No te cansas

Un día descubres que hay algo que te gusta muchísimo hacer. Que haces mentalmente o robándole el tiempo a otras cosas, mientras hablas con alguien que ni lo nota, antes de dormirte. Escribes porque el tiempo que le dedicas a esa rareza es el más denso, el más útil, el que más felicidad te produce de todos los tiempos de que dispones. Escribes en voz baja, con subtítulos, para adentro, escribes como si lloraras o estuvieras a punto de morir. Empiezas en el cuaderno de matemáticas, con el tiempo sabrás de lo útiles que son las servilletas de bar, las libretas baratas, las páginas en blanco de algunos libros que te inspiraron. Escribes porque no puedes dejar de hacerlo, porque eso que cuentas te explica, en cierta forma, te justifica.

No te cansas de escribir, nunca es bastante, nunca terminas de contarlo todo. No deseas otra cosa que seguir haciéndolo, que hacerlo el resto del tiempo que te quede.
Esto es lo que pienso yo, después de leer las sabias palabras de Stephen King, que sabe que escribir es una forma de entender el mundo y la propia vida de quien se dedica a ello.

 

“Cuando descubres que estás dotado para algo, lo haces hasta sangrarte los dedos o tener los ojos a punto de caerse de las órbitas. No porque siempre te juegas el todo por el todo; porque tú, creador, te sientes feliz. Quizá hasta en éxtasis. El programa agotador por el que abogo (de cuatro a seis horas diarias toda la semana) solo lo parecerá si son actividades que ni te gustan ni responden a ningún talento tuyo. De hecho, puede que ya esté siguiendo uno parecido”.

Texto: Patricia Esteban Erles

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