Sin Perdón

Pongamos que les cuento una historia pequeña, sin ninguna resonancia más que la  familiar porque estoy convencida que lo personal es  político y explica mejor las  consecuencias sociales que de otra manera se nos puede perder entre los viaductos semánticos que pueblan las teorías.

El 19 de Enero de 2014 moría un hombre bueno. Emprendedor desde muy joven con una empresa pequeña que fue su sueño y  condena. Honrado a muerte, buen amigo, buen hijo y sobre todo buen padre. A la devastación absoluta que produjo esta muerte  a su gente se unió la precariedad que sufren los autónomos. Había atravesado una enfermedad grave, operación incluida, estancia en UCI durante semanas y más de un mes de  hospitalización. Desde la cama del hospital gestionó mil detalles de su empresa y  en la convalecencia, que le impusieron estricta, apenas pudo cumplirla porque  en plena crisis una empresa pequeña sufría todos los males previstos y por prever.

Su empresa era pequeña, como digo,  labrada con esfuerzo, créditos bancarios, doce o trece horas de intenso trabajo diario  y muchos sueños reunidos.  Les repito, un buen hombre, joven, lleno de sueños y buen ciudadano.

El día 20 de Enero de 2014 se abría al público el Tanatorio donde se velaba el cuerpo del hombre bueno. Su madre estaba allí mucho antes…Al  entrar tuvo que atender una llamada urgente de la gestoria donde la apremiaban la gestión de facturación, gastos e ingresos porque Enero es un mes  crucial para el autónomo, hay que hacer balance y pagar al fisco. La madre tragando el dolor y las lágrimas tuvo que gestionar el tema impositivo del joven en el mismo velatorio donde pasaba las últimas horas con su cuerpo.

Processed with VSCOcam with a6 preset

Era 2014, como digo, año duro como lo fue el 13, 12,10, 9…Años de crisis, de penurias donde muchas familias perdieron hogares, trabajo y se vieron abocadas a un descalabro importante.

El chico, que hoy yacía en el Tanatorio, había navegado esos años de marejada con cautela y miedo al borde del despeñe, como tantos. Tenía una enfermedad coronaria crónica que nadie supo ver hasta que el deterioro era tan papable que no tuvo remedio. Nadie sabrá nunca si el sufrimiento que la crisis produjo aceleró el proceso. Nadie sabrá nunca si las cosas hubieran sido diferentes, su corazón hubiera aguantado hasta que alguien detectara el problema…Nadie sabrá nunca lo que no ocurrió.

No pudo ser. Lo cierto es que delante del cuerpo difunto de su chico, la madre tuvo que gestionar los impuestos, solicitar moratorias y propiciar unos pagos porque de otra manera la familia que dejaba el chico podría verse afectada más de lo que estaba.

Durante ese tiempo, el ciudadano J.C Borbón, su familia y la recua de barraganas que arrastra detrás, disfrutaban de cientos de miles, de millones de euros que no pasaban por el fisco porque ni estaban, ni se les esperaba, en España. Arreglaba niditos de amor para sus chicas con lujos inmerecidos y viajaba por el mundo feliz y risueño. Su familia legal vivía como él, lujosamente y sin preocupaciones pero con toda la ignominia del mundo.

Eran los años más duros de una crisis que golpeó sin piedad a la sociedad española. Mientras el Emérito Borbón disfrutaba de la vida,  la desesperación se adueñaba de millones de personas en el país. Y como la madre del cuento, ni la muerte libraba de pagar a Hacienda porque embargaban o algo peor. Ya digo, ni la muerte evitaba pagar impuestos.

El ciudadano J.C. Borbón, que era rey de los españoles/as entonces, nos pedía unidad, sacrificio, comprensión  para superar la crisis. También lo pidió en la Navidad del 2013, que fue la última que vivió el chico del cuento. Se asomaba a nuestra televisión para pedir unidad en el sacrificio en una pirueta de cinismo criminal nos pedía comprensión y apretarnos el cinturón.

No sé ustedes, pero yo, que soy la madre del cuento, nunca, jamás podré perdonar a ese funcionario del Estado (que es lo que es un rey, un funcionario inútil y bien pagado que hereda el cargo sin oposición, sin valía y sin examen) su cruel ignominia. Es posible que con el dinero que el Borbón dilapidaba con barraganas y lujos inimaginables, este país hubiera corrido mejor suerte y sus habitantes hubieran sufrido menos los horrores de una crisis. Es posible que con todo el dinero que se fue por el desagüe de la corrupción, Luis, y tantos/as como él, hubieran tenido la calma de afrontar los problemas de forma menos acuciante, quizá su corazón no hubiera reventado como lo hizo. Quizá la gente que se precipitó por una ventana, o se tragó pastillas hasta adormecer el dolor de no poder con el desfalco personal de perderlo todo estarían entre nosotras. Nunca lo sabremos, pero les aseguro que jamás perdonaré que un tipo que trabajaba para los/as españolas, dilapidara lo que era nuestro. Jamás.

 

María Toca©

Sobre Maria Toca 1539 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

6 comentarios

  1. Lamento mucho esa perdida tan terrible para la que no hay consuelo..El problema tal vez no sea tanto la monarquía como el sistema socio-económico en el que vivimos, que no es una democracia ni de lejos, sino una oligarquía de partidos muy corrupta.
    Un abrazo muy grande de parte de un colaborador de La pajarera
    José Miguel

  2. Que nos queda María, sino es la poesía, la creación artística, ese es nuestro consuelo ante una condición humana que todavía dista mucho de ser verdaderamente humana.
    Todo mi cariño, mi comprensión y mi amistad
    Jose Miguel Gándara

Responder a Maria TocaCancelar respuesta