Esperpento nacional. De Valle Inclán al barrio de Salamanca

El esperpento es un género literario creado por Valle Inclán en el que se deforma la realidad destacando sus rasgos más grotescos. Este género literario, retratado en su obra Luces de Bohemia, lo forma una estética tan absurda como brillante, pero sobre todo deformada sistemáticamente.

Hijo de su tiempo, perteneciente  a la generación del 98, Valle Inclán nos apunta la idea de que la realidad española es esa época era ridícula, absurda, una deformación grotesca de Europa. Lo cómico se vislumbra tras lo trágico en una frontera que es constantemente cruzada de un lado a otro.

Los elementos del esperpento de Valle Inclán, sus personajes, sus contextos, sus palabras y gestos, proyectan la vida miserable de una España caduca donde la ignorancia, la superstición y el miedo, la degradación del humilde, la prepotencia de las clases “superiores”, la política y políticos mediocres o la eterna burocracia, se sigue manteniendo en pie y brillante, como si no estuviera en ruinas. Los trabajos de Valle Inclán revelan males de un tiempo pasado que sigue teniendo  lugares comunes en este: curas, guardias civiles, campesinos, aristócratas, cortesanos, reyezuelos, caciques, aduladores, ladrones de medio pelo, intrigantes políticos y farsantes de un “ruedo ibérico” que sigue tañendo la pandereta y bailando al son de unas castañuelas.

Algunos dicen que Luces de Bohemia es una sátira exagerada de la situación social de entonces, de aquel momento histórico concreto. La forma en que Valle Inclán muestra a los personajes, desde el aire, como objetos y al mismo tiempo como seres vulgares, torpes y completamente innecesarios, es para muchos una especie de demostración moral del autor que se cree en posición de poder juzgarlos.  Sin embargo, nos muestra una sociedad manipulada desde cuerdas invisibles, siempre efervescente, donde la política burguesa es inmoral y mediocre y en donde personajes insolentes gobiernan el ambiente de un clima político de crítica y destrucción. Desde la corrupción sistemática hasta los fondos reservados, la compra de cierta prensa y la oligarquía económica son un reflejo de la sociedad de entonces que tiene un reflejo vivo en la sociedad actual.

Personajes

La escena XIV de luces de Bohemia tiene un diálogo que es tan bueno ahora como entonces: “El mérito no se premia. Se premia el robar y el ser un sinvergüenza. En España se premia todo lo malo”.

El tabernero es la personificación de las clases intermedias, temerosas de los cambios y del desorden que hacen gala de un populismo que hoy también nos suena mucho. El albañil denuncia un principio de autoridad solo inexorable para los pobres y resalta que la vida de los pobres no significa nada para el gobierno.

El preso, la madre del niño muerto y la prostituta Lunares, son personajes que Valle Inclán valora más que a los “señoritos” que defienden un mundo basado en la mentira, o los religiosos que promulgan una fe como la de “una tribu del centro de África con una “chabacana sensibilidad hacia los enigmas de la vida”. Para Inclán, son un pueblo miserable que “transforma los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras”.

Hoy, que vemos las manifestaciones en el barrio de Salamanca, el populismo de esa clase intermedia, de quienes se creen todo aquello que leen y comparten noticias falsas porque su  inquina al socialismo es superior que su amor por la verdad  o el poco apoyo que una institución como la Iglesia está dando en toda esta crisis, los personajes de Valle Inclán, siguen vigentes en nuestra sociedad como si esta no hubiera cambiado en 100 años. Los vemos enarbolando la bandera de la libertad en plena pandemia global cuando lo que en verdad piden es seguir manteniendo sus privilegios. Los vemos aporrear señales de tráfico con palos de golf mientras en otro barrio de la misma ciudad, se forman colas de tres horas para lograr una bolsa de comida en un banco de alimentos. La cultura más básica, convertida en producto de consumo, nos lleva a ver a tipos conservadores cantando el Bella Ciao. La superstición nos lleva a abrir las puertas de las iglesias para mostrar vírgenes en pleno estado de alarma con la movilidad restringida.  La exageración, a clausurar hospitales de campaña como si fuera la inauguración de una Exposición Universal. El momento de los aplausos a sanitarios se ha convertido en el ideal para poner himnos y colgar banderas llamando a un patriotismo que poco tiene que ver con el que luego reflejan sus votos, que apoyan a partidos privatizadores y recortadores de la sanidad pública en la anterior crisis. La falta de conciencia de clase nos lleva a que gentes que sobreviven en la cola del paro, llamen a la renta básica “pagas para vagos”.  

Es esperpento está servido.

La ironía y el miedo

En las situaciones presentadas por Valle Inclán, en ese transitar de lo cómico a lo trágico aflora la ironía, bien con precisión o con ayuda de distintos matices o indicaciones en el tono de la interpretación. La ironía está presente en Luces de Bohemia durante toda la obra y seguramente tan acertada que hoy seguimos sonriendo al oír que “nuestro sol es la envidia de los extranjeros” y quizá por ello España no es sino el parque de atracciones más grande de Europa, donde un  modelo económico basado en el turismo nos deja sin armas ante la pandemia mundial del Coronavirus.

Agotado el modelo del ladrillo en la crisis del 2008 y sin querer ver que el futuro está en un modelo económico más sostenible, más basado en la ciencia, la investigación y el desarrollo, España sigue teniendo la maldición de ser pintoresca…

Desde hace mucho, muchísimo tiempo, la realidad política y social de este país toma un carácter muy similar a la de entonces salvo que ese esperpento político y social debería estar más que superado puesto que resulta intolerable que 100 años después del estreno de Luces de Bohemia, sigamos todos con los mismos errores y con los mismos males, ya endémicos de esta sociedad tan española.

Si Berlanga retrató durante la dictadura y la transición ese mismo esperpento de Valle Inclán, casi con la misma ironía, con ese tránsito de lo trágico a lo cómico, cabe preguntarse cómo harían ahora ambos pare retratar todo esto, para poner en marcha una nueva versión actualizada de Luces de Bohemia o de La escopeta nacional.

En este siglo XXI, el de Internet, el de la súper comunicación, ese esperpento se cuela en tweets  y en publicaciones de Facebook en donde, obviamente, todos dicen lo que quieren. Internet y las redes sociales como arma arrojadiza de unos contra otros, sin moderación, cuanto más visceral y más radical se muestre una persona, mucho mejor. Incluso personajes de la vida pública y política que deberían contribuir a la reflexión sin dejarse llevar por la conveniencia, gritan populismos que se repiten como mantras de un descontento no solo entre sus acólitos, sino entre gente que es incapaz de reflexionar desde su posición en el mundo.

Seguimos sin abandonar el modo político que describió Valle Inclán en su obra, cada vez más llena de personajes mediocres, de pocas luces y escasos méritos que crean corrientes de pensamiento tan necias y absurdas que cuesta creer. Seguimos con una nula regeneración política, sin transparencia, con una participación de la sociedad que consiste en votar y callar durante cuatro años o bien votar y ladrar durante el mismo periodo de tiempo.

Los medios de comunicación siguen estando de parte de los mismos de siempre e ignoro si por el mismo motivo que esgrime Valle Inclán. La mentira constante, la difamación y la exageración, las noticias falsas que remueven las vísceras del votante no han hecho más que dar una enorme vuelta de tuerca a la manipulación mediática de entonces, logrando en la actualidad hitos que ni el creador del esperpento hubiera imaginado.

En plena crisis del Coronavirus, ante la amenaza real de algo desconocido hasta ahora, se vuelve a tener el miedo de entonces solo que ahora es un miedo inocente, producido no por las personas sino por algo invisible, microscópico. Un miedo 2.0 en el que no hacen falta asesinatos políticos ni revueltas de obreros en alpargatas para que todo estalle.

Los muertos, esta vez, correrán a cargo de un patógeno, del todo inocente políticamente aunque cruel, que servirá a muchos para comenzar a campaña electoral con cuatro años de anticipación y utilizando sangre nueva de decesos nuevos en aquello que la derecha usa como un método muy viejo pero siempre infalible: el miedo.

El miedo como arma y como forma de manipulación es el que lleva a poner palos en las ruedas y a empedrar los caminos que van mucho más lejos de lo que a algunos les conviene llegar. Las estrategias de distracción, la provocación, los eslóganes baratos y populistas  basados en falacias, el arte de saber manipular intereses, de minusvalorar cualquier opinión ajena, la activación de lo visceral, de lo más emocional y la exaltación de lo mediocre son algunas claras artimañas utilizadas contra un gobierno al que el virus no le ha dado ni los 100 primeros días de gracia.

La política de consumo, la que se ve en las televisiones como si fuera telebasura,  saca las vergüenzas de un país tan lleno de contrastes y tan ciego como siempre ha estado. Los grotescos espectáculos en tv, los encendidos debates, los tweets malintencionados, la ignorancia supina y la rastrera utilización del coronavirus como arma arrojadiza, ha convertido la política y la sociedad española en un esperpento continuo que muchos españoles observamos espantados, casi incrédulos ante el engaño atroz, las consignas repetitivas de la derecha que siempre ha sabido que ese populismo es conveniente a sus intereses.

Lo que ha separado a la clase conservadora de las clases populares u obreras no es solo el dinero, sino la diferente noción que ambos tienen del significado de igualdad o libertad, y de ahí, de querer enarbolar cada uno un significado tan distinto, es de donde nace este esperpento social y político que hasta Valle Inclán hubiera tenido dificultades para aprehender  en todo su amplio espectro.

 

Nina Peña Pitarch.

 

 

Sobre Peña Pitarch 5 artículos
Escritora Autora de varias novelas y colaboradora de CTXT

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