Combatir el racismo

¿Sería Escarlata la mujer altiva, la joven heredera que cree que es la dueña del mundo si no hubiera nacido en el sur esclavista, en ese mundo de seres separados en dos compartimentos, los negros en ese lado, los blancos en este? ¿Sería esa novela, esa película, la misma, sin una dama impertinente y caprichosa que nunca se ha encontrado «noes» en el camino, que siempre ha sido servida por otros sin reparar en lo que eso significaba? La respuesta es justamente «no«.
No se difunde el racismo, no se hace apología de la diferencia derivada del color de la piel porque en una película se muestre cómo eran las cosas, o mejor dicho, cómo las personas fueron cosas en un tiempo. El racismo se combate de otras formas, desde otras estrategias mucho más hábiles, y no con esa cerrilidad de borrar del mapa un mundo que era como se muestra, nos guste o no.
Amo el vestido de cortinas de terciopelo verde, amor el cielo irisado de Tara, la frase mantra de Escarlata, amo a Gable sonriendo de medio lado, lo amo destrozado por la muerte de su hija, y más aún cuando se pone el sombrero y se larga, declinando ser el esclavo de la bella tirana un segundo más.
Qué ridiculez tan grande no entender esta historia como el relato de un ego doblegado, de la derrota de un modo de ser, de estar en el mundo, de entender la vida y a los seres humanos creyendo que todo es tuyo, que todo te pertenece.

SOROR
Como Ella Fitzgerald era negra el dueño de un club de jazz muy famoso se negaba a contratarla. Marilyn Monroe habló con él y le propuso que si la cantante actuaba en su local, ella estaría todas las noches sentada en primera fila, lo cual le serviría como reclamo para la prensa y otros famosos. Logró que su belleza de tez avainillada abriera las puertas a una mujer demasiado negra para la época. Cumplió su promesa y era habitual verla ocupar una de las mesas más próximas al escenario, convertida en la más rutilante espectadora que cualquier empresario hubiera podido soñar. También se dice que compró todas las grabaciones de la Fitzerald para estudiar su técnica vocal. En la foto las dos relucen y son cómplices de algo hermoso y secreto. A veces encuentras a una hermana donde menos te lo esperas, aunque tú la reconozcas al primer golpe de vista

Patricia Esteban Erlés

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