Espacio al que volver

Un espacio al que volver.

Cuando empiezas a sentir stress visual y estimular en una gran ciudad.

Al observar a un padre pegarle a su hija en el metro de Londres. Que el único que cambie el gesto de todo un vagón sea el hermano pequeño de esta niña, que llora con ella.

Cuando te chocas con una chica tirada en el suelo, con posición indudable de estar muy dañada, en medio de Oxford Street, maleta y vaso de vino al lado y la gente marabunta la salta por encima.
Cuando pides llamar a la policía y te gritan sonriendo que «she’s fine«.

Cuando en las calles hay personas durmiendo arropadas por edredones color de nubes sucia cerca de escaparates millonarios.

Al darte cuenta de que necesitas dinero para todo, cantidades ingentes de dinero para todo. Y tarjeta bancaria porque apenas hay pago en efectivo.

Darte cuenta también de la mucha energía para andar, moverte, sortear coches, bicis, taxis, autobuses y hordas vikingas que vienen de frente.

Cuando eres consciente de formar parte de esa tribu llamada turista que se comporta y dice cosas bizarras y que se queja, a la vez e inconexamente, de la gentrificación de las ciudades.

Cuando notas en tu piel la dificultad de la vida para mucha gente menos privilegiada.
Cuando tu parte más sensible estalla a base de estímulos grotescos.

Al percibir partes oscuras y luminosas de los seres humanos como los carteles cinematográficos de la plaza parpadeando.

Sé ya a mí edad que al sentirte abrumada por lo que llamamos viajar ( una gymkana capitalista) siempre hay un lugar al que volver.

Un lugar interno, un salón calmado, un paisaje a tu gusto en el que respirar ampliamente.

Ese sitio te pertenece.
No hay nadie más que tú recostada ahí el tiempo que necesites, sin premuras.
A tu alcance.

Sé también que la sensibilidad per sé no te hace mejor persona, te lleva a monitorizar y percibir el mundo con todo lo que hay.

Y esto es agotador.
Así que volver a casa nos salva.
Esa casa fuente de regulación interna, que nos permite sacudirnos residuos.

Y seguir.

Buen día, otro día y un abrazo.
María Sabroso.

Sobre María Sabroso 131 artículos
Sexologa, psicoterapeuta Terapeuta en Esapacio Karezza. Escritora

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