Ayuso y el rebaño

A veces me da por pensar que si Goya regresara del más allá suspiraría, resignado, cogería el pincel y se pondría a pintar sujetos y sujetas de los que se pasean por el mundo en la actualidad, para sacarnos los colores.
El poder me lo imagino una borrachera de efectos incurables. Siendo esto así, Ayuso está alcoholizada completamente. Para que no se la moleste con tonterías saca del armario una palabra apolillada, «libertad», la suelta a diestro y siniestro en medios y púlpitos y se sirve de la vieja fórmula, pan y circo, para aplacar a la plebe. La veo, acodada en una balaustrada de emperatriz azarosa, sonriendo complacida porque el espectáculo de la plebe narcotizada es incomparable. Casi tan satisfactorio como cargarle los muertos a otro, siempre otro, o insultar a sanitarios, docentes y demás colectivos indeseables.
Que esta chusma esté entretenida bebiendo y celebrando el comienzo del segundo año pandémico como si fuera la verbena de la paloma. Que se pongan hasta el culo y se feliciten por el contagio de mañana. Porque mañana será otro día, pero que esta noche no piensen, no se pregunten cosas, no se planteen si merecemos el adjetivo «racional» que es el apellido del «animal» que tantas veces manda, se impone, sobre el sentido común. Ayuso lo pasa en grande librándose, por ejemplo, de la responsabilidad de ejercer un cargo con prudencia. Ya nadie se acuerda de los miles de ancianos que perdieron la vida durante la primera ola. Mirando a estos elementos me pregunto si no serán los tataranietos de aquellos que jugaban a la gallinita ciega ante los ojos implacables de Goya. Ciegos, desde luego lo son, y sordos y acefalizados. Solo parece quedarle a este rebaño de seres mononeuronales la facultad de reunirse como rebaño, siete mil cabezas, nada menos, y vociferar que son libres y que vivan la trashumancia y 2022.
Patricia Esteban Erlés.

1 comentario

  1. Recuerdo un trabajo de Historia moderna con el profesor T. Egido. La conclusión a la que llegamos es que no había cambiado mucho la mentalidad entre el siglo XVIII y el XX (ahora ya XXI), y este es un claro ejemplo. Gracias, Patricia por narrarlo.

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