Una ciudadana común analizando las elecciones francesas. Desde Francia.

 

 

En Francia hay muchos musulmanes. Muchos. Muchísimos. 5 millones de musulmanes, un 8% de la población francesa. Mientras eran sólo argelinos y senegaleses no había problema. Venían de las excolonias, ya tenían una educación francesa, se adaptaban, se integraban y se mimetizaban con la sociedad francesa. Hacían aquello tan dicho y redicho de «a donde fueres haz lo que vieres«. En los años 90 llegaron los imams fundamentalistas financiados por Arabia Saudí, de ideología wahabí. Empezaron los problemas. Las adolescentes querían entrar en los Collèges (centros de educación desde los 11 a los 14 años) con hijab. Y sí, es un problema el hijab, porque en Francia, en base a la ley de laicismo, está prohibido el uso ostentoso de cualquier signo religioso de cualquier religión: hijab, medalla, crucifijo, kipa…Además, chicos y chicas no querían ir a clase de Ciencias Naturales porque las enseñanzas de la materia van en contra de las normas del Corán. Tampoco podían las chicas ir a clase de gimnasia o natación porque no podían enseñar sus cuerpos, y aún menos en movimiento, ¡Qué lascivia! Los ánimos se calmaron un poco. Y al final de los años 90 llegaron los refugiados kosovares. Una avalancha en Alta Saboya. El inconveniente con los kosovares es que no vienen de una excolonia europea. Vienen de un país con una cultura propia, influida durante varios siglos por la islamización otomana (entre mediados del siglo XV y principios del siglo XX). Pasaron por la secularización forzosa de la Yugolavia de Tito, aunque en la antigua Yugoslavia nunca se integraron del todo y no estaban cómodos en su mayoría. Son musulmanes que pasan bastante desapercibidos porque visten de manera occidental, las mujeres van  a la moda, maquilladísimas y sin hijab. El problema que traen estos kosovares -los pobres-  es que son eso, pobrísimos y sin un  nivel de escolarización. A eso se le añade una falta total de integración por parte de las autoridades francesas.

Unos pocos años antes hubo una llegada masiva de senegaleses, recuerdo ver a las mujeres con sus bubus y turbantes magníficos, después de haber dejado a sus hijos en el colegio, yendo en grupos a las clases de lengua y civilización francesas. Los kosovares no. La mayoría tiene dificultades para expresarse en francés. Y tampoco parece que lo sepan leer, porque se pasan las normativas de convivencia expuestas por la empresa propietaria de los inmuebles de vivienda social por el forro de las gónadas. Y eso que ponen los carteles bien grandes y visibles en el vestíbulo. El otro, y grave, problema que tienen es que no salen de sus casas. Si salen es para ir a casa de los familiares o de los amigos. De un piso a otro piso. De un piso lleno de kosovares a otro piso lleno de kosovares. El resultado es una reunión familiar, envidiable en esta sociedad tan chula que nos ha quedado de individualistas, antipáticos y solitarios. Pero también se parece a una fiesta en el Corral de la Pacheca. Es como una reunión de folklorista de etnias que celebran todo en las casas con familias infinitas. Tal que antiguamente celebraba el pueblo gitano, que ha perdido en su mayoría esas costumbres porque   tienen empleos o mantienen estudios que imposibilitan las fiestas multitudinarias y de largo trayecto.

Volviendo a los albanokosovares, nadie se molesta en integrarlos, las niñas se desescolarizan al acabar el Collège o el Lycée, sin realizar más estudios. Algunas, y sobre manera, algunos, hacen un C.A.P. (formación profesional) pero son minoría.

No se integran, al contrario, se automarginan de la sociedad común francesa, porque no saliendo de casa y yendo de visiteo únicamente entre compatriotas no conocen la cultura francesa, la manera de hacer las cosas, las normas sociales, la convivencia. Carecen de interés por la sociedad francesa y esta no hace nada por atraer a los espacios sociales a este grupo de ciudadanos/as.

Su automarginación es total. No confraternizan con una sociedad que visualizan hostil. No comparten comentarios con nadie que no sea kosovar, no saludan, no discuten ni del tiempo que hace ni mucho menos de la última cabronada o corruptela del político de turno.

Tampoco comprenden a los «no creyentes» europeos de cultura cristiana, con sus costumbres «relajadas«. Por ejemplo, yo misma soy considerada una puta declarada porque ¿Qué mujer  con 3 hijos, es capaz de vivir sin un hombre que le de su apellido, la proteja, le evite tener que tomar el puesto de «hombre de la casa» o «jefe de familia» para discutir los problemas con los otros jefes de familia del vecindario..? Consideran que  me merezco no ser respetada doblemente, por mujer y por mujer sola cosa inverosímil para ellos…

Ese es el verdadero y último problema de los musulmanes en Francia hoy en día: lavado de cerebro en mezquitas con imams salafistas y no integración cultural de las nuevas hornadas de musulmanes. En esta zona de Francia, tocando la frontera suiza con Ginebra, el nivel de vida es altísimo. A 2 kilómetros tengo el pueblo más rico de Francia. Un pueblo que sólo tiene 2600 habitantes, pero su renta media es de 46000€ anuales, más de 3800€ al mes. Es una situación totalmente artificial, provocada por la vecindad con Ginebra que ofrece empleo y en donde un salario medio de un camarero o una secretaria es de entre 3800 y 5200 CHF (el CHF está a 0’99€). Los que no consiguen empleo en la república y cantón de Ginebra, o sea, los que se ven obligados a trabajar en Alta Saboya, son considerados como rentas bajas o casi pobres. El parque inmobiliario de vivienda social es desproporcionado. Un funcionario francés que venga a vivir aquí tiene que solicitar una vivienda social porque, ni con compensaciones y ayudas gubernamentales, puede permitirse un alquiler normal y llegar a fin de mes. Por eso me centro en los kosovares.

Aquí hay una concentración importante de ellos. El contraste entre ellos y los «frontaliers» (los fronterizos, que atraviesan dos veces al día la frontera para ir y venir del trabajo en Ginebra) es imposible de comprender si no vives aquí. La situación se puede extrapolar a los otros musulmanes, magrebíes y subsaharianos. En general, todos ellos son marginados. Pero los kosovares, y en general cualquier ciudadano de la Europa del este, consiguen más fácilmente trabajo. Son blancos, muchos rubios y con ojos azules y están muy europeizados. Ya lo dije más arriba, las mujeres maquilladas, arregladas, sin hijab y a la moda. Y los hombres como cualquier francés de origen y sin barba o, sobretodo los jóvenes, con barbas cortitas y cuidadas. Pero son pobres. Y son maleducados, rayando el incivismo. Y son musulmanes. Generan en ambos lados de la frontera. En general, cualquier musulmán, para su desgracia, a no ser que haya conseguido integrarse a fondo, mediante un esfuerzo sobrehumano económico y educativo de los padres, es marginado. Son escasos los que  logran una plena integración y/o aceptación aunque  cada vez hay más médicos, dentistas, oftalmólogos… de origen magrebí. Por ejemplo, mi médico de cabecera, el dentista de mi hijo, son nietos de argelinos.

Los que  no consigue salir del ghetto o de la «cité» (la barriada baja, el suburbio, el rabal) son marginados y menospreciados. En el comentario que haces* sobre la parisina burguesa,  no estoy de acuerdo con ella para nada. Quizá es que solo conoce a los musulmanes por lo que oye decir de ellos a otros burgueses como ella; o a intransigentes como Eric Zemmour, Marine Le Pen, y cualquier otro crítico judío-sionista.

No hay nada como convivir con pobres y con musulmanes para comprender la existencia de la aporofobia y la islamofobia. Los de clase trabajadora, los casi pobres o pobres son la razón del auge de la extrema derecha. Ellos (los kosovares) tienen trabajo, pero «yo que soy francés no lo tengo y me quedo pobre». Ellos (los argelinos con estudios) tienen trabajo, pero «yo que soy francés no lo consigo«. Y viene Sarkozy a Annemasse (a 20 kms de donde vivo) y los jóvenes izquierdistas de las viviendas sociales (sí, sí, algunos hay) le abuchean y le insultan. Él responde, mirando a los que le rodean y le apoyan, «quereis que os deshagamos de esta escoria, ¿verdad?».

Un fundamentalista decapita a un profesor, nadie pone en cuestión la inacción policial ante lo que era una muerte anunciada en redes sociales. Hay un atentado en la redacción de una revista, en una avenida de una gran ciudad, en un supermercado kasher y se señala al o a los musulmanes. Una persona de extrema derecha asesina a alguien pero ni su ideología se señala ni el acto es presentado como un atentado terrorista.

El terror se percibe  siempre del lado musulmán y el político de turno dice: «hay que reducir la tasa de inmigración«. Por otra parte, ¿el nivel de vida baja? Los políticos lo arreglan con una paguita extra para los más precarios, pero no suben los sueldos. ¿Las pensiones de los jubilados no les permiten llegar ni a mitad de mes? La culpa es de ellos por haber cotizado tan poco los últimos años de trabajo. Lo importante son los atentados y el auge del fundamentalismo.

Ahora toma valor la guerra en Ucrania. ¡Qué miedo! A ver si cae un misil en Chernóbil y nos viene otra nube radiactiva. ¿El precio de las energías sube? Ya os aumento el cheque-energía de ayuda para los pobres. A la burguesía le  miedo da la guerra a las puertas de Europa. A ver si vamos a tener una tercera guerra mundial.

Os vamos dando apaños, pegotes de unos cientos de euros por aquí y zurciditos de otros doscientos por allá. Pero no penséis en vuestros problemas sino en los problemas mundiales, el fundamentalismo, el terrorismo islámico, la guerra, el peligro nuclear. Y la gente contenta. Porque el peligro está fuera. Viene de fuera. Y con los doscientos euritos que me ha dado Macron me apaño muy bien. Luego me pongo la telebasura que me infla la cabeza con las entrevistas casi diarias durante 6 meses a Eric Zemmour que dice que él lo arregla todo en un pis pas. Primero echando a los inmigrantes ilegales. Luego a los extranjero (interprétese musulmanes) que no pegan ni sello y viven de ayudas (pero no digo que es porque viven y crecen marginados en barrios marginales y sin posibilidad de futuro). Obvia decir que posiblemente son más numerosos  los que tampoco pegan ni sello porque son ricos improductivos del todo.

Lo siguiente es absorber a los inmigrantes legales; que se dejen de hijabs, barbas y chilabas en Ramadán; que no se pongan esos nombres propios de sus países y culturas,  Es más bonito  que se llamen Corinne o Jean-Pierre, que es lo normal en Francia. Luego mejorar la educación pública. ¡Oh, qué bien, por fin alguien que no quiere privatizarla! Después habrá que nacionalizar los servicios públicos. ¡Oh, eso también está muy bien! (no puede ser, ha de haber trampa, pero aún no me he puesto a pensar cuál puede ser).

La gente traga, bebe sus palabras, por fin alguien que dice algo guay (después de arremeter contra los musulmanes y los inmigrantes en general, claro). Lo que se guarda decir es que no va a subir el salario mínimo, no va a reinstaurar el impuesto sobre la fortuna, que va a bajar los impuestos a los empresarios y va a subir los de los trabajadores.

Llega a tal extremo que para los pies a los medios de comunicación. ¡Eh, parad un poco con Zemmour, que puede que os estéis pasando! En la campaña electoral , como Zemmour ha dado un poco miedito con su extremismo, la gente escucha a la vieja conocida Marine Le Pen. Ella no arremete contra los musulmanes ni contra los inmigrantes. Parece que se ha moderado (cualquiera parece moderado al lado de Zemmour). El resto del discurso es el mismo. El resto del no discurso, de lo no dicho, de las intenciones que se ocultan, es el mismo. Así que los que no están contentos con Macron, porque no se les ha olvidado su primera reforma, la de las pensiones de jubilación; ni las cargas policiales en las manifestaciones de los Gilets Jaunes, con sus heridos, tuertos y muertos (ríete tú del 1-O); ni la supresión de servicios públicos; ni los desmantelamientos de la sanidad y la educación públicas; etc.

Son los que van a votar a Le Pen, que es más de confianza que Zemmour: ¡Oh ella, sí, que va a renacionalizar servicios y va a redorar el blasón francés! Los que se han olvidado de las reformas, las supresiones de derechos y servicios, las palizas; los que han visto al líder, presidente semestral de la UE, el que discute por teléfono varias veces con su colega Putin e incluso se desplaza para discutir con él de las condiciones de paz en Ucrania. Esos, los olvidadizos, votan a Macron, porque a la ultraderecha nunca. A Melenchon tampoco. El ataque sistémico de todos los medios de comunicación contra él ha surtido efecto. No es de fiar; que un día dice una cosa y otro dice otra; y que se vuelve loco cuando va la policía a abrirle y registrarle el despacho. Cómo se le ocurre ponerse así, si llevaban orden judicial. Y ahí tienes el resultado de las elecciones. El auge de la extrema derecha atizado interesadamente por el gobierno, para que en la segunda vuelta no quede más remedio que volver a votar contra la extrema derecha.

Igual que en 2017.

Covadonga Hierro Martínez

*Nota de edición: la coordinadora de https://www.lapajareramagazine.com , María Toca, hizo un comentario en redes sobre una amiga francesa autóctona que opinaba que el país se había llenado de gente extraña, ajena a la cultura europea. Gente conflictiva…con un tufo más que claro a un racismo larvado y xenofobo.

Sobre Maria Toca 1550 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

2 comentarios

  1. Muy interesante lo que cuenta la autóctona francesa, entiendo que contestando a un comentario de la anfitriona, pero no queda claro cual fue exactamente.Me gustaría aclararlo.Un saludo.

    • Cierto. Fue un comentario un tanto despectivo sobre la «invasión» extranjera que «sufre» Francia de gente ajena a la cultura europea…Provenía de una persona liberal, demócrata y culta lo cual me hizo reflexionar sobre el calado de ideas xenófobas y hasta racistas en la sociedad. Más allá de la critica a este tipo de comentarios intentamos analizar qué los produce y porqué personas de clase media, con cierta cultura y capacidad empática se acercan de forma peligrosa a los postulados ultraderechistas. Creo que entender es el primer paso para poder rebatir.No hablo de personas fanatizadas, ni ultras, al contrario, es gente amiga con una ideología próxima pero a la que le germinan semillas sembradas por el odio. Gracias Rosadillo por su lectura y puntualización.

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