policía, que era amigo suyo, le preguntó un día si sabía quién era yo. Él le respondió: ‘Si tú supieras…»

 

«La parte más interesante de mi vida no la puedo contar. Hay cosas que no se deben saber. Sus hijos y sus nietos (de nazis, de otros espías, quién sabe) viven aún. Yo no creo mucho en la mentira, pero en la omisión, sí».

 

En resumen: fue espía, luchadora antifranquista y cazanazis, considerada como la única mujer en la red española al servicio de la Resistencia Francesa, donde entró con sólo 17 años. Trabajó para las F.F.I desde la España franquista y después en Francia. Su peripecia personal parece extraída de una novela a lo James Bond y nos resultaría casi imposible imaginarla en tales trances, si no fuera porque en su día el Parlamento Europeo la condecoró por su trabajo en defensa de la libertad.

 

Toda una personalidad que recientemente ha inspirado la creación del personaje de Lola Mendieta, interpretado por la actriz Macarena García en la serie televisiva El ministerio del tiempo.

 

Macarena García como Lola Mendieta

 

 

Asegura que le han quedado algunas «deformaciones» producto de aquel oficio: «Nunca me siento de espaldas a una puerta. En los hoteles, sigo pidiendo habitación en el primer piso por si tuviera que escapar por la ventana, y al entrar en una casa siempre miro dónde están los interruptores por si hay que apagar rápidamente las luces».

 

 

 

Fuentes principales: Natalia Junquera: El País, Madrid 29 de junio de 2008.

Marina Vega en 2008 en Madrid. Foto: Manuel Escalera

José Ramón Sainz Viadero.

Sobre J. Ramón Saiz Viadero 34 artículos
Escritor, historiador, periodista, conferenciante. Especialista en historia de Cantabria y del cine español. Ha sido asesor cultural del Ayuntamiento de Santander, y concejal en las primeras elecciones municipales.

4 comentarios

  1. Ella una heroina sin lugar a dudas. Tambien otras muchas mujeres, luchadoras antifranquistas, de Cantabria i Euskadi se la jugarón en las playas de Fuenterrabia, en la posguerra, para ayudar a huir del regimen franquista y pasar a Francia, a multitud de perseguidos politicos de aquellos años. Muchas murieron en la carcel, fusiladas i otras estuvierón encerradas con cadena perpetua, Salierón de la càrcel después de mas de veinte años de reclusión con graves traumatismos fisicos i/o psicologicos. Elena Salas fue una de ellas. In Memoriam,

    • Vamos a documentarnos sobre Elena Salas, Salvador. No teníamos noticia de ella. Si tienes algo que contarnos, se te agradece, porque estamos intentando sacar del anonimato a tantas mujeres que han sido verdaderas heroinas. Muchas gracias por tu sugerencia. Y por leernos.

      • No sabes como siento no poder darte mas información de ella. Se que estuvo en prision veinte años con pena de muerten como ella decia: -cuando podia hablar de ello- con la angustia permanente de saber si aquel seria el ultimo dia. Por la mañana, temprano, nombraban a las compañeras que ya no vovian, finalmente le fue conmutada la pena de muerte por cadena perpetua. Siempre decia que Joselito » El pequeño Ruiseñor » nacio en la carcel pues su madre era compañera de Elena Salas.
        Cuando salio de prisión se vino a Barcelona, donde tenia familia; una hermana creo, vivio en la calle Entenza num. 133..
        Su delito fue, de joven , junta a otras luchadoras, jugar en la playa de Fuenterrabia ( Hondarribia ) enseñando un cuerpo joven y hermoso, para distraer a los guardias civiles y asi ayudar cruzar la frontera, por mar, a los que huyan del terror fascista.
        Hoy lamento no haber hablado mas con ella, eran tiempos oscuros donde mas valia no preguntar demasiado.
        Gracias por haber prestado atención a mi pequeño comentario. Elena i todas las que se jugaron la vida y la libertad se merecen mil y un homenajes.

        • He rastreado la red, buscando, hasta ahora tampoco he encontrado nada, pero seguiré. De todos modos, Salvador, ellas son nuestra obsesión, en @LaPajareraMgzn tenemos predilección por esas mujeres que en la oscuridad trabajaron, lucharon con denuedo. Uno, si no el más, insigne colaborador nuestro José Ramón Sainz Viadero, está dedicando mucho tiempo y trabajo a recopilar datos sobre las mujeres de la guerra y la posguerra, en nuestra librería podrás encontrar uno de sus títulos que es significativo. Cuenta con detalle la red de solidaridad que tendieron esas mujeres, sus tristezas y trabajos. Ahora está preparando otro libro sobre la mujer en el exilio. Te recomiendo este artículo http://www.lapajareramagazine.com/matilde-zapata sobre Matilde, una mujer que me ha dejado impresionada al leer sus escritos y ver su vida tan breve y desafortunada. Estamos en ello. Los poderes de este país no nos conceden el derecho a la memoria de nuestra gente, pero no cejamos en dar luz a todas las que nos han precedido. Un abrazo y agradecida de tu lectura y tu colaboración con @LaPajareraMgzn.

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