Muertos

Cien muertos en Aragón. El miércoles, 22 nuevos contagios registrados en el centro de Salud de Fuentes de Ebro. En este ambulatorio se atiende a pacientes del pueblo y alrededores, familias cuyos hijos e hijas vienen al instituto. Casi quinientos muertos en toda España. Contagios a decenas de miles.
Pero todos tranquilos, los chicos y chicas vuelven a las aulas. Que hay que explicarles las subordinadas y la Segunda Guerra Mundial, por si no sobrevivimos a la Tercera, la del enemigo invisible que ha hecho perder la razón a tanta gente.
Clases con veintimuchos alumnos, aglomeraciones en los pasillos y el transporte escolar, la distancia de seguridad de pronto desaparece de las prioridades de la Administración. Pero todo bien. Los contenidos son lo primero.
Y hoy me preguntaba cómo es posible. Miro a mis compañeros y compañeras. Me siento orgullosa de pertenecer a un colectivo de profesionales que nos hemos adaptado a las nuevas circunstancias, que hemos trabajado desde casa, que volvimos al centro cuando se nos dijo que era seguro. Que hemos visto trabajar a nuestros equipos directivos ideando planes de contigencia cuando los jefazos volvieron la espalda y no movieron un dedo. Que pasamos el mismo miedo que el resto de la sociedad, cuando a un chaval o a un compañero lo confinan por proximidad con positivos. Que estamos diciendo la verdad, como el niño del cuento que veía en pelotas al emperador mientras los demás imaginaban un traje de la mejor seda, todo bordadito de pedrería. Que sabemos mejor que los padres todos los riesgos que conlleva el contacto diario en las aulas porque TRABAJAMOS ALLÍ. Y son las clases, el recreo, las puertas de entrada. Sus hijos fuman, sin mascarilla, claro, se besan y abrazan. Y luego entrarán en espacios limitados, porque no podemos inventarnos recintos. Y habrá contagios, y entonces, qué. ¿Seremos también responsables nosotros de no haber vigilado a cada alumno, dentro, fuera, arriba, abajo?
Ojalá fuéramos un colectivo más unido, capaz de plantar cara, de arremolinarnos como las familias clamando por el regreso, pero al revés, exigiendo el mantenimiento de medidas razonables, no contradictorias con todas las que se imponen en otros ámbitos de la sociedad. Ojalá los padres y madres, los que mandan, entendieran que somos quienes podemos juzgar con conocimiento de causa el medio en que nos movemos, los riesgos que corremos. Pero no. Los responsables de Educación filtran noticias a los medios antes que a nosotros, los interesados. Y dan entrevistas que falsifican la realidad. Los profesores queremos la presencialidad, yo la primera. Pero cuando no sea un riesgo palmario. Y no puede usarse el argumento de que ya hay centros que ya han vuelto a las clases: lo han hecho para disponer de algo de tiempo y no pillarse los dedos. Y las familias, qué pena que no nos escuchéis, que no antepongáis nuestra petición, ya casi un ruego, porque es muy muy muy importante que el chico o la chica se lo aprenda todo.
Patricia Esteban Erlés

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