Olvido

I

VESTIDO DE OLVIDO

Inés que de amor se extingue,

incluso al Cristo reclama

milagros, piadosamente,

por un doncel que la amaba,

pues la negó aquel hidalgo…

Es constante su demanda

desarmada ante ese insulto…

¡Qué pena da la muchacha,

qué pena perder el tiempo

en tristezas alargadas!

Hoy, altivo y gentilhombre,

reniega de la palabra

cubriéndose con sus guerras;

así, ruin, se disculpaba,

queriéndose liberado

desde que llegó a su casa…

Ella, lloviendo sus ojos,

al hoy oficial emplaza

en su promesa de amores…

Vino lleno de alabanzas

con cetro de comandante

la niega y llama ¡chiflada!,

incluso, ¡qué vil!, blasfema.

Diego nada recordaba…

Inés ya le ha demandado;

¡lástima que le esperara!

II

INÉS ENJUICIA EL ROMANCE

De poco sirve que escriba,

queriéndole procesado

si ya, no era pretendida;

Diego miente despiadado.

¿Para qué la rogativa

a un apego despechado

en ternura ya marchita

si no la quiere el amado?

Inés no admite ni olvida…

Diego presume, pagado

de hidalguía, y es ¡gallina!

en regreso renegado…

Insensata, aún aspira

casar al uniformado,

él, que para nada abriga

propósito de casado,

pensándola con inquina

si a yacer fuera forzado…

¡Pobre de Inés, pobrecilla!,

reclamaba lo olvidado,

y anhela y se mortifica

con tal de verle esposado…

III

ENLOQUECE LA DONCELLA

Inés seguía empeñada,

ella quería al soñado,

reclamaba un amor,

cierto, que había el galán jurado…

Envejeció en larga espera

desde aquel otero aislado

sobre el monte de Cabarga

en corazón torturado,

menospreciando su vida

en un dolor condenado.

Sus padres, entristecidos,

parientes y hasta el prelado…

Ella siguió, más demente,

su latido, más ajado

siendo doble esa derrota

en congojas y estancado,

en un único combate

ante un doncel desmontado…

Diego retorna en olvido embravecido,

jactado, mientras ella, ¡pobrecita!,

de ese tiempo malogrado,

se moría de doncella

con el cuerpo avejentado.

CONCLUSIÓN

No hay amor, amigos todos,

no hay amor tan elevado,

fantasía si perdura,

es espera al venerado,

y aunque torne complacido

por nada será obligado

-ambos serían locura-

con su amor ya disipado…

Antes lo dijo Cervantes

y cualquiera que avispado,

notase en cualquiera tiempo de afecto

no acomodado en memorias desvestidas

y con olvido, calzado…

Quien reclame o quien anhele

un amor que fue olvidado,

se perderá en la locura de amar solo

y angustiado a sabiendas

que a quien ame, iría de amor penado…

Porque amor es… sentimiento,

no juramento firmado.

©Ángeles Sánchez G

Porque amor es… sentimiento,

no juramento firmado.

©Ángeles Sánchez Gandarillas

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