El sabor de la venganza

 

¿Qué hacer para devolver una agresión? ¿armarse y ponerle freno? ¿quedarse quieto, hacerse el muerto hasta que pase? Yo no tengo las respuestas, o sí, pero se me alternan dependiendo del momento. No sé qué hay que hacer. Lo que sí sé es lo que la historia nos cuenta. Revisar qué pasó cuando ocurrieron similares hechos puede iluminar las dudas. Digo esto por Ucrania, porque en estos días se cumplen los  tres años  en que fue invadida por un país más fuerte al que gobierna un sátrapa desalmado que funde con veneno a la oposición.
A Rusia se le ha humillado hasta el paroxismo. Si dudan revisen las fotos en donde el entonces presidente Clinton se destripaba de risa mientras el panoli de Yeltsin, nadando en alcohol,  hacía el payaso en una reunión negociadora.

https://www.elconfidencial.com/cultura/2022-08-31/urss-gorbachov-yeltsin-rusia-ucrania-biolorrusia_3483200/

Occidente fue clamorosamente cruel cuando cayó el Telón de Acero. No tuvo piedad con los países que quedaron desmembrados y desnudos ante un mundo que apenas conocían. La población hambrienta de los lujos capitalistas corrió a comprar Levis, Coca Cola y hamburguesas cambiando el Capital por la Burguer King en un aquelarre infame que Occidente promovía con regocijo. Nos podríamos haber acordado del Tratado de Versalles y lo que ocasionó poco después. No es buena política humillar al caído, más si éste es un bizarro pueblo con culturas milenarias, orgullo patrio y nada menos que vencedor de la Segunda Guerra Mundial. Los políticos occidentales se les notó que ni habían leído a Maquiavelo ni poseían cultura política. Ni un ápice de humanidad.

Pasaron de odiar al comunista a humillar a los gobiernos que, a trancas y barrancas, salían del caos producido por la caída de unos regímenes poderosos que creían eternos. Occidente, con los EEUU en vanguardia (¡cómo no iban a estar ellos en la rebatiña!) asaltaron el poder de los derrotados del Este, despiezaron las poderosas economías, se llevaron lo que pudieron, como rapiñadores infames,  dejando las riendas del poder en manos de oligarcas criminales que respiraban ambición y se regodeaban con un capitalismo salvaje  destruyendo lo mejor que había creado el estado socialista. Sí, porque los estados socialistas además de dictatoriales, sumisos a Moscú, represores de la libertad, esquilmadores y mentecatos, labraron políticas sociales aceptables que pudieron ser aprovechadas al caer el muro. Pero no. Había que asaltar lo bueno de esos estados fallidos, quedarse con las riquezas y poner gobernantes títeres que obedecieran como perrillos amaestrados.

Si dudan, repasen la hemeroteca de la época. Y si se animan busquen en el insustituible libro de Naomi Klein, La doctrina del shock, los capítulos dedicados a la caída del socialismo en Europa del Este,  si su estomago se lo permite, contemplen nuestra imagen de adalides de la libertad y de la cultura occidental.

Se perdió la grandiosa oportunidad de unificar bajo parámetros de libertad, democracia (vale, sí, la imperfecta democracia liberal, pero busquemos nuevas fórmulas antes de demolerla) y cultura de la paz. Se perdió la oportunidad que la historia nos bridó, a finales de la década de los ochenta, de haber consolidado un mundo más justo, más humano y sin bloques enfrentados. Fue imposible porque la avaricia humana, la perversidad que permite ensañarse con el caído, deben de ser intrínsecas en los poderosos. Y labraron el descontento, despojaron a pueblos con una historia gloriosa, a pueblos cultos y sufridos, su orgullo.

Durante ese tiempo, en el Kremlin crecía una hidra llenándose de bilis,  mientras Yeltsin trastabillaba lleno de alcohol y producía la chanza continua de un Occidente reptiliano, contemplaba la destrucción de la gloriosa Madre Rusia (o URSS,  como  quieran llamarla) que poco antes doblegaba a los yanquis en carreras espaciales y condominios por el mundo. Esa hidra, además, tenía un padre héroe de la II Guerra Mundial y una formación desde la infancia en la macabra KGB. Sí, les hablo de Putin. El hombre que está devolviendo a Occidente los golpes que a finales de los ochenta y en la década siguiente, propinaron a su patria.

Les hablo de Putin, que debe andar de regocijo en regocijo contemplando al muñegote gordinflón y anaranjado como le copia los discursos palabra por palabra y le contempla con arrobo cuando se sientan enfrente. Cuando  veo la media sonrisa de Putin, contemplando satisfecho al fachuzo anaranjado, imagino el dulce sabor de la venganza que paladea recordando las risas de Clinton mientras Yeltsin canturreaba como los borrachines de mi barrio en la tasca de la cuesta de la Atalaya. Le imagino de noche, contemplando el cielo de Moscú  regodeándose en la venganza que está asestando a Occidente.

Mientras tanto ¿qué pasará con Ucrania? ¿qué pasará con un país que tuvo muchos problemas de gobierno pero  inmensas riquezas? Pues, me temo, que lo de siempre. La hidra de Moscú rebañará todo lo que pueda, engañando al gañán de los yanquis porque ese ñordo de hombre ha negociado a gritos, con el poder paterno que le daba autoridad pero es tonto del culo,  hasta hartar. Y Putin lo sabe. Trump, es tonto como todos los narcisistas lo son, que terminan enredados en sus propias redes hasta romperse la nariz en la caída. Putin, se hizo a si mismo entre las cloacas de ese KGB siniestro en donde la vida humana no tenía valor. Se hizo a si mismo golpeando a hombres poderosos y tan criminales como él. A Trump, su papá le compró el título universitario, el apartamento en lo que luego fue la Trump Tower y su ascenso ha sido una bacanal de humillaciones a subalternos y de gente que se plegó al poder del dinero, pensando ¡ingenuos ellos! que le domarían. Ignoran que a un niño narcisista y mal criado no se le doma más que con la fuerza y la distancia. Le dieron cuerda, salió en la tele haciendo el tonto, tomó tanta cocaína que le pulió las pocas neuronas que le quedaban y ahora anda gamberreando por el mundo como un mono loco. Y Putin, ha esperado este momento desde hace mucho.  Putin, no grita, ni pierde el nervio, porque en el KGB enseñaban a matar con veneno y esperar un rato hasta que hacía efecto y sabe muy bien que a los tontos narcisistas se le da la cuerda con la que se ahorcan solos.

Putin es un cerebro maquiavélico y vengativo. Trump es un mono loco tan tonto como malvado. ¿Y Europa? pues aquí andamos entre las dudas de hacer algo por nosotras mismas, dudamos entre  ampliar el armamento y dejar a la sociedad en cueros vivos, sin sanidad, ni enseñanza pública, para contrarrestar el poder de Putin o hacernos las muertas hasta que pase la tormenta, a ver si se entretiene jugando en Ucrania y nos deja en paz.

Claro que la otra vez que pasó algo similar, el bueno de Chamberlaine, se hizo el muerto tanto que nos costó millones de vidas porque los sátrapas suelen ser muy ambiciosos y una vez que amplían horizontes no hay quien les pare.

 

Y en medio de todo, una población exhausta y depauperada hasta el paroxismo. Ya saben, los poderosos hacen las guerras, pero los muertos los pone siempre el pueblo. En este caso el pueblo ucraniano. Y el ruso, también

María Toca Cañedo©

 

Sobre Maria Toca 1730 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

2 comentarios

  1. Joer María, qué miedito da lo que puede venir, tanto si nos gastamos los cuartos en armas y nos quedamos sin sanidad, ni educación y nos tenemos que comer o las balas que nos lancen o las balas que nos queden, como si nos hacemos los muertos y vienen a cagar en nuestro cesped para marcar territorio.. Jodidos estamos en ambas posibilidades.
    Yo por si acaso vengo desde el verano acojonando a mis ancianos padres y a mis pequeños adolescentes, haciéndoles a la idea de las cuevas de la Sierra de nuestro pueblo, en las que nos tendremos que esconder y que hace 80 años utilizaron en otra guerra cruel, nuestros ancestros. Ya podemos ir disfrutando los últimos días que nos quedan. Mierda.

    • Ya me gustaría ser más resolutiva, Valenia, pero lo mio son las preguntas. Las respuestas se me dan mal y sí, lo veo jodido. Muy jodido. Un abrazo muy fuerte y gracias por tu lectura

Deja un comentario