Me da pena

Ayer los chicos gritaban «hemos ganado, hemos ganado«. Como si fuera un partido de fútbol, el triunfo feroz contra el enemigo. Hoy gente muy joven celebraba a voz en grito que se haya premiado la defensa de una ideología que busca destruir lo creado, el respeto al otro, la empatía por el que sufre una situación de desventaja, la conciencia de la igualdad de los seres humanos, tengan pilila o no, sean españoles o no. Esos chicos y chicas que defienden un mundo peor desde las vísceras, solo porque imitan lo que oyen en casa o simplemente porque mola la pulserita de patriota, o porque tienen ganas de bronca con quien sea, me dan pena. Mucha. Más que rabia, más que asco, más que miedo. Me da pena aquel que renuncia a ser humano por encima de todo, me da pena el esclavo de una bandera, el criado del odio. Es fácil besar un trapo. Es fácil dejarse llevar por una emoción tan oscura y violenta. Es más difícil construir un mundo digno, más digno que el que encontramos. Un país que tienda manos en vez de alambradas. Un espacio donde los hombres y las mujeres encuentren las mismas oportunidades.
Me da pena esta izquierda desbarajustada, perdida en su soberbia, atenta solo al extremo de la cuerda de la que debe tirar para obtener más beneficios, en vez de fijarse en un horizonte cada vez más negro, más aterrador. Me da miedo esta derecha pendular, que se acerca al extremo solo para asegurarse un lugar en el podio. Me da pena esa jauría de cernícalos que celebra su ascensión salivando, pensando ya en las cabezas que van a cortar, me da pena ese «a por ellos» de refriega medieval y salvaje.
Hoy el espejo no habla bien de nosotros. Me da mucha pena en quienes nos hemos convertido gracias a los mediocres, insensatos, egoístas líderes políticos que en lugar de velar por nosotros preparan un velatorio de la democracia, un entierro de la libertad y los derechos que costó tanto, tantísimo, conquistar.

Patricia Esteban Erlés.

3 comentarios

  1. A mí los que gritan «a por ellos» no me dan pena, Patricia. Me indignan y me obligan a protegerme porque resulta que»ellos» somos nosotros.

    • Claro Isidoro y las mujeres violadas lo son por llevar falda corta, y los parados porque no saben trabajar. Así que el fascismo es culpa de la nueva izquierda, nada que ver quienes lo votan, la mediocridad política, los errores de esa derecha pedante, corrupta y nefasta. No, al contrario, son(mos) los nuevos quienes tenemos la culpa de todo. Hasta de la muerte de Manolete y de Kennedy. Ay, ¿no le pasará a usted lo mismo que a Gonzales? que está huérfano de partido. Ay.

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