Ojos preciosos

Y se asomó a ellos. Un jueves. De junio. En mitad de la acera. Furioso el tráfico. Furioso el calor. Furioso el color del granizado de la pareja. sentada a la mesa. debajo de la sombrilla. Unos ojos preciosos. Qué ojos tan bonitos. Son algo así como tirando a verde. ¿Verdad?.
Verdad.
Sus ojos también eran bonitos. No tanto como preciosos. Y no tanto. Como tirando a algo así como verde. Pero eran unos ojos bonitos. O casi bonitos. Me miraban bonito. Brillaban bonito. El color era casi bonito. Pero a mí no me corrió nada por el cuerpo. Nada se hizo furioso dentro de mí. Nada dentro de mí. Fue un tráfico furioso. Un calor furioso. Un granizado de color furioso. Bajo el sol. Bajo un jueves. De junio. En mitad de la acera. Me pidió un beso. Mirando mis ojos preciosos. De precioso color. Algo así como verdes. Y yo no quería un beso. Ni darle uno. Ni recibir otro. Mucho menos. Un beso de verdad. De esos compartidos. Mucho menos. Un beso siendo verdad. De esos que se vuelven furiosos.
Entonces se fue. Mucho antes de lo que él hubiese querido.
Entonces se fue. Mucho más tarde de lo que yo hubiese querido.
Se fue justo en el instante. De un beso perdido. A mí se me hizo eterno. Tanto. Que pudo darme. Todavía. Tiempo. A pensar. Que tengo unos ojos preciosos. Algo así como verdes. Del color de los besos. De los besos furiosos. Y pudo darme. Todavía tiempo. De darme la vuelta. Para caminar. Un jueves. Tarde. De junio. Unos cuantos kilómetros. Hacia mi parada de autobús. Furioso el tráfico. Furioso el calor. Furiosos mis pies. Verdes mis ojos. Algo así. Como besar. Todo aquello que miraba a mi paso. Porque soy capaz de no dar un beso. Pero incapaz. De perder un beso. Porque soy la furia. Porque soy algo así como preciosa. Como tirando a verde. Verdad.

Eva Barreiro

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