Octavio Salazar, #WeToo, Margalida Mullet y #HomesTransitant

El pasado 10 de mayo tuve la oportunidad de introducir, junto a mi querida Margalida Mullet, la presentación de Octavio Salazar de su último libro, #WeToo, en la librería Lluna, de Palma de Mallorca.

 

Sentir que te encuentras al lado de uno de los hombres que actualmente ofrecen una de las miradas más coherentes en lo referente a la masculinidad en el estado español, como es Octavio Salazar, y hacerlo desde la dimensión micro que supone una dinámica como la que se viene desarrollando en Mallorca, desde #HomesTransitant, supone un reto, que conlleva una necesaria introspección.

Acompañar a Octavio en su presentación de #WeToo, supone aceptar lo que de pequeño y local contiene una perspectiva minorizada, como es el desarrollo de la implicación de los grupos de hombres en la isla, como ejercicio de responsabilidad y de compromiso, con la deconstrucción de la cultura machista. Por el contrario, el machismo, esta cultura masculina que identificamos como gigantesca, profundamente extensa y viral, global y estructuralmente aposentada, está también en lo pequeño, en lo cotidiano, en la dimensión micro, asimismo sumamente naturalizado, invisibilizado, incluso justificado por múltiples capas y parámetros. En lo cotidiano y en lo más global.

 

Identificar su extensión su virulencia, sus ramificaciones, sus entramados, supone un ejercicio que seguramente debe ser tomado desde lo particular, desde lo personal, abrazando cada uno de nosotros, la responsabilidad de deshacer, desmontar, destruir todo entramado, toda coraza protectora, incluidos los privilegios que se nos vienen otorgando, que los integramos y normalizamos usándolos en beneficio propio como poder natural. Desde lo más simple a aquello más agresivo y violento, como dominadores, violadores, como cómplices silenciosos, o como sostenedores carroñeros de quienes ejecutan en grado máximo la violencia.

Y estar codo a codo con Octavio, junto a una mujer feminista de raíz, que comparte presentación mostrando toda su ternura, su fuerza, su vida y compromiso, conlleva reconocer, de nuevo la minúscula aportación que los hombres vamos realizando a la imprescindible tarea de desmontar al Patriarcado y todos sus privilegios. Dice Margalida Mulet: “Creo que nací feminista. Sí, fue así. Asimismo, estoy segura de que la vida me hizo feminista”, de este modo nos muestra todo el empoderamiento, paso a paso, desde su experiencia pausada, constante y comprometida, creciendo en conciencia y compromiso. Toda una vida.

Poco podemos añadir los hombres. Nacimos con el mandato que nos sostiene y mantiene, en el orden androcéntrico, crecemos en él y desde este centro, olvidamos habitualmente que no sabemos dar valor a las cosas importantes de la vida. Poco se nos enseña a considerar el valor de poner la vida en el centro. Apartados del eje de los cuidados, nos cuidamos de estar en “lo importante”, aquello que así definimos. Al fin y al cabo, eso que acaba siendo lo periférico.

 

En el amplio recorrido de sus obras, Octavio Salazar, se nos muestra como un guía, un referente para que podamos orientarnos hacia las cosas que son realmente importantes. Lo más hermoso está a menudo en lo más pequeño, lo más cercano. Aquello más simple, no tanto en las grandes hazañas, a menudo constituidas en los espacios de la masculinidad dominadora, guerrera, violenta, competitiva. Una invitación a la que también nos introduce #WeToo, dirigido a ser brújula de las personas más jóvenes, en este crecer, en el empoderamiento que acompaña la conciencia feminista, para las mujeres jóvenes, también para los muchachos que despertando a la igualdad de género, quieran transitar hacia modelos de equidad.

Para finalizar, os dejo aquí el diálogo al que, tras la presentación, invitó Justo Fernández a mantener con Octavio. Nos ayuda a conocerle mejor, sobre todo a ampliar y compartir, a transitar por el territorio de hombres que buscan abandonar privilegios, hombres que tratan de desnudarse de sus acorazadas armaduras patriarcales, de profundizar, al menos comprender aquello que debería ocuparnos a los hombres la mayor parte de nuestro ser y hacer: Mirar el centro de la vida, para descubrir cuales son las cosas que importan.

 

Pere Fullana.

 

Entrevista de Justo Fernández a Octavio Salazar. Palma de Mallorca.

 

Justo Fernández: ¿Sabes? Te quiero mucho porque me haces ver que sientes profundamente el dolor del terror. Y no es tan habitual en un hombre como desearíamos. ¿Cómo recibes esto?

Octavio Salazar: Yo es que cuanto veo unidas, o muy cerca, palabras como amor, dolor y terror, siento una sacudida por dentro que me hace ponerme alerta. Creo que una de las mayores dificultades para la igualdad real, y por lo tanto para que las mujeres y los hombres podamos habitar un mundo más feliz que el presente, radica en cómo seguimos entendiendo el amor, las relaciones afectivas, y no digamos el sexo. Yo creo que hoy por hoy, junto a la dimensión más estrictamente política y que tiene que ver con el poder, el meollo de la desigualdad está ahí, en cómo entendemos las dependencias y los cuidados, las emociones y los cuerpos. Esa es la clave más revolucionaria que, por cierto, ya la apuntaron hace más de un siglo mujeres como Alejandra Kollontai.

JF: #HomesTransitant. Hombres en tránsito. Ellas nos guían. ¿Te parece bien?

 OS: Yo creo que los seres humanos somos, yo diría que por naturaleza, seres en tránsito. Si asumiéramos esa condición, que supone entre otras cosas eliminar los compartimentos estancos que ha creado el sistema sexo/género, nos ahorraríamos muchos problemas. No creo en las identidades, que me parece claustrofóbicas, creo que en las subjetividades, siempre en movimiento.

En este sentido, los hombres tenemos la ardua tarea de desaprender todo lo que el machismo nos ha ido “metiendo en vena” durante siglos. Eso implicará un proceso que me temo nos llevará toda la vida. Yo creo que lo importante es estar en ese proceso, vivir en ese gerundio, teniendo, claro, conciencia de género o, mejor dicho de las diferencias jerárquicas que supone el género. Ahora bien cuando hablamos de un tránsito parece que siempre debemos tener como un lugar de llegada y tal vez sea esa lo que no tengamos claro, o sí… Yo creo que el objetivo debería ser superar el binomio masculinidad/feminidad. Por eso yo no persigo un hombre nuevo, persigo acabar con la masculinidad. De lo contrario me temo que corremos el riesgo de seguir prorrogando privilegios, protagonismo y poder.

 

JF: El Feminismo está en su cuarta ola ¿En qué ola estamos los hombres?

OS: Yo creo que la mayoría de los hombres estamos sobrepasados por el tsunami feminista, que nos ha dejado desnudos en la orilla y enfrentados a nuestras propias miserias. Ojalá este momento histórico sirviera para que de una vez por todas nos sintiéramos interpelados y empezaramos a cuestionar esa masculinidad tan dañina para nosotros mismos y para el universo. Y el resultado debería ser que esa cuarta ola borrara definitivamente la masculinidad de la faz de la tierra.

JF: ¿Crees que puede existir un IBEX35 igualitario? ¿O eso apesta?

OS: Son dos retos distintos y progresivos. Me explico. De entrada, las mujeres tienen derecho a estar en los mismos lugares que estamos nosotros, y con las mismas condiciones. Aunque esos lugares nos parezcan nocivos o censurables. Es su fundamental derecho a ejercer el poder igual que nosotros, también el económico. Ahora bien, el siguiente reto, que sería por así decirlo un punto más avanzado, sería construir un mundo sobre otros presupuestos que no fueran los del sujeto individualista, egoísta, competitivo… Es decir, ese “homo economicus” sobre el que se fundamenta el patriarcado en cuanto estructura de poder y por supuesto el capitalismo en su versión más salvaje.

 

JF: Los hombres que trabajáis/trabajamos desmontando viejas masculinidades lo hacemos (o deberíamos) inspirados por el Feminismo. A veces nos retribuyen por ello. ¿Podría estar ocurriendo que nos pagaran más que a las feministas activistas?

OS: Sin duda, yo mismo soy parte de esa tesitura ciertamente compleja y en muchos casos criticable. Como hombres, seguimos teniendo más prestigio y reconocimiento, se nos abren más puertas, se nos da más voz y espacio. Yo siempre me debato en esa encrucijada. Por una parte, en cuanto sujeto privilegiado, debería aprovechar esos espacios en los que se me ve y se me valorar para ser crítico e ir desmontando el sistema. Por otra, debo tener mucho cuidado en no caer en los excesos que yo critico, y no es fácil, porque con frecuencia asumimos un papel protagonista.  En cuanto al tema de pagar, yo tengo claras un par de cosas. Hay una parte de mi trabajo que es pura y dura militancia: no se me ocurre exigir que me paguen cuando doy charlas en institutos, en asociaciones, en colectivos ciudadanos, ni cuando alguien me pide ayuda desde el activismo o me deja claro que no tiene recursos para montar una actividad.  Cosa distinta es cuando participo en algo a nivel institucional donde creo que es importante que se valore el trabajo, también científico y académico, que se hace desde el feminismo. De lo contrario, me parece que reducimos de nuevo este trabajo a mero voluntarismo.

 

JF: Proponme un privilegio al que deberíamos renunciar en este momento.

OS: Yo creo que deberíamos renunciar a sentirnos siempre los protagonistas. Y me consta que es una tarea harto complicada porque el mundo en general nos lo pone muy fácil. Deberíamos ir rompiendo esos pactos de los que habla Celia Amorós y que fundamentan el patriarcado. Sería una manera de resquebrajar esos cimientos. No pasarnos el poder de unos a otros, introducir grietas en las fratrías, … Convertirnos en sujetos incómodos en esos espacios de seguridad para nosotros. Y al mismo tiempo seguir aprendiendo mucho de las mujeres feministas. Reconocer nuestras ignorancias y al mismo tiempo la autoridad de ellas.

 

JF: Para acabar. ¿Por qué los hombres matamos a las mujeres?

OS: Porque seguimos entendiendo que ellas son seres disponibles, intercambiables, a las que usamos para satisfacer nuestras necesidades, y a las que por lo tanto necesitamos tener bajo control. Las matamos porque no reconocemos su subjetividad ni su autonomía. Las matamos, en fin, por nuestra propia incapacidad para reconocer que somos seres dependientes y que nuestra libertad es una ficción. Las matamos porque es la única manera que tenemos de demostrar que seguimos siendo hombres de verdad.

 

Justo Fernandez

 

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