
Por su larga extensión, ofrecemos este reportaje en tres capítulos.
La mayoría vivimos existencias parecidas: encendemos la luz al levantarnos, vamos en algún tipo de transporte a trabajar, a estudiar, a realizar actividades diversas que se nos ofrecen para llenar nuestro tiempo libre, consumimos bienes y servicios sin preguntarnos a cada segundo de donde salen y a costa de qué están a nuestra disposición. No es un juicio de valor porque a menudo bastante tenemos con nuestros dramas y alegrías personales, familiares, etc, pero lo hacemos en un mundo que, obviamente, no es como es de manera casual ni el resultado de la evolución natural. Si el acceso a la energía, a los alimentos, a la cultura es como lo conocemos, es porque es el resultado de una forma de entender y organizar nuestra presencia sobre la capa de la tierra, una forma que pocas veces decidimos la gente corriente. Hay otras maneras que duermen como meras formulaciones teóricas en las páginas de los libros, en informes sepultados en un cajón o en tesis doctorales que nadie lee, pero también están en los afanes de gentes que no se conforman y convierten en realidad un modo distinto de entender el mundo. Y hay de todo: grandes proyectos y realidades pequeñas; es una especie de revuelta silenciosa que tal vez pueda cambiar hábitos, actitudes, estilos, que quizás modifique poco a poco una realidad a todas luces injusta.
Esta es una crónica de alcance sobre todo eso. Tal vez, solo tal vez, cuando esta maldita crisis del corona virus que nos ha puesto frente al espejo pase, algunas de las ideas y de las realidades que en este trabajo se exponen nos resulten a todos de utilidad más allá de lo coyuntural. Con este duro golpe que no termina de pasar estamos aprendiendo muchas cosas en poco tiempo y a un alto precio; ojalá que no olvidemos estas enseñanzas porque la vida seguirá y de nosotros depende que cambie a mejor o, lo que es igual, a la medida de una humanidad, digna, decente, respetuosa con la vida misma.
Daniela Del Bene, junto a Juan Pablo Soler y Tatiana Roa, firman un breve artículo (“Soberanía energética” es el título) en la obra colectiva “Pluriverso” (Editorial Icaria 2019): Allí se dice lo siguiente “El concepto de soberanía energética se ha utilizado desde la década de 1990 en América Latina para cuestionar la privatización de los servicios básicos…y la corporativización -privatización- de las empresas estatales…también se ha convertido en una reacción ante el cambio climático y contra la industria de los combustibles fósiles. Por ejemplo, la soberanía energética fue incluida en las últimas Constituciones de Ecuador y Bolivia” Es de suponer que en ambos casos -como en Chile o Colombia– la enésima ola neoliberal con títeres como Lenin Moreno o Jeanine Áñez al mando acabarán por modificar las cartas magnas o desnaturalizarlas sin más.
Los autores ponen de manifiesto “…el gran potencial de la soberanía energética como proyecto político” Es, me parece, la síntesis de algo que combina la búsqueda de un nuevo paradigma: concebir la energía más como un bien común que como un bien económico. Pero estamos ante un concepto, el de la soberanía energética, muy omnicomprensivo porque alberga cuestiones de índole ideológico pero también asuntos prácticos, todo bajo el mismo paraguas conceptual.
La expresión “soberanía energética” está emparentada con la de “soberanía alimentaria” que es bandera de La Vía Campesina, un movimiento iniciado en Mons, Bélgica, en 1993 que interpela y acoge a millones de campesinos, agricultores pequeños y medianos, sin tierra, jóvenes y mujeres rurales, indígenas, migrantes y trabajadores agrícolas de todo el mundo. Las mujeres desempeñan un papel crucial en La Vía Campesina. El movimiento defiende sus derechos y la igualdad de género. Lucha contra todas las formas de violencia contra las mujeres. Los jóvenes agricultores juegan también un papel muy importante como una fuerza inspiradora en el movimiento. Cuenta con 181 organizaciones locales y nacionales en 81 países de África, Asia, Europa y América. La Vía lanzó su visión política de la soberanía alimentaria en la Cumbre Mundial sobre la Alimentación en 1996 y la definió como el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, producidos de forma sostenible y a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Es el desarrollo de un modelo de producción sostenible a pequeña escala en beneficio de las comunidades y el medio ambiente, otorgando prioridad a la producción y al consumo local de alimentos y protegiendo a los productores locales de las importaciones baratas que distorsionan los mercados.https://viacampesina.org/es/tag/espana/
No es el objetivo de este reportaje hablar propiamente de la soberanía alimentaria Solo me interesa insistir aquí, en tiempos en que asistimos a un confuso -a menudo no sabe uno bien quién es quién- despertar de los agricultores españoles (los franceses, por ejemplo, llevan tiempo peleando duro y sus revueltas son sonadas de tanto en tanto) que el concepto “soberanía energética” obedece a los mismos principios de la “soberanía alimentaria”. Sirve pues esta mención de pasada para contextualizar. Y no quiero dejar pasar algo que ya ha aparecido y que está presente siempre en cuanto digamos sobre estos asuntos, como lo está en los proyectos mismos a los que más adelante me referiré: la perspectiva de género es cardinal.
Uno podría llegar a pensar que no hay solución, que nada puede plantar batalla al neoliberalismo, nada puede enfrentar con posibilidades de éxito el formidable poder de las corporaciones y las estructuras políticas que les sirven; uno llegaría a la conclusión de que, dado que por este camino vamos al desastre, el ser humano es una anomalía sin remedio en la naturaleza. Pero no, quizás nuestras armas están en lo pequeño; puede que no podamos o no debamos plantearnos la batalla en campo abierto, pero podemos cambiar algunas cosas en nuestro día a día, y eso, acaso acabe siendo una marea.
Daniela pone la voz pero es el colectivo de la Xarxa -ella insiste en que así se diga- el que responde a mis preguntas:
–Ustedes ponen de manifiesto “…el gran potencial de la soberanía energética como proyecto político” Es, me parece, la síntesis de algo que defiende la búsqueda de un nuevo paradigma: concebir la energía más como un bien común que como un bien económico. Pero estamos ante un concepto, el de la soberanía energética, (como el de la soberanía alimentaria) muy omnicomprensivo porque alberga, por ejemplo, el cuestionamiento de los oligopolios, cambiar estructuras mentales, cuestiones de índole ideológico pero también asuntos prácticos, todo bajo el mismo paraguas conceptual. ¿No hay riesgo de que no se entienda bien al abarcar tantos campos y actitudes?-
Por ejemplo, ¿cuando exigimos soberanía energética nos referimos a una soberanía como control de las fuentes energéticas por parte del gobierno o de algún organismo especifico del estado a nivel centralizado estatal, o a nivel comunitario, descentralizado, municipal, autonómico, etc? ¿Nos referimos a una conversión inmediata y total a fuentes renovables, o a un camino progresivo que contemple también fuentes no consideradas renovables?
–Proyecto político dicen ustedes ¿Puede ampliar esta idea?
-Nos oponemos vehementemente al intento de abordar el tema de la energía como un puro asunto técnico en las manos de un saber ‘ingenieristico’ y ‘tecnicista’ si se me permiten estas dos expresiones. La energía no es solo un tema de mega watios o de potencia instalada. La manera en que hoy en día nuestra sociedad gestiona las fuentes energéticas es el espejo de una visión y cultura política, centralizadora y centralizada, nacionalista en términos de control sobre las infraestructuras. Y también ‘colonial’, es decir que repite los patrones de despojo y de la creación de zonas de sacrificio para extraer recursos, controlar territorios y explotar a las personas.
El lema usado comúnmente entre movimientos sociales es “energía para quién y para qué”, a lo cual me gusta añadir el “por quién” y por supuesto ”qué energía” Los proyectos populares de soberanía energética de hecho abordan tanto el tema de las fuentes energéticas, como toda la relación que el ser humano tiene con la energía, quién la usa, la gestiona y la comparte, para qué la usa y quién la controla y toma decisiones importantes sobre ella-
-¿Puede explicar más en detalle la relación con el ‘ecofeminismo’?–
-Ese es un tema que desde la Xarxa llevamos trabajando desde hace unos años y saludamos a los muchos grupos que se reconocen en la reflexión de los ‘ecofeminismos’ en el Estado español y en el mundo. Hemos aprendido mucho juntas y nuestras convicciones son fruto de debates colectivos.
La primera relación clarísima que se puede destacar es la escasa presencia de mujeres en las instituciones y empresas que regulan y dominan el sector energético. Para citar unas cifras significativas: según un estudio del 2016, solo un 16 por ciento de los
Alba Alba del Campo ttps://vientosur.info/IMG/pdf/13._empoderamiento_mujeres_y_soberani_a_en_la_necesaria_transicio_n_energe_tica.pdf
Pero las relaciones de la soberanía energética con los ‘ecofeminismos’ van mucho más allá de la presencia de mujeres en los órganos de poder. Reconocemos que no es solo un tema de distribución de poder entre hombres y mujeres, en esta visión binaria de la sociedad y del genero. Desde la Xarxa queremos primero impulsar un entendimiento inclusivo de nuestras sociedades, donde cada colectivo se sienta acogido. Luego, queremos defender que nuestro modelo de gestión de la energía reconozca y defienda los colectivos vulnerables, que son aquellos que el sistema capitalista da de lado porque no son productivos. Según cada contexto social, cultural y político, las mujeres son uno de los grupos más impactados por el actual modelo energético, pero también gente mayor, o pueblos indígenas, etc.
La energía no se debería entender como un bien económico, sino como un bien común, igual que el agua o el derecho a la vivienda, una base indispensable para los cuidados de nuestros cuerpos, hogares, medios de sustento y ambiente. En pocas palabras, indispensable para una vida digna y para su reproducción.
Finalmente en la Xarxa, queremos también destacar la relación de la soberanía energética con los feminismos comunitarios, en cuanto desafían estructuras de dominación y extractivas que se arraigan en el patriarcado y el colonialismo y reclaman territorios y cuerpos como lugares de vida y de reproducción de una existencia digna, lugares que en muchas culturas tienen valores sagrados. Desafiar las estructuras de poder y toma de decisión en relación a la energía toca el nervio de las estructuras de poder social en su conjunto, hasta llegar a las estructuras familiares y a la relación con el resto de los seres vivos. Aura Lolita Chávez Ixcaquil, feminista comunitaria maya y defensora del territorio en lo que hoy también se conoce como Guatemala, explica este concepto desde la cultura comunitaria maya, cuando dice que somos ‘cosmo-convivientes’, vivimos en y dependemos de la reciprocidad del ‘Cosmo -Ser’-
–¿ A qué se refieren exactamente con el término «Descolonizar” en este ámbito?-
-Tiene mucho que ver con lo que acabo de comentar. Diría en primer lugar que se trata de no pensarnos como individuos independientes y autónomos, sino como interconectados e interdependientes. Podríamos pensarnos, de hecho, en los conceptos de las compañeras maya, como ‘cosmo-convivientes’ Se trata de cuestionar el control de las decisiones en relación a la energía por parte de un oligopolio de empresas y fondos de inversión, con escasa participación democrática ciudadana y los tratados comerciales internacionales que los avalan y los fomentan.
Muchas empresas siguen perpetuando injusticias beneficiándose de una impunidad criminal. Miramos por ejemplo las operaciones devastadoras en Nigeria de la multinacional anglo-holandésa Shell, o la italiana ENI, la francesa Total, o la minera brasileña Vale en sus crímenes en Mariana y Brumadinho, o los mega proyectos hidroeléctricos de Enel-Endesa. La lista de desmanes es muy larga. En la base de datos del EJAtlas.org hemos estado sistematizando información sobre más de 3.000 conflictos socio ambientales en el mundo y muchos de ellos tienen que ver con la generación y control de fuentes energéticas.
Este modelo energético sigue afirmando relaciones de poder coloniales pues considera algunos lugares del mundo como ‘sacrificables’ para su lucro, denegando dignidad a modos de vida autóctonos, quitándole sustento o directamente matando a defensores de derechos humanos y ambientales. Descolonizar pues remite a transformar la manera de pensar, desmantelar estructuras de poder y construir nuevos proyectos políticos que defiendan otras maneras de pensar y vivir una vida digna-
-¿Cómo debe actuar la sociedad civil en la transición hacia un nuevo modelo basado en la SE?–
Hay cooperativas eléctricas en el estado español a pesar de que tenemos un marco legal no siempre favorable. Se está hablando mucho de las ‘comunidades energéticas’, que son otra manera de organizarnos y actuar, invertir y construir. Hay experiencias de recuperación de centrales hidroeléctricas, como la de Aragón. Hay que cuidar mucho de que la tan proclamada transición energética no acabe sustituyendo una tecnología por otra pero sin cambiar, que siga en las manos de unos pocos intereses capitalistas.
Como Xarxa, entre 2017 y 2018 hemos trabajado conjuntamente en la redacción del libro “Tenemos Energía! Desafíos de la Transición Hacía la Soberanía Energética” (Icaria Editorial) para compartir nuestras reflexiones. Allí también apuntamos a algunas experiencias en el mundo que nos parecen interesantes en este sentido.
Sospecho que la UE está más bien en modelos más tradicionales. ¿Aprecian, sin embargo y al menos, una sensibilidad distinta? ¿Y en las Instituciones, empresas, etc españolas?
No veo personalmente sensibilidades distintas entre empresas, pero sí entre instituciones, sobre todo a nivel municipal. Esto sí, creo que el municipalismo es un ámbito de acción y transformación más al alcance de la sociedad organizada. Nuestros municipios y nuestros territorios son quizás el lugar dónde podemos demostrar que sí se puede y se deben hacer las cosas de forma diferente, que se pueden operar transformaciones profundas. Sin embargo, no podemos dejar de disputar las relaciones de poder a nivel estatal, europeo y finalmente transnacional para defender estas transformaciones socio-ecológicas. Procesos de transformación del derecho internacional como es la Campaña Global contra la Impunidad de las Transacionales y para un tratado vinculante es, por ejemplo, una vía importante desde donde se están construyendo nuevos marcos de reglamentación y control de las empresas y para la defensa de los derechos humanos y del medio ambiente. https://www.stopcorporateimpunity.org/tratado-vinculante-proceso-en-la-onu/?lang=es
Juan A. Cabrera Padilla.
Continuará…
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