Plusvalía patriotica

 

 

A mí, que quieren ustedes, lo de Ferrovial no me extraña. Lo que me escandaliza es que haya quien pensara que no marcharían. Quizá es que  el paso del tiempo nos ha curado los pasmos y  nos cogen las cosas como repetidas. Se marchan de España con el apoyo mayoritario de más del noventa por cien de la junta de los accionistas. Lo ha definido perfectamente uno de ellos. El patriotismo es la plusvalía de dividendos” Ha dicho el payo sin despeinarse. A mí esa franqueza me gusta. Porque la entiendo y me ratifica en lo que desde hace tiempo he venido pensando. Que el patriotismo, el patriota de verdad, ese que  viste de rojo y gualda,  con la polaina ajustada y calza paquete a la derecha, siente devoción a una sola patria: la del dinero. El dinero sobre todas las cosas. Bueno, el dinero y el poder, porque éste, a su vez, genera  más dinero. Lo demás son farales que se coloca para convencernos -a la inmensa plebe- de que les mantengamos y trabajemos en su favor, calladitas y sumisas, a ser posible.

Y me gusta que lo admitan porque no nos hacen perder tiempo con las zarandajas de siempre. Los ejércitos lucen banderas al viento. A las guerras se va con elocuentes arengas sobre la patria amada, sobre la tierra madre, sobre la libertad, o sobre los diversos dioses que avalan el poder terrenal con el mismo fin: llenarse la andorga y los bolsillos. Si en vez de eso contaran la verdad, yo creo que los soldados desertarían en bloque y las madres de la soldadesca harían como las revolucionarias francesas, colgar de una pica las cabezas que mercadean con la vida de sus hijos.

 

Decía en una ocasión una aristócrata de alta alcurnia y baja cama que los pobres éramos imbéciles y nos merecíamos lo que nos pasaba…Ante la extrañeza de los escuchantes, continuó: “porque con todas las putadas que les hemos hecho a lo largo de la historia, ahí siguen, sin rebanarnos el cuello” Y yo estoy de acuerdo con la señora. No sé si nos merecemos un Ferrovial en nuestra vida, pero desde luego, quejarnos…poco porque lo que no podemos es mostrar la extrañeza exagerada. ¿O es que ustedes, queridos/as lectoras que han bufado ante la espantá, piensan que hay alguna multinacional o gran empresa que nace, crece y se desarrolla para hacer patria, dar de comer al obrero/a y crear riqueza? Perdón, esto último, sí, pero para ellos. Crear riqueza y que caiga en sus bolsillos. Jamás en los nuestros. Jamás, porque si fuera así nuestro capitalismo no sería tal sino una inmensa ONG y nosotras una alegre ciudadanía libre, igualitaria y socializada. Y no.

Por tanto, agradezco la franqueza del accionista, cuando dice que la patria es incrementar el dividendo. Quizá el liberalismo en sus orígenes no fuera tan descarnado, tan astutamente perverso, hasta es posible que el bueno de Adam Smith tuviera buenas intenciones, pero se han disipado como un helado encima de la estufa. El capitalismo, por definición, es egoísmo social puro y duro. El señor Smith y sus teorías apuntaban a la satisfacción por el egoísmo, es decir, que la propia dinámica de la acumulación movería el mercado autorregulándolo y cubriendo las necesidades sociales. Y un zurullo, señor Smith. El mecanismo jamás funcionó así. El mecanismo capitalista es genuinamente egoísta hasta la enfermedad. El capital invierte con el único fin de generar más y más riqueza que se reparte en las pocas manos que son dueñas del capital inicial. Los accionistas. Y si tiene que arrancar cabezas y almas para que esa rueda siga engrasada, lo hace. Sin piedad porque esa virtud es antagónica con el sistema. No hay piedad. Nunca la hubo porque para producir la plusvalía y repartir dividendos al accionariado no se puede tener piedad, ni amor, ni patriotismo (salvo el propio, el del dinero) ni zarandajas emotivas.

Eso nos lo cuentan para que nos lo creamos y no los rebanemos el cuello, como decía la señora condesa o duquesa.  De la misma forma se emprenden las guerras por motivos espurios, a saber: conquista de territorios para generar más riqueza del que gana la guerra, conquista de bienes deseables (petróleo, oro, coltán…) Las invasiones o las batallas se decoran con himnos y banderas que bailan al viento levantando el animo de quien, aborregado, camina hacia la muerte o el crimen, pero la verdad, la oscura y malvada verdad es que siempre hay un fin espurio detrás. Poder y dinero.

El patriotismo es repartir dividendos, tal como confiesa el sincero accionista de Ferrovial, que imagino se le escapó la sinceridad sin querer, y ya le deben estar dando collejillas porque la verdad, amigas/os, no debe decirse, no sea que la escuchemos, se nos caiga el velo de los ojos y tornemos la mirada hacia los cuellos del capital blandiendo cuchillo cebollero.

Llegar a esta conclusión cuesta tiempo. Verificarla, años de vida en que una cree en el sistema, se deja engañar por discursos trufados de grandilocuencia, llamadas a las emociones y manipulaciones varias. Lo cierto es que casi produce liberación escuchar que alguien dice la verdad entre tanta sosada patriotera.

Ferrovial y su marcha es una inocentada. Quizá debiera decir que la inocentada es que alguien se escandalice y dudara por un solo momento que lo harían. Que saldrían petando hacia el país que les ofreciera ventajas fiscales y pudieran ahorrarse unos eurillos. Porque eso lo tienen también, son ricos porque son avaros hasta el ridículo. Un poderoso es capaz de negociar a puñal y espada por unos céntimos de más en un convenio colectivo. Que una se pregunta lo mismo que ante los regateos en los zocos ¿ya merece la pena tanto tiempo para ahorrar tres o trescientos euros? Pues sí, le responderá el genuino capitalista, porque con esos tres euros, él, los hará correr hasta producirle treinta y esos treinta, trescientos…y así hasta el infinito. Porque  de eso trata  el capitalismo.

El capital no duda en enviar a la muerte a los niños mineros del coltán, ni enviar a las tumbas o al fondo de los mares a la plebe, mientras ellos bailan y disfrutan en sus palacios, para generar riqueza. Mucha riqueza, que reparten entre los suyos, solo entre los suyos. Al capitalismo no le importa invadir un país y apuntarse en su haber 300.000 muertos, o dar un golpe de estado y eliminar al miles de personas  si con ello toma posesión de pozos petrolíferos, minas de cobre, coltán, oro, plata o bananos ¿O creen ustedes que las grandes fortunas yanquis se labraron tejiendo banderas?

El sistema no tiene capacidad de autorregulación ni de reforma. El sistema envenenado del capitalismo amparado en un neoliberalismo enfermo de especulación y avaricia no puede reformarse ni mejorar porque de hacerlo, se autoinmolaría. Su pura esencia es la que es: promover sufrimiento, sometimiento al poder político amigo y destruir al que se le enfrenta porque sabe muy bien que en ello le va la supervivencia.

Esto que les digo, es algo sencillo de entender que nos cuesta mucho ver porque se enfrenta directamente contra nuestra voluntad de vivir tranquilas. Saber que enfrente tenemos a un gigante con el mandato de ahogarnos lo más posible, es incómodo, por eso preferimos cerrar los ojos y pensar en la bonhomía del sistema o en la posibilidad de reforma. Como consecuencia, nos extraña que Ferrovial, por ahorrarse unos miles (vale, cientos de miles, millones de miles) de euros, pase por encima del patrioterismo -aquí escucho el carcajeo de del Pino– y marche con sus legajos a aposentarse en Holanda, que es Europa, por tanto EU, y que sin sonrojarse ni un poco acoge a delincuentes fiscales y los ampara con amor. Amor capitalista.

Saludo y agradezco al accionista que confesó lo del patriotismo de la plusvalía y les aconsejo a ustedes que dejen de creer en los Reyes Magos. Son tan reales como que el capitalismo se autorregula, que el sistema puede cambiar y que el neoliberalismo es humano…

Y aquí vuelvo a escuchar las sarcásticas y estruendosas risas de don Ignacio del Pino. Descendiente directo de sus antepasados que convivieron con la dictadura, se aprovecharon de los presos esclavos para hacer crecer su empresa, compraron voluntades y vidas para forrarse. Y todo con la bandera de España en la muñeca y hasta en los calzones. Que no se diga que el dinero no es patriota.

 

María Toca Cañedo©

 

Sobre Maria Toca 1539 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

6 comentarios

  1. Después de leer tu artículo Maria la pregunta/ sensación/ sentimiento que me queda, me cuesta discernir cual prevalece; es, ante tal relato que se podrá estar de acuerdo o no, pero si lo estás… ¿que grado de anestesia y ausencia de sensibilidad humana y social tenemos para estar en donde estamos? Y además permitirnos quienes compartimos esas no ideas si no emociones o sentimientos, a ciertos niveles; seguir autoconvenciendonos de que los poderes no corrompen y contaminan. Algo así trato Sartre en Las manos sucias. Gracias Maria por dar momentos de claridad acompañada con una plástica y una percepcion que llega al corazón.
    Juanjo.

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