
Se suele decir que cuando construimos personajes para las novelas o relatos no se puede caer en el maniqueísmo porque hay que describir toda la poliédrica vertiente humana con sus luces y sombras. El personaje que traemos hoy a nuestras páginas, si fuera de una novela, tendríamos que buscar mucho para encontrar algo mínimamente agradable que contar sobre él. La maldad humana que, a veces se pasea por grandes salones, y habitáculos de lujo, se congregaba en este hombre pequeño de estatura pero inmensamente grande en perversidad.
Roy Conh nace en una familia judía el veinte de febrero de 1927 en Nueva York. Su padre es juez y ha extendido los tentáculos del poder por el Partido Demócrata. Roy desde muy pequeño participa en las reuniones sociales que los padres congregaban y debió de formarse entre conciábulos y estratagemas del poder. Con una inteligencia despierta se licencia como abogado en la Universidad de Columbia en 1946, poco después, utilizando las influencias paternas, entra a trabajar como ayudante en la oficina del fiscal Irving Saypol, en pleno Manhattan. La década de los cincuenta acababa de comenzar y con ella la histeria de la Guerra Fría que convirtió a los norteamericanos en dos bandos, los perseguidores de rojos y los rojos(supuestos) perseguidos. El senador McCarthy andaba tramando su caza de brujas, cuando surge el caso Rosenberg.
Los Rosenberg eran un matrimonio de ideología socialista, marcados por la Segunda Guerra Mundial y las luchas obreras que siguieron. Se les acusó, en un rocambolesco juicio, de ser espías y pasar información sobre energía atómica a la URSS. En la oficina del fiscal, el pequeño Roy Cohn, vio llegar su momento estelar con el caso. Las pruebas eran endebles, sobre manera las inculpatorias sobre Ethel Rosemberg, de hecho su principal acusador y hermano, años después confirmaría que mintió acusándola de los hechos de los que era responsable su esposa. Todo el mundo pensó que sería excusada, aunque recayera una pena grave sobre el esposo. Todo el mundo menos Roy Cohn, que ensañó, en un juicio terrible, sus iras contra Ethel Rosenberg. Los ataques vociferantes acusatorios que agravaban los más nimios detalles, los bulos, las mentiras y la grandilocuencia del siniestro fiscal, consiguieron que la opinión publica se aterrorizara por lo escuchado y la condena a Ethel se hizo efectiva. La pareja fue condenada a muerte y ejecutada…
El suceso y la agresividad en el estrado del joven llamó la atención de otro malvado de libro, el senador McCarthy. La perversidad humana necesita de personas sin escrupulos capaces de convertirse en el gregario que active la sed de venganza. El senador, se llevó al joven abogado para convertirse ambos en el martillo de cualquier atisbo de rojez en la población americana. Las acusaciones falsas, exageradas, tendenciosas y apócrifas se sucedían hasta hacer irrespirable el aire de EEUU; hubo quien se exilió, por no poder soportar la caza de brujas desatada durante más de diez años que duraron en el poder estos dos tipos. Destrozaron reputaciones, arruinaron a gente que podía tener una tímida ideología social. Incluso inculparon a miembros del ejército con su furia vengadora. Como sería el ansia destructor de estos dos hombres que McCarthy encomendó a Rohn y a otro joven, G. David Sehine, que viajaran por más de veinte países visitando las embajadas norteamericanas en busca de libros subversivos para eliminarlos. Los dos jóvenes, además de cumplir con su función represora, se pasaron tiempo de fiestas por diversos países alojándose en hoteles de lujo, incluso se piensa que ambos mantuvieron relaciones durante ese tiempo. Lo curioso es que el infame Cohn, era un experto en buscar homosexuales camuflados en la Administración. Durante años, Roy Cohn, se pasó muchas horas investigando quien podía ser (o parecer) homosexual para expulsarlos de sus trabajos y destrozarles la vida al exponer su condición sexual al publico. Tanto es así que se nominó a esa época, Terror Lila.
Lo sorprendente de la historia es que Cohn era homosexual…Como también era antisemita siendo judío. Practicaba un sexo de armario cerrado mientras condenaba a la ruina y al descredito a miles de personas lgtbiq+ . Claro que para todo hay argumento, su amigo y luego implicado en esta historia de malos totales, Roger Stone, opinaba al respecto muchos años después que: “Roy no era gay. Era un hombre al que le gustaba tener sexo con otros hombres. Los gays eran débiles, afeminados”. Todo una forma siniestra de negar evidencias.
Tanta furia censora terminó por cansar a los norteamericanos. Es posible que tuviera mucho que ver que espiara y acusara al elemento militar, por lo que McCarthy acabó defenestrado, no así el pequeño súcubo que le sirvió de peón.
Los años habían pasado cuando finalizó el poder del macarthysmo, poco después, Cohn, fue contratado por un bufete de abogados de Manhattan. Siempre fue asiduo a las fiestas de moda y más en el momento que necesitaba clientela famosa para medrar. Corrían los sesenta/setenta, habiendo establecido relaciones de amistad e interés con artistas como Warhol y su troupe, también conocía a Barbara Walters y al matrimonio Reagan. Su presencia era habitual en Studio 54 y en Le Club, que eran los sitios de moda donde todos los ricos y famosos de EEUU recalaban en algún momento. El alcohol, las drogas y las fiestas desmesuradas era cotidianas y Cohn se sumergía en ellas con delectación, además de captar a los jovencitos con los que correr al armario (baño, calle oscura, rincón) de turno.
Precisamente fue en Le Club, donde un joven alto, rubio y de buena planta con los aires de la soberbia del nuevo rico, le abordó. Una noche, el joven, que era promotor inmobiliario en la empresa creada y dirigida por su padre se le acercó solicitando ayuda. La oficina Federal había acusado a la empresa Trump de discriminar a los negros en los alquileres y compra de los 14.000 apartamentos que gestionaban en Queens, Staten Island y Brooklyn. Este joven era nada menos que Donald Trump.
El flechazo debió de ser instantáneo, Roy Cohn vería en el joven al pupilo a quien educar en los maleficios para llegar al poder y Trump a un mentor de su tamaño.
La inmobiliaria Trump, ponía graves impedimentos para que personas racializadas ocuparan sus viviendas, por lo que fue denunciado. En el proceso quedó claro el racismo implícito, pero Cohn, acabado el juicio decide responder con una demanda por difamación al Estado que pierden; la empresa Trump tuvo que aceptar el veredicto y cumplir con las leyes inclusivas pero Donald Trump, bajo las enseñanzas del malvado, aprendió que jamás hay que asumir la derrota y que ante cualquier ataque hay que “atacar, atacar y atacar, jamás hay que defenderse porque el secreto está en el contraataque, jamás disculparse y ser despiadado con el adversario” En palabras textuales de Cohn.
Como verán el aprendizaje ha cundido. Hoy el pupilo demuestra cada día que aprendió bien del malvado Cohn.
También son frases lapidarias de Cohn: “la mala publicidad es mejor que la no publicidad”. Su modus operandi ante los juicios era: “No quiero saber cuál es la ley, quiero saber quién es el juez”
El conocimiento de los jueces era su baza ante los procesos ya que había tejido una maraña de informaciones por las que podía chantajear a cualquiera conociendo puntos débiles y entresijos de los togados y de los abogados que se le enfrentaban. Sus juicios no se atenían a pruebas ni a leyes. Cohn, se convertía en un temible huracán que escupía mentiras, difamaciones, acusaciones sin pruebas noqueando al contrario mientras la difamación trascendía a la opinión pública destrozando reputaciones (recuerden lo de los Rosenberg) lo que propiciaba la destrucción de la víctima.
Como ven, era un malvado literario, bien que de mala literatura, o de comic, tal es así que fue tomado como ejemplo en los Simpson para el personaje del abogado del señor Burns. Sí, el del pelo azul.
Convertido en adalid de Trump, poco después le presenta a Roger Stone, citado más arriba, que había sido el más joven de los condenados en el caso Watergate. En esos momentos, Stone, se encarga de la campaña electoral de Reagan, para lo que contacta con Trump a fin de conseguir oficina para la campaña. Cohn hace las presentaciones y al ganar Reagan, Stone, mantiene su oficina como asesor político y de los lobbies que le contratan como personaje cercano al presidente. Trump, olfatea con gusto la política manteniéndose atento a la campaña y luego recibiendo formación y consejos de Stone. Años más tarde a la triada de asesores satánicos se les une otra buena pieza, como es Steve Bannon. Como verán, el infierno debió de quedarse en puro cuadro.
Los clientes del bufete de Roy Cohn no eran solo artistas afamados, también se especializó en destrozar vida y reputación de las mujeres que querían divorciarse de sus clientes, teniendo en su despacho a los más granado de la mafia. Se daban cita en su bufete individuos de las cinco familias criminales de Nueva York. Loss jefes de la mafia, Carmine Galante y Anthony “Fat Tony” Salerno además del propietario de los Yankees, George Steinbrenner. El cardenal católico de la ciudad, Francis Spellman, era cliente destacado del bufete Cohn… Y como no, el joven magnate inmobiliario Donald J. Trump, convirtiéndose Cohn, en su sombra y mentor.
El personaje siniestro de Cohn ha inspirado numerosas series, documentales y películas, porque pocas veces se encuentra el celuloide con un ser tan perversamente malvado, Angels in America, donde Pacino interpreta a un Cohn en sus finales. Citizen Cohn se rueda en 1992 con James Woods como protagonista. En Netflix está la serie que se ocupa de Trump, American Dream, pero dedica metraje a Cohn ya que no se entiende a uno sin el otro. La mentoría realizada cundió de forma espectacular, Trump hizo suyas todas las perversidades y dotes de manipulación del abogado siniestro.
La vida disipada que había llevado Roy Cohn -drogas, alcohol en abundancia y mucho sexo homosexual esporádico- le cobraron al fin su karma. En 1984 le diagnostican SIDA que él oculta, y niega a pesar de las secuelas físicas que son evidentes. Decía a quien le quisiera escuchar que tenía cáncer de hígado, aunque en los corrillos sociales se conocía la verdad. Eran los años duros en que la enfermedad barría a los pacientes con el desprecio y la marginación. Estando prácticamente en sus últimos meses, el colegio de abogados le retira la licencia debido a las numerosas denuncias de clientes o de opositores, impago de impuestos y descalabros varios. Trump, se aleja de él en esa época, aunque tuvo el detalle de acudir al entierro cuando su profesor de vida murió.
En varias ocasiones, cuando las cosas no le han ido todo lo bien que le gustaría, se escucha a Trump exclamar: “¿Dónde está mi Roy Cohn?” También cuando los triunfos llegaban le añoraba: “¡Como lo celebraríamos con Roy Cohn!” Es de los pocos que añora a este ser tan nefasto, aunque años después, el exasesor de Trump, Steve Bannon, escribió un prólogo para la reedición en 2023 de la biografía de Cohn, escrita por Nicholas von Hoffman, titulada Citizen Cohn, en donde decía que era «una de las figuras más extraordinarias, demonizadas e incomprendidas de la política del siglo XX«. Lo entendemos viniendo de Bannon.
Roy Cohn, fue una pura contradicción y maldad, quizá el odio sentido hacia si mismo fue mayor que el perpetrado a la humanidad, salvando a los clientes que le pagaban fortunas o a los poderosos a los que unió su vida.
Murió arruinado, en soledad y casi olvidado el dos de agosto de 1986.
https://www.lapajareramagazine.com/steve-bannon-el-darth-vader-del-conservadurismo-fascista
Conocer a este personaje, además de Steve Bannon, o Roger Stone nos lleva a entender hasta donde puede llegar…y más que llegará el espécimen que hoy campa por la Casa Blanca y por el mundo. También nos hace pensar que clase de seres humanos encumbra la sociedad capitalista que ellos representan a la perfección y que se forma en EEUU.
De haber infierno, me lo imagino con unos cuantos tipos como ellos. Pocos con tantos merecimientos.
María Toca Cañedo©
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