Comparando…

Esta semana ha sido especialmente intensa para los políticos y los medios del régimen español, que se han dedicado con esmero a pedir libertad para Cuba. A ello se han sumado muchas personalidades de la cultura, en torno al hashtag #SOSCuba, para denunciar que Cuba es una dictadura, porque ha comenzado allí un ciclo de protestas y han sido reprimidas por el régimen.
Tratan de forzar al máximo la campaña internacional (de manera más suave que el alcalde de Miami, que ha pedido a EEUU bombardear la isla para que la situación explote y así puedan devolver el país al monopoly con algún nombre épico en la operación, como han hecho siempre).
Al mismo tiempo, leemos que en lo que va de año han asesinado a 95 líderes sociales en Colombia, un país que está viviendo una protesta permanente desde el mes de abril, con un saldo del que ni dios sabe el número de desaparecidos, sin que nadie cuestione la democracia de aquel país, como no se cuestiona tampoco en México.
En la vecina Haití, mercenarios colombianos asesinan al presidente tras recibir formación en EEUU (confirmada por el Pentágono) en un crimen del que mejor no lean ningún detalle, porque se les puede atragantar la vida al hacerlo.
En Chile hubo más de treinta muertos en el estallido de 2019, con un saldo de 15.000 heridos y 350 personas con lesiones oculares por la violencia policial.
Democracias que funcionan al ritmo del dólar.
De Venezuela ya nos han dicho de todo, a pesar de que allí sí que hay elecciones (validadas por la Fundación Carter como el mejor sistema electoral del mundo) y la oposición no ha sido capaz de ganar ninguna en más de 20 años.
En Bolivia las hubo, y como los bolivianos votaron mal, hubo que hacer un golpe de Estado para corregirles. En Perú han estado muy cerca de hacer lo mismo.
En Cuba daría igual que las hubiera, porque el asedio no cesaría. Pero el hecho es que no las hay, o, más bien, no las hay a la manera del resto de países, porque Cuba es un Estado que se aferra a mantener una realidad imposible de una sola clase social para evitar las desigualdades.
Si el régimen no quiere abrirse es porque saben lo que les espera a la vuelta de la esquina si la solución es el capitalismo. Cuba ha cometido errores, a montones, y están en una encrucijada evidente. Al igual que la tierra no es plana, aunque haya quien se empeñe en verla así, el mundo es capitalista, y no se puede salir de su tela de araña solamente en una isla que vive de la caña de azúcar. Pero, antes de pedir libertad sin más, como la pedía Ayuso en una hoja en blanco (y barrió con ella), nadie debería negar que el modelo cubano tiene unas características que deberían mínimo abrir un debate hacia dónde vamos todos.
Porque Cuba gasta más de la mitad de su presupuesto en servicios sociales (normal que les parezca una tiranía a quienes llaman “paguita” al IMV), con un sistema de salud ejemplar (normal que les parezca una ruina a quienes creen que la sanidad pública es una lacra). Es el país que más porcentaje dedica a educación, para tener el mejor sistema educativo de América Latina y ser una potencia cultural. Es el único país latinoamericano que ha desarrollado vacunas contra el COVID.
Todo esto, siguiendo los parámetros capitalistas, es un desastre. Con un sistema propio del mundo libre, privatizarían las escuelas y los hospitales para que entraran empresas extranjeras y así seguro que habría un número ingente de multimillonarios (como los venezolanos que compran los pisos de ultralujo en Madrid) y subiría el PIB del país. Ellos, los nuevos ricos, podrían importar vehículos de lujo y construirse mansiones en lugares paradisíacos en menos de lo que cantara el gallo negro. Eso sí, dejaría de ser el único país americano sin desnutrición y de tener la tasa de mortalidad infantil más baja de todo el continente, y pasaría a correr la suerte de sus vecinos (la región con más desigualdad del mundo, con el 31% de la población en la pobreza a finales de 2019 y creciendo exponencialmente tras la pandemia).
Nos cuentan estos días que un proyecto de nuestro amado Florentino en Guatemala dejó a 30.000 indígenas sin agua, y que hay activistas que se oponen a la construcción de esa presa hidroeléctrica en la cárcel desde hace tres años. Solo en 2019 hubo más de 200 defensores de la tierra asesinados en América Latina oponiéndose a este tipo de proyectos, y la cifra va en aumento.
Patria o muerte, civilización o barbarie. Podemos jugar a mezclar unas con otras que nunca saldría la conjunción perfecta.
Yo no tengo ninguna duda de que Cuba debe transformarse, pero que el camino no es más capitalismo, sino más revolución. La dependencia del turismo en la isla ahonda sus contradicciones hasta el límite, pero si quien llama a la libertad es Rocío Monasterio (que añora los tiempos de Batista y lidera las concentraciones de apoyo en Madrid), ¿de qué les servirá esa libertad a los cubanos? Si quien apoya es Ayuso, que ya ha puesto la bandera cubana en los sitios emblemáticos de Madrid, ¿os imagináis qué pasaría con Cuba si importan su modelo? Quien ordenó no atender en hospitales a casi 10.000 ancianos en residencias, quienes dejaron morir a 4.000 enfermos de hepatitis porque el Sovaldi era muy caro, pero desangra las arcas públicas abriendo un negocio tras otro con empresas privadas o se apropia de la TV madrileña como un chiringuito más… Ayuso y Monasterio hablando de libertad recuerdan a las Esposas de Gilead en “El cuento de la criada”.
Por eso creo que hay que ser más precisos cuando hablamos de que Cuba es una dictadura porque no les dejan elegir libremente un modelo de Estado. Si hablamos desde España, resulta curioso. España firmó su ordenamiento democrático sobre los restos de la dictadura y bajo supervisión militar, manteniendo todo intacto, con amnistía general y una mano de pintura. En 1978, hace 43 años, se votó una pregunta trampa (“sí a todo”) porque, como Suárez reconoció, sabían que el Rey no iba a ser aceptado en un referéndum. Se votó, con miedo y muertos en las calles, un Borbón y cuenta nueva, para huir del pasado y que no nos mataran más (aquello, sí, era una dictadura, aunque los mismos que dicen con tanta vehemencia que Cuba lo es, no la hayan condenado nunca o directamente la defienden como mejor que la España actual). Y, aun así, hubo intentonas de golpes de Estado para volver atrás en 1981, 1982 y 1985 (que, salvo el primero, del que algún día sabremos todo lo que nos falta, por miedo, ni se castigó a nadie ni se le dio más vueltas). ¿Seguro que somos los idóneos para marcarles el camino? Un camino en el que Fraga, pieza clave del franquismo y fundador del PP, trató y fue tratado con honores a Fidel durante décadas.
https://www.lapajareramagazine.com/privatizaciones-como-nos-arrebataron-robaron-un-paisLeo que en España se privatizaron, desde 1984 a 2014, 120 empresas, por las que el Estado ingresó 45.000 millones. Los dividendos repartidos entre accionistas privados de solo cinco de estas compañías ascendían a casi 60.000 millones en nueve años. Si esa es la democracia que les espera a los cubanos, yo no se la recomiendo.
Cada día, en España, leemos noticias terribles de nuestro país: escándalos de la Monarquía silenciados por los cortesanos durante 40 años (el último, que su inmensa riqueza que descansa en Suiza y paraísos fiscales se fraguó vendiendo armamento a dictaduras árabes), escándalos de las cloacas que afectan a cada vez más áreas de la banca o las empresas del IBEX y los serviles medios de comunicación y los políticos… Un país en el que el fraude fiscal de los ricos hace que recaudemos 80.000 millones menos que la media europea. Quien desafiaba ese estado de las cosas tuvo que dejar la política porque el acoso contra él, de todos los citados en el párrafo anterior, se había vuelto irrespirable. Jueces que te afinan a tu gusto los documentos, políticos que se colocan un juez para irse de rositas en tramas corruptas multimillonarias, el Poder Judicial al completo caducado desde hace años y sin renovar porque está en manos de la derecha. Titiriteros y raperos en prisión, denuncias de torturas que siempre caen en saco roto, pelotazos prohibidos que arrancan ojos o siegan la vida de jóvenes (¿Quién está limpio para condenar la violencia policial?), juicios a sindicalistas, despidos de periodistas críticos en los medios, abusos en la frontera como la de El Tarajal, fascismo campando a sus anchas por toda la geografía… Reyes corruptos, políticos corruptos, jueces corruptos, policías corruptos, periodistas corruptos… Por no hablar de que en este país han sido asesinadas más de mil mujeres (¡Más de mil!) en los últimos veinte años a manos de ese machismo secular ibérico del que son negacionistas quienes ven a Cuba como una dictadura. O los diez suicidios diarios, segunda causa de muerte entre los jóvenes. ¿Pretendemos exportar nuestro modelo como una democracia ejemplar? Pero, eso sí, el ministro de Exteriores asume el cargo hablando de Marruecos, donde las violaciones de derechos humanos son más que patentes, como el “gran amigo y vecino del sur”, para ponerle la alfombra roja.
Hay quien dice que al menos deberían celebrar elecciones. Y en realidad las celebran, cada dos años. Solo que únicamente se presenta un partido y se elige a los representantes de cada área (suena fatal, pero, en la práctica, ¿tan diferente es a lo que tenemos aquí? Pasada la era del bipartidismo, donde elegíamos entre lo mismo y lo mismo, aquí ha quedado muy claro hasta dónde podemos llegar para retocar algo en el régimen antes de que llegue la muerte civil o política). Pero, claro, aquí todos tenemos clarísimo que el responsable de la violencia siempre es el independentismo o los republicanos, mientras en Venezuela o Cuba no lo son nunca quienes luchan por subvertir el Estado, sino que toda la responsabilidad siempre recae completamente del lado del régimen.
De los puntos que habla la ONU como elementos esenciales de una democracia, la propia España lo pasaría un poco mal para aprobar el examen. Pero bueno, tampoco a la ONU se le hace mucho caso con el tirón de orejas que nos da cada año por no hacer nada para sacar a las más de 100.000 personas represaliadas del franquismo que siguen en cunetas y fosas comunes. Obviamente, tampoco aprobaría Israel, ni Turquía, esos dos grandes aliados que perpetran genocidios cotidianos contra kurdos, palestinos o refugiados sirios mientras les estrechamos la mano por ser nuestro mejor cliente armamentístico. La guerra y la democracia, siempre tan de la mano. Por no hablar de 2003, cuando nos mandaron a una guerra que costó 600.000 víctimas (la mayoría, niños) con el 90% de la población en contra y bajo un pretexto falso (¿Eso sí es democracia?) Y todo para complacer al «país de la libertad«, EEUU, que mantiene un embargo letal a la isla desde hace medio siglo. Cuba no solo no ha bombardeado a nadie, sino que manda cada año médicos a todas las partes del mundo para salvar vidas, como la brigada heroica que ayudó a vencer al ébola en África en 2015, con una ayuda mucho mayor que la que dio España y que resultó decisiva y completamente altruista (y de la que nunca se habla cuando se habla de Cuba).
La foto es del Primero de Mayo de 2007. Los pocos días que estuve en La Habana, pude ver muchas cosas. Unas, hermosas, como la dignidad en cada sonrisa, la alegría en la calle a pesar de no tener ni zapatos o las librerías en moneda nacional, con una calidad extraordinaria. Recuerdo que mientras visitaba una, llegó un grupo de escolares ecuatorianos que entraron a comprar libros como parte de la excursión, y en ellos se veía un tremendo entusiasmo. El im-pre-sio-nan-te nivel de conocimiento de los jóvenes universitarios… Otras, no lo eran tanto: los controles policiales, que parecen de un mala película de espías de los años 60. El turismo sexual. El trato a los propios cubanos en las zonas de turistas o los hoteles para extranjeros (la sustitución de la división de clases sociales por la división entre turista rico que paga en dólares y el cubano sin nada que paga en pesos). Las casas que se caen a trozos…
Las casas. Allí recuerdo en las conversaciones cómo cada uno trataba de explicar al del otro lugar que lo suyo no era tan guay como lo pintan. Intenta explicar a un cubano que aquí, si quieres tener en una casa, tienes que hipotecarte para el resto de tu vida con una letra que se lleve la mayor parte de tu salario. Allí el derecho a la vivienda es un hecho: por ser cubano, te corresponde una casa, que puedes permutar por otra, pero con la que no puedes especular. El problema es que están que se caen, todas.
Cómo explicarle la foto de esta semana en Vallecas de Jon Imanol Reino, en la que antidisturbios armados hasta los dientes hacen el pasillo esperando a que la pequeña Ari, de tan solo dos años y enferma, la tercera de cuatro hermanos, salga de su casa para siempre a las 5 de la mañana, después de vivir cómo taladran y tiran la puerta abajo. Cómo durante minutos en los que solo se oyen golpes, se va reventando la pintura y va saltando la madera en astillas y los azulejos contiguos. Cómo la pequeña Ari es lo último que abandona la casa. Cómo explicarle que los fotógrafos acuden a los desahucios no solo para documentar este horror que sucede más de 150 veces al día en España, sino también porque saben que, al estar presentes, es la mejor manera de que la policía no se exceda. Y que se esconden al fondo del piso porque, si no, la policía los desaloja en cuanto los ve. Cómo explicarle que así se gestó la burbuja del milagro económico español, ahora que comenzamos a hablar de minijobs, coliving, freeganismo y salario emocional. Y que en Madrid más de 2.000 viviendas protegidas, construidas con el dinero de todos, fueron regaladas a fondos buitre. Cómo explicarle que rescatamos a los bancos con más de 100.000 millones para que luego manden a la expulsión violenta a los vecinos a quienes nadie salva, nadie, del capitalismo. Cómo explicarle que, tan solo unas horas después, aquel piso ya estaba a la venta en un portal inmobiliario.
Al fin y al cabo, todos somos pueblos arrollados por mercados desarrollados.
Poniendo todo sobre la mesa, me quedan muchas dudas como para dar lecciones a nadie. Solo me queda claro que hay a quien realmente le importa un carajo que un pueblo lo pase mal, porque solo le importa poner allí el foco para que no se hable de otros problemas, para sacar rédito político o para conseguir nuevos negocios para sus amigos. Como decía la canción, “Tú, maldito burgués, nunca comprenderás nada. Para ti, lo que ocurra en la calle siempre son problemas de los demás”.
Y también, que la principal característica de la revolución es que no necesita de guardianes, y, mucho menos de burócratas que en poco tiempo lo pintan todo de gris. Revolución es el Che, que siendo argentino y tras entrar triunfante en La Habana, fue a morir a Bolivia, sabiendo que no saldría vivo de allí, para terminar su vida diciéndole a su captor: “dispara, cobarde; solo vas a matar a un hombre”.
Que esta es la misma lucha en todos los pueblos, hablen el idioma que hablen y vivan en el punto cardinal que vivan.
Y que, o se hace todos los días en un mundo que te ataca por tierra, mar y aire, o no podrá ser. Y mucho menos viajando, en dirección contraria a las estrellas, en el mismo Lada 2103 de 1972.
Cortázar decía que, si una cosa le enseñó la revolución cubana, fue algo que no sabía: que era latinoamericano. Y también que una cosa es criticar la revolución desde dentro, como hacía todo el tiempo, para construir, y otra hacerlo desde afuera para destruirla.
Pero qué vamos a decir nosotros,  que hace poco  fue  18 de julio, desde un país que ni siquiera sabe distinguir entre democracia y franquismo, o llama golpe de Estado a todo lo que se mueve menos al golpe de Estado, y se hace un lío con aquello de democracia sin ley o ley sin democracia.
Igor del Barrio
Sobre Igor del Barrio 28 artículos
Periodista. Bloguero.Escritor

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