Mi graciosa reportera

Hay personas que son graciosas. Nacen con esa chispa y la van desarrollando. Puede ser que en algún momento se cansen o la chispa los abandone y entran en gente común. Se dedican, en general, al espectáculo o a la política.

Sin embargo, las que me parecen más interesantes son las personas serias, o incluso con un aire de pasotismo, las que se quedan en un rincón sin atraer la atención, porque sienten pánico de las miradas, pero, sin pretenderlo, en un momento sus vidas dan un giro y empiezan a ser insólitas, les acontecen hechos increíbles, su tono cambia y dan a su relato una gracia especial. En realidad, no quieren ser chistosas, pero no les queda otro remedio, porque tienen las mejores historias.

Este era el caso de mi amiga Lea. Nos habíamos conocido en el instituto. Era una joven seria, aplicada y apasionada por la Física. La única atracción para ella era la de las masas; la de sexos quedaba para la literatura. Por eso no me sorprendió cuando en el 1987 aceptó una beca para estudiar en Moscú; ella iba a estudiar, los demás íbamos a ligar a la Universidad.

Me encantaban sus cartas: “la vida en Rusia es un atropello de situaciones nuevas. Cada día es una aventura o varias…”, “el otro día me pararon en el metro, querían invitarme a salir…”, “haciendo cola en el supermercado para comprar papilla infantil, me han preguntado por mis hijos, se han sorprendido cuando les he dicho que la papilla era para mí…”, “me ha invitado al Bolshoi el afinador de pianos…”.

Sin duda la más inquietante ha sido la última:

“…yo había votado como excursión fin de año ir al lago Baikal, pero cuando estuvimos visitando la Agencia Tass, Edu del que te he hablado en otras ocasiones, tuvo a bien confrontar al director de la Agencia, que de paso es el que nos autoriza la excursión, con las noticias que se escribían en Pravda. Mejor dicho con lo que no se escribe, empezó a explicarle que él se había enterado de la explosión de Chernóbil por su familia en España.

¡Imagínate! Mi nivel de ruso no daba para entenderlo todo, por eso mi cara seguía plácida, mientras que los veteranos empezaron a carraspear, beber agua compulsivamente, poner ojos místicos. ¡Qué sé yo cuántos aspavientos! Y al final entendí al director de la Agencia que, sin duda, tenía mejor acento: “pediré que cambien el destino de su viaje de estudios, irán a Armenia y podrán comprobar la guerra desde primera línea, ustedes serán los reporteros”.

¡Todavía no me explico como pude entender tan bien una frase tan difícil! Primero me quedé estupefacta por haberlo entendido, pensé que era el día de San Pentecostés, y que el espíritu Santo me iluminaba a mí y a mis compañeros que de los ojos místicos habían pasado a los beatíficos en una hoguera. Cuando caí de mi paloma pentecostal, me quedé más estupefacta aún, porque ¿te has dado cuenta que Armenia está en guerra con Azerbayán por el territorio Nagorno Karabaj?

Salimos de allí desanimados, Paco intentaba quitar tensión al momento, hacer cambiar de opinión al director; solo Edu iba contento y se oyó al director “escriban una buena historia”.

El veinticinco de mayo hemos aterrizado en el aeropuerto de Ereván. No obstante, se nos ha pasado la preocupación y parecemos  turistas japoneses, todos con cámaras fotográficas al cuello, asintiendo a todo lo que decía el guía que nos ha recogido en el mostrador. Eso sí a Carmen y Luis les han requisado sus cámaras porque está prohibido hacer fotos en el aeropuerto, considerado territorio militar. No valieron sus súplicas de que solo les interesa el monte Ararat y el arca de Noé. Bien hemos empezado.

Armenia parece un país muy mediterráneo, incluso tiene una arquitectura medieval muy románica. Te gustaría mucho conocerlo.

Lo que en realidad quería contarte es que el guía me ha invitado a dar un paseo para conocer Ereván de noche. Yo he protestado porque hay toque de queda y está prohibido, pero él ha insistido. Ver las estrellas desde este rincón del mundo es una oferta a la que es difícil negarse. Iré con otra compañera española, no me atrevo a ir sola, tan insensata no soy. Ya te contaré el desenlace, voy a apurarme para echar la carta al correo.”

He leído la carta diez veces y no sé cómo actuar. En las noticias siguen con los bombardeos en Nagorno K. Ojalá mañana llegue la continuación de la carta.

Arancha Naranjo

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Arancha Naranjo Lumbreras (Palencia, 1969). Española, educada en varios países europeos: Francia, Rusia, Dinamarca. De formación Historiadora y Bibliotecaria, ha incursionado también en el mundo del Derecho, a través de su trabajo en la Administración Pública. En la actualidad se dedica a la escritura, habiendo publicado cuentos en varias Antologías colectivas: Desde el confinamiento: Relatos de urgencia, proyecto del Hospital de Brugos; Antología de Labios rojos, chocolate y una rosa, proyecto amadrinado por Rosa Montero que surgió de las colecciones de Carmín y Chocolate; y ahora participa en un proyecto coordinado por Liliana Blum que ha surgido de los Talleres de Sonia Higuera.

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