La guerra y los hombres de buena voluntad

Se ha cumplido un año del comienzo de la invasión rusa de Ucrania. Y, aún hoy, en cualquier lugar de este país (informado a base de titulares en unos medios en los que todo el mundo opina lo mismo), sigues escuchando que esta es “la guerra de Putin”, y que todo lo ha provocado ese personaje abducido por el poder como los protagonistas malvados de las pelis mediocres (una técnica tan usada en los negocios geopolíticos de Occidente). El primero que lo dice es el presidente, para alinearse con el resto de mandatarios europeos (que hasta hace poco, trataban a ese tirano como un presidente más, y que aquí tenía hasta la llave de oro de la ciudad de Madrid).
Sin ningún interés en debates vacíos sobre quién es peor o el más malo de esta historia, lo que sí creo es que, en esta feria de las mentiras hay muchísimas cosas que todo el mundo obvia, por lo que acaba resultando tristísimamente natural que no haya oposición social ni rechazo alguno a esta locura bélica. Es más, se ridiculiza a quien cuestiona el pensamiento oficial belicista.
De lo que leemos en la prensa una y otra vez, hay cosas que son ciertas. Para comenzar, Putin es un tirano reaccionario, que gobierna con mano de hierro y que, al igual que otros países con ansias imperiales, promueve desestabilizaciones políticas y conflictos armados fuera de sus fronteras para salvaguardar sus intereses, incluidas alianzas con la extrema derecha europea.
También es cierto que Ucrania, ese país que nadie sabía situar en el mapa hace un año, es un estado corrupto en manos de oligarcas y que, en los últimos años, tanto EEUU como Europa vieron una oportunidad de introducirse en él para desestabilizar a Rusia en el tablero del monopoly mundial, y, a la vez, avanzar en la guerra comercial EEUU-China.
Pero la prensa siempre nos lo explica de manera en que un hombre (todo son hombres en este relato) muy malvado amenaza (en todos los titulares aparece este verbo) mientras el otro santo, que es abrazado y aplaudido allá por donde pasa, promete resistir en nombre de la libertad.
Los buenos
Tras la descomposición de la URSS, en las elecciones ucranianas solía ganar el candidato prorruso, por la abrumadora mayoría que sacaba en el este del país, motor industrial donde la población se sentía mucho más cercana a Rusia. Las acusaciones de fraude fueron el caldo de cultivo para que triunfara el golpe de Estado del Euromaidán en 2013 (con la colaboración clave de milicias neonazis muy numerosas y armadas por los de siempre, y que llevaron a cabo crímenes abominables, como cuando prendieron fuego al edificio de los sindicatos en Odessa con decenas de personas dentro), lo que supuso el acercamiento total a Europa por esa vía cuanto menos de dudosa legitimidad. Cuando preguntaban a la UE (que había recibido el premio Nobel de la paz el año anterior) por el nuevo gobierno ucraniano, en el que se incluía a neonazis como pago a los servicios prestados, sus representantes decían que de esas cosas no opinaban.
En un país absolutamente dividido y enfrentado, el Este del país se levantó contra ese nuevo orden, lo que dio lugar a una guerra entre el nuevo gobierno ucraniano y la región del Donbass, que contaba con apoyo ruso.
La guerra de Ucrania, pues, no comenzó realmente el 24 de febrero de 2022, sino unos cuantos años antes, ya que Ucrania está en guerra desde hace casi diez años, con el resultado de más de 14.000 muertos y 600 violaciones del alto el fuego surgido de las conversaciones de Minsk antes de la invasión. Rusia forzó la celebración de referéndums en esas regiones (que tuvieron un resultado esperado favorable a la anexión a Rusia), sin que nadie hiciera caso a esa vía negociada para poner fin a la guerra (así, unos tuvieron el respaldo internacional inmediato a un gobierno surgido de un golpe de Estado proeuropeísta, y los otros vieron cómo la comunidad internacional negaba esa salida democrática prorrusa). Finalmente, Putin decidió invadir esos terrenos para anexionárselos (como se anexionó Crimea en 2014) y culminar así esta maravillosa oda a la diplomacia.
Pero, en toda esta barbarie, y tal y como defiende Rafael Poch (de lectura obligada para comprender este conflicto) la responsabilidad de la guerra no puede ser sino compartida.
Tanto Rusia como Ucrania son países con un trato a la oposición que dista mucho de ser democrático. La barbarie de Rusia la conocemos perfectamente. Lo que conocemos menos es que en Ucrania, el Partido Comunista, que era la tercera fuerza política del país, fue prohibido en 2015, como han ido siendo ilegalizados después todos los partidos de izquierda (incluidos partidos socialistas o socialdemócratas), mientras se venera al colaborador nazi Stepan Bandera como héroe nacional.
En Rusia hay voces que llaman a la destrucción total de Ucrania, como en Ucrania otras llaman a la destrucción de Rusia. Han acabado con las comunicaciones entre ambos países, se han atacado culturalmente (idiomas, educación, historia, literatura, música…) y declarado abiertamente enemigos los unos a los otros. Y todos los demás hemos hecho como esos colegiales que azuzan entusiasmados a la pelea entre dos grandullones en el patio del colegio.
Los malos
Mientras se desmoronaba la URSS, Gorbachov firmó con Occidente un acuerdo según el cual la OTAN no iba a ampliarse ni un milímetro hacia el Este. Esto, en los últimos años, ha sido un pitorreo. Hasta cinco ampliaciones se llevaron a cabo rodeando Rusia. Putin llevaba años levantando la voz y el tono en los foros internacionales, sin que nadie le tomara en serio. La línea roja era Ucrania. Por mucho menos que esto, cuando Cuba aceptó albergar unos misiles en caso de tener que defenderse de otra invasión de EEUU, estuvo el mundo muy a punto de saltar por los aires hace 60 años.
El mismo Gorbachov afirmaba año tras año que la expansión de la OTAN era una irresponsabilidad. Advertía que Rusia no iba a seguir siendo siempre un país débil al que torear así. Que acabaría respondiendo tarde o temprano, y la respuesta no iba a ser nada sencilla de manejar.
Esa respuesta iba a venir de la mano de Putin, para alegría y regocijo de los fabricantes y vendedores de armas, que, como decía Galeano, necesitan de las guerras como los fabricantes de abrigos necesitan del invierno.
Los más buenos
Cuando había pasado un mes del comienzo de la invasión rusa, Biden, que sabe lo que hace aunque siempre parezca un señor que sale del geriátrico para dar un paseo, afirmó que Europa iba a pagarlo muy caro, pero que era lo correcto y que aquello fortalecería nuestras bases. Gracias, Joe.
Desde entonces, EEUU, que estaba al borde del colapso económico, está remontando su economía gracias a la exportación a precio de oro de su gas licuado a la Unión Europea. La industria del motor económico europeo, que caminaba de la mano de Rusia, se está yendo a EEUU para poder hacer frente a los costes de la energía que antes conseguía muy barata y cercana.
Biden, también dijo que ellos se encargarían de destruir el gasoducto Nord Stream, símbolo de la alianza que mantenían Alemania y Rusia desde hacía décadas, en un intercambio de energía y tecnología que a EEUU no le agradaba en exceso. “Si Rusia invade, pondremos fin al proyecto”, declaró. “Te prometo que podremos hacerlo”, le dijo a un reportero sorprendido, que le comentaba que un acto así implicaba un ataque directo a Alemania.
Y todo indica que lo hicieron: esa monstruosa obra de dos gasoductos que costaron decenas de miles de millones de euros fue volada por los aires en un atentado perpetrado durante unas maniobras de la OTAN (con sus consecuencias dramáticas no solo para la economía sino también para el medio ambiente). Pero todo esto está fuera del debate, ya que, de ponerlo sobre la mesa, se desmoronaría todo ese relato del malvado ruso que quería dominar el mundo comenzando por Ucrania.
Los tontos
Las sanciones (ya más de 10.000 acciones) impuestas a Rusia con el objetivo de arruinar su economía han dado como resultado la asfixia económica de Europa, que sigue comprando el diésel ruso, pero revendido mucho más caro por India. Rusia ha aumentado hasta un 28% su exportación de energía. EEUU ha conseguido que la UE se lance al frenesí armamentístico para gastarse lo nunca visto en armamento. Quienes hace dos años se habían juntado para comprar vacunas, ahora lo hacen para comprar enfervorecidos todo tipo de armas.
Europa había conseguido normalizar las relaciones con Rusia en los últimos años, y era un socio estratégico para el desarrollo económico. Rusia había colaborado con acciones de la OTAN y hasta se llegó a plantear entrar en ella. Pero, de nuevo, EEUU necesitaba desmoronar todo aquello para poder recuperar su esfera de poder, ya que Rusia tiene buenas relaciones con China, algo que está detrás de todo esto. Europa, que había sido parte clave en los acuerdos de Minsk con Francia y Alemania como interlocutores, dejó pasar la oportunidad de ser un sujeto político global para volver a la sumisión absoluta a lo que diga EEUU.
Al principio de la guerra, Macron, declaraba que nunca abandonarían el diálogo con Rusia. Como dice Poch, Europa, que creó el concepto de “geopolítica” hace un siglo, se ha olvidado de que se compone de dos términos, “geografía” y “política”, y ha sacrificado bastante más que su economía para satisfacer los intereses de EEUU.
El silencio europeo ante, por ejemplo, la voladura de los gasoductos alemanes, representa la mayor genuflexión realizada en la historia europea. Mientras tanto, se suceden episodios occidentales de rusofobia a nivel cultural o deportivo que rozan el absurdo.
En España, hasta cuando vamos a comprar el pan o tomar un café, en cualquier ticket leemos un ¡UCRANIA TE NECESITA! En la TV figura la bandera de Ucrania las 24 horas del día… pero no sabemos nada de Pablo González, el periodista español que lleva ya un año preso en Polonia.
A estas alturas ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos?
Yo solo sé que, según avanza la guerra, gana el discurso de quienes nos llevan al desastre. Para hacer frente a la agresión de Putin, tenemos, de parte de la UE, a un Borrell absolutamente enfermo, subiendo el tono de cada amenaza como si, en lugar de ser el principal diplomático de la UE fuera un matón de barrio que está como loco por meter a todo el mundo en una batalla campal. Dirigentes europeos como Macron o Scholz, que habían prometido no entrar en la guerra con armamento más allá de material defensivo, comenzaron enviando fragatas y han pasado a enviar blindados. Ya solo queda cerrar el espacio aéreo para enviar aviones y consumar lo que sería de facto un conflicto global, mientras polacos y bálticos siguen pidiendo insistentemente que la OTAN entre en la guerra.
Y tenemos a un Zelenski convertido en líder mundial y adorado por Occidente que, desde el primer momento de la invasión, estaba loco porque la OTAN entrara en conflicto cuanto antes, tratando de inventarse ataques rusos que justificaran la intervención, como si su único objetivo vital fuera dejar para la historia que su capital fue el epicentro del holocausto nuclear. Armas, armas, armas… ¡Déjense de piropos y envíenme más armas!, parece decir cada día. En las últimas semanas ha pedido bombas de racimo, que están prohibidas. Para justificarlo, le basta asegurar que Rusia las ha usado, con lo que él también tiene derecho. Ucrania gasta en un día la cantidad de munición que produce Europa en medio año.
Biden aseguró, al principio de la guerra, que no mandaría armamento ofensivo a Ucrania, porque, dijo, “eso se llamaría tercera guerra mundial”. No ha tardado en ponerles toda su tecnología a su servicio y en enviarles armamento pesado. EEUU es quien, junto a Reino Unido, lleva mandando desde 2014 ayuda militar a Ucrania para convertirla en la potencia mejor armada y entrenada de Europa, a las puertas de Rusia. Con la entrada de Finlandia y Suecia (países tradicional y necesariamente neutrales para mantener la paz) en la OTAN se añaden 1.300 km de frontera rusa amenazada.
Por el otro lado, muchas voces rusas llevan tiempo pidiendo usar ya las armas nucleares (son la primera potencia mundial), y todo apunta a que van camino de ello. Se han desligado del último tratado nuclear, como ya hizo EEUU con otro acuerdo en 2019 (y cuya vuelta pedía, sin éxito, Putin al inicio de la invasión) y tratan al bloque occidental en su conjunto como un IV Reich que quiere acabar con Rusia, entre mensajes chovinistas y reaccionarios. Su apuesta militar se basa en los mercenarios Wagner, que vienen a representar la privatización de la guerra y sacan a miles de presos para llevarlos a la línea del frente a cambio de anular sus condenas, o los del general checheno Khadirov, ambos grupos famosos por sus métodos expeditivos al margen del ejército regular y su falta de escrúpulos para seguir sus propios intereses, incluida la carrera por la sucesión de Putin, que pasará a ser un boy scout cuando le suceda uno de estos.
Los listos
En la fundación de la OTAN, su primer secretario general, Lord Ismay, ya explicó el principal objetivo de la organización: mantener a los rusos fuera, a los americanos dentro y a los alemanes, debajo.
La OTAN, el brazo armado de EEUU, que era una organización en vía muerta hace apenas un año, ha conseguido realzar su figura en estos pocos meses de manera estratosférica, arrastrando a todos sus países a comprometer un gasto inédito en armamento.
EEUU va a crear nuevas fábricas de armamento, va a dar más contratos milmillonarios a nuevos fabricantes y pretende multiplicar por cinco el número de obuses para satisfacer las necesidades de la guerra, niveles de producción que no se veían desde la Guerra de Corea, según el New York Times. La producción irá destinada tanto a Ucrania como a Europa (que ya tiene sus arsenales vacíos). Cualquiera se plantea abrir una negociación de paz con estos números, aunque sea para repartirse lo poco que queda en pie de las regiones en disputa.
En medio de un conflicto que unos no pueden ganar y los otros no pueden perder, hay millones y millones de europeos aplaudiendo y empresas de armamento frotándose las manos.
Hay ya más de 100.000 bajas en cada frente de lucha, la mayoría de ellos jóvenes llevados por la fuerza, como en todas las guerras, y por los que obviamente siento una compasión muy por encima de la rabia que me despiertan sus dirigentes.
La guerra, aquella continuación de la política por otros medios, se establece como la máxima expresión del capitalismo, que ya va camino de conseguir tres contiendas mundiales en poco más de un siglo. Tomando a la humanidad como mercancía (y como rehén con síndrome de Estocolmo) en toda esta locura. Y a las armas como única forma de diálogo y de crecimiento económico posible.
¿Cuándo seremos por fin conscientes de que no hay arma más poderosa que la conciencia colectiva? Ninguna OTAN, ningún imperio ni ningún mercenario podrá nunca con la organización humana para dejar de servir al poder, para no ir a la guerra, para bajar los brazos y desobedecer a quienes nos llevan sonrientes a la barbarie, para emanciparnos de este mundo convertido en arsenal, cuartel y cementerio… ¿Cuándo aprenderemos?
Igor del Barrio.
(Foto: mural con la inscripción «Ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases» en ruso y ucraniano)
Sobre Igor del Barrio 28 artículos
Periodista. Bloguero.Escritor

6 comentarios

  1. 👏👏👏, totalmente de acuerdo, buen artículo con análisis histórico, pero como no se puede decir nada porque te llaman proruso… 😱😱😱🥺🥺🥺

    • Pocos, creo, son prorrusos, lo que ocurre que al realizar un analisis de la realidad, los cómodos y bien nutridos maniqueos, nos apuntan con su mira. Les incomoda que miremos más lejos…Gracias por la lectura.

  2. estupendo analisis, la pena es que la epidemia de ceguera colectiva evita conocer la realidad. En Euskal Herria lo hemos estado sufriendo sños ( y continuamos igual ) cierre de periodicos, criinalizacion periodistas,…

  3. Este texto deberían leerlos todos los cabezas huecas que hasta a sus hijos les enseña a que el Ruso es malo, hace unos días me vino mi hijo diciéndome lo que escucha en el cole, y tuve que darle una clase reducida del conflicto y de los ciegos y cortos de mentes que animan a los yankees en ésta barbarie que Dios quiera no llegue más lejos, todos sabemos que podemos tener los segundos contados si a los rusos le da por apretar los botoncitos.
    Un texto formidable, enhorabuena al periodista
    Igor del Barrio.👍

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