Que soy yo, seño, Ruyman

Rosana, profesora jubilada de biología en un instituto de Las Palmas de Gran Canaria, salió de su sesión diaria de ejercicios de Pilates en un centro de mantenimiento físico en el populoso Barrio de Guanarteme.

El día se presentaba templado, con la clásica tapadera de nubes bajas del alísio, más conocido en las Islas Canarias, como “panza de burro”. Caminaba sin prisa por las estrechas aceras del barrio, buscando, instintivamente, con la mirada a alguien a quien saludar. Su carácter, alegre y abierto, le había granjeado la amistad de numerosas personas de la localidad, a pesar de no haber nacido en la isla, sino en un punto tan lejano de la península, como Gijón.

A unos veinte o veinticinco metros, en  la dirección en la que caminaba, un hombre mendigando yacía en el suelo con la mano extendida, ocupando casi toda la acera. Su aspecto sucio y harapiento, encubría su juventud, castigada por una veloz carrera de alcohol y drogas. Por ello, tal vez tuviera menos de veinte, pero por el aspecto demacrado y delgado en grado extremo, también podría adjudicársele el doble de la edad real. Junto a él, una bolsa de plástico, cubría pudorosamente un brik  de vino peleón de Castilla-La Mancha.

Rosana, por un instante dudó si cambiar de acera para no tener que pasar por encima del mendigo; pero algo extraño y familiar a la vez en aquél, le hizo continuar en su dirección. Contra su costumbre de no perpetuar la mendicidad, ni la caridad, hurgó en uno de los bolsillos del chándal que vestía, y allí, junto a las llaves de la casa, halló unas monedas. Al llegar junto al mendigo, se agachó para depositar en sus manos el óbolo de ayuda; pero en ese instante, la otra mano huesuda del mendigo, le sujetó por la muñeca con fuerza y desesperación de náufrago. Rosana, sintió una sacudida eléctrica por todo su cuerpo y temió lo peor. El mendigo se dirigió a ella con voz temblorosa y emocionada:

-¡Que soy yo, “seño”!- dijo, mientras en sus ojos brillaba un halo de esperanza.

Rosana, en principio no le reconoció, aunque esa sensación de estar ante algo familiar se acrecentó. El mendigo insistió, elevando la voz: ¡”Seño” que soy yo, Ruymán! ¿No se “acuerda” de mi?

La foto poderosa, de un Ruyman atlético, que Rosana conservaba en su memoria, era la antítesis de este ser, en caída libre hacia la nada, que tenía delante. Tras un instante de confusión, tragó saliva, y poniendo todo el énfasis posible ante tan inesperada y patética sorpresa, le contestó: ¡Claro que sí, mi niño, como no me voy a recordar       de ti! Te di clase de biología. Eres… ¡Ruymán Castellano! Pero dime, ¿qué pasó contigo? Te perdí la pista cuando dejaste los estudios en el “Insti”.

El mendigo, se alegró al oír su nombre y apellido. Ya nadie le llamaba así. Hacía años que para todos era “Ruy, el del Goro”, haciendo alusión a la chabola de cartones en la  que habitaba en El Polígono     Industrial de “El Goro”.

-Mire “Seño”, es una larga historia. Lo del “Insti” era un rollo chungo. Demasiada teoría, y a mi lo que me gustaba era montar y desmontar el motor de la motos y todo eso. Así que me piré y cogí un módulo de F.P. de mecánica. Pero “na”, mas de  lo mismo, mucho rollo de estudiar, leer, y fórmulas y mas fórmulas. Y si quería desmontar una moto, tenías que birlarla por ahí, con el riesgo de que te trabaran, y a la “trena”. Y al final la cagué al birlar un “peluco” muy chachi en una joyería.

-¡Espera! ¡Espera!- le interrumpió Rosana- o sea que ¿atracaste una joyería?

-No “Seño”, que yo soy muy legal. Soy buena gente. Escuche, yo entré en la joyería, no, y le dije al joyero: quiero ese “peluco” Rolex que tiene en el escaparate.  Y el abrió el escaparate con una llave, sacó el “peluco”, que por lo que brillaba parecía de oro, y me lo puso en la muñeca. Y como no me dijo que le diera ninguna “guita”, pues salí corriendo con él en la muñeca, con la etiqueta y todo colgando. O sea, que yo no lo atraqué, ni siquiera le saqué una “pipa” para amenazarle, el me lo puso en la muñeca sin pedirme tan siquiera la “guita”.

-¡Espera! O sea que le robaste al descuido, Ruymán.

-¡Que va “Seño”, que va! El no estaba “descuidao”. No le digo, que fue el mismo, el que me lo puso en la muñeca. No estaba “descuidao” para nada.

-Ya, pero tu saliste corriendo.

-Sí, “Seño”, salí corriendo al ver la hora en el “peluco”, porque se me hacía tarde.

-Bueno, y él ¿qué hizo?

-Pues, “Seño”,  empezó a gritar, ¡al ladrón! ¡Al ladrón! Y también salió corriendo, claro que tras de mí. Total que me volví y le di un guantazo, así con la mano abierta, en la cara para que no gritara mas, con tan mala suerte que cayó al suelo se hizo algo de daño.

-Y entonces- le preguntó Rosana anhelante- ¿qué pasó?

-Pues “na”, “Seño”, que un “madero” de la secreta que andaba por allí me puso la zancadilla, el muy hijo de puta, con perdón “Seño”, pero es que eso no se hace, es mala intención. Y me di una hostia contra el suelo, de muerte. El “peluco” y mi muñeca quedaron “destrozaos” y encima, el muy hijo de…perdón “Seño”, sacó una “pipa” de la chaqueta y  me apuntó directo a la cabeza. Y así me tuvo, yo retorciéndome de dolor con la muñeca destrozada, y el “peluco” colgando sin dar ya la hora, hasta que vinieron mas “maderos” en una furgoneta y me llevaron “pa” la “Supercomisaría”.

-¿Y que te cayó?- preguntó Rosana atónita.

-Pues me querían meter quince años y un día, por atraco, fuga, lesiones, destrozo de la propiedad privada, y que se yo, la hostia de cosas, lo que quisieron. Porque el “peluco” quedó destrozado, sabe “Seño”, y dijeron que valía mas de tres millones de las viejas pesetas, porque al parecer brillaba tanto, porque era de oro macizo y tenía no se qué piedras preciosas en la esfera.

-¡Espera! ¡Espera! ¿Pero, tú, para qué querías el reloj?

“Na”, “Seño”, “na” Yo no sabía que valía tanto porque me pareció como los que venden los negros por ahí. Yo solo lo quería para fardar un poco con los coleguillas del barrio y luego igual lo vendía “pa” pillar un poco de coca.

Rosana, no salía de su asombro ante aquella confesión laica, mitad perversa y mitad víctima.

-Ah, pero también le dabas a la droga, Ruymán. ¿Ya andabas con eso en el “Insti”?

-No “Seño” que va. En el “Insti” solo algún “porrito” que otro, poca cosa, y eso sí, mucho calimocho. Lo de la coca, fue culpa de mi padre que andaba “trafiqueando” por ahí.

-¿Y de tu madre, que fue?

-Mi madre se separó de mi padre, cuando dejó el trabajo en la construcción conmigo y empezó a “trafiquear”. Ahora anda por ahí con un cubano que tiene un puticlub. Pero ni nos hablamos desde entonces, al igual que con padre, que todo lo que sacaba “trafiqueando” luego lo fundía en el Bingo. ¡Va, una mierda “Seño”! tampoco me hablo con él. Ni tan siquiera vinieron a verme al penal los tres años que estuve en la “trena”. Al igual que la Loli, una “piba” que me eché muy maja, pero que era de esas que quieren casarse enseguida y tener un montón de “pibitos”. Un mal rollo. Cortó conmigo cuando me metieron al “trullo”, y ya le digo, “Seño”, no me fueron a ver, ni “pa” llevarme un paquete de tabaco.

-Ya, pero es que tú, Ruyman, tampoco se lo ponías muy fácil.

-Ya, coño, “seño” pero ¿qué íbamos a hacer? Cuando la construcción se fue al “caga”, apenas teníamos paro porque nos pagaban muy bien, pero no estábamos asegurados. Así que de andar con polvo de yeso y cemento, pasamos a “trafiquear” con poco de coca, que es parecido. Y de “trafiquear2 pasamos también a consumir, hasta que se jodíó todo y nos cayó otra condena. Mi padre todavía está en la “trena” en el “Salto del Negro” como cabeza del asunto, pero ya le digo, que ni me hablo con él, por lo mal que se portó conmigo. Sabe “Seño”, que en la “trena” me dijo un funcionario educador que Ruyman en “spanenglich” significaba Hombre-Ruin. Por eso yo prefiero que por ahí me llamen “Ruy el del Goro”.

-¿Y ahora, qué vas hacer, Ruymán? Te veo muy mal. Te estás matando con alcohol barato. ¿Ya comes algo? Porque si no comes y solo bebes, vas a terminar muy mal en poco tiempo.- le aconsejó Rosana con los ojos humedecidos.

-Bah, y que mas da ya. Este mundo es una mierda, “Seño”. Las únicas personas que me trataron bien en esta vida fueron ustedes, las “Seños”. Eso, sí, metiéndonos unos rollos teórico y unas fórmulas, que aprendérselas era una tortura china. Pero eso, sí, nos querían un montón, Muchos que en nuestras casas. Yo no me olvido “Seño”, porque soy muy legal. Soy una buena persona. Lo de la droga, fue algo pasajero. Ya no tomo, bueno la verdad es que tampoco tengo dinero para ello, así que me conformo con la Metadona del dispensario. Luego cojo unas sobras de comida, por ahí, en los contenedores de los supermercados, y con el dinero que me da la gente compro algo de “priva”, más que nada para pasar la comida.

-Pero, espera, hoy ¿qué desayunaste?- le preguntó Rosana.

-Bueno “Seño”, es que hoy no me dio tiempo a desayunar. De madrugada me cogió un camionero en “El Goro” que iba a Mercalaspalmas. Y de Mercalaspalmas a la ciudad, me bajó otro que traía fruta para el Mercado Central. Y mire hasta me regaló una manzana-dijo Ruymán, sacando una manzana verde del bolsillo. Así que pensaba desayunar ahora mismito esta manzana con la “priva”, mas que nada “pa” pasarla,

-Bueno, Ruymán, pues ahora mismito, como tú dices, te vas a venir conmigo a la primera cafetería que encontremos y vas a desayunar caliente.

-No, “Seño”, si no merece la pena. Yo desayuno así todos los días, si no tengo fruta, pues me tomo la “priva” que me da calorcito, y luego me tumbo en el parque a dormir un rato.

-¡Anda, venga ya! ¡Ven conmigo!- le dijo Rosana agarrándole por un brazo para ayudarle a incorporarse.

Ruymán, se levantó del suelo, pese a la ayuda, con cierta dificultad, y con paso vacilante siguió a Rosana hasta la Cafetería mas cercana.

-Buenos días señores, ¿qué les pongo?- preguntó el camarero.

-Mira, pues aquí al colega, le vas a poner un chocolate con churros, y para mi un te verde con sacarina, por favor.

-¡Jo, “Seño”, si yo no he “tomao” mas chocolate que el de fumar!

-Bueno, pues ahora vas a tomar calentito el de verdad, para que veas la diferencia.

-Oiga, “Seño”, ¿usted no me podría prestar algo de “guita” para ir tirando hasta que me salga algo? Luego yo se la devuelvo, porque soy un tío legal, ya sabe.

Rosana se mantuvo unos instantes en silencio, antes de contestar: “Mira, Ruymán, yo podría darte o prestarte un poco de dinero pero sin trabajo, no te serviría de nada. Te lo gastarías en bebida o en droga para acompañar a la Metadona. Y eso no es precisamente lo tu necesitas. Solo un esfuerzo muy grande de tu parte y un cambio de mentalidad, podría sacarte del pozo en el que tú y las circunstancias te han metido.

-“Ño”,  “Seño”, si parece usted el cura del penal. Todos con el mismo rollo- se quejó Ruyman, al ver los derroteros que tomaba la conversación, en medio de moja y moja churros en el chocolate.

-Pero,  escucha, Ruymán. ¿Tú quieres salir de esto? ¿Sí o no?

– Yo quiero, “Seño”, pero no así de repente. Yo lo estoy dejando poco a poco. Además, yo le devuelvo el dinero, porque soy un tío muy legal “Seño”. Usted ya me conoce.- quiso evadirse Ruymán.

-Vamos a ver,- le espetó Rosana- ¿Tu quieres un trabajo para ganar ochocientos o mil euros, y que te permita además estudiar un módulo de mecánica?

-“Ño”, “Seño”, si ahora va resultar el hada madrina. Claro que quiero. Sería “debuten” “Seño”; pero ese chollo está aquí en La Tierra o hay que ir a otro planeta- argumentó Ruyman, irónico, no creyéndose del todo la oferta.

-Mira, -le dijo Rosana- yo se de un portal que necesita un portero. Los porteros tienen mucho tiempo libre, lo que te permitiría estudiar cosas de mecánica para no aburrirte y quizá también presentarte a los exámenes y tener un título.

-“Dabuten”, “Seño”, “Dabuten”. Cuente conmigo.- dijo Ruymán esperanzado, mientras daba cuenta del último churro.

-Escucha lo que vamos a hacer: te voy a prestar un poco de dinero, ya me lo devolverás cuando tengas el trabajo, para que compres ropa limpia y te adecentes, y la semana próxima quedamos aquí y a esta hora para que yo te presente a la Comunidad de Propietarios y decidan si el trabajo es para ti.

Rosana, sacó la billetera que llevaba en su pequeña mochila y cogió unos cuantos billetes. Tal vez, pensó, jamás volvería a ver ni a los billetes, ni a “Ruymán”; pero intentarlo, había que intentarlo, si no ¿para qué habían servido todas sus lecciones de biología a tantos “Ruymanes” en su vida profesional?

FIN

Jesús Gutiérrez Diego

Sobre Jesús Gutierrez Diego 32 artículos
Ingeniero Técnico Químico. Nacido en Santander, residente en Las Palmas de Gran Canaria. Escritor. Recibe diversos premios en relato tanto infantil y juvenil como adultos. En 1971 publica con Isaac Cuende el libro de poemas "Carne Viva" como consecuencia es procesado en Consejo de Guerra y cumple año y medio de condena. Sigue publicando y recibiendo premios diversos.

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