En el gym, en las calles, en el mundo.

Por cuestiones de salud soy una asidua al gimnasio, micro mundo para aprender y confirmar las teorías feministas a cada minuto.
Escena:
Chica joven en una máquina delante de mí.
Se coloca boca abajo y desde esta postura empieza a coger las pesas que veis.
Lo realiza con soltura de diosa forzuda.
Admiro la facilidad.
No pasan dos minutos y aparece un hombre maduro, con una pesa pequeña en la mano, caminando hacia nosotras.
Se acerca a ella, le pone la pesa menor en el suelo en silencio.
Ella le pregunta:
¿Qué haces?
Y él contesta:
– Estás cogiendo demasiado peso. Tú no puedes con eso.
Ella responde:
– Gracias, sí puedo. Te la puedes llevar.
Y sigue levantando los artilugios con una solvencia admirable.
El señor invasivo y mansplainneador se va de nuevo con su pesa de vuelta moviendo la cabeza a un lado y al otro, chistando con la lengua.
Le pregunto a la chica si lo conoce de algo (caigo en el prejuicio positivo de pensar que porque un hombre sea familiar, pareja o amigo te puede reconvenir gratuitamente)
Me responde que no.
Lo miramos las dos al marcharse.
Y yo le digo:
– Me encanta tu fuerza. Me «encanta» mucho.
Nos sonreímos y el culo del hombre yendo de vuelta con su deseo de desactivación nos importa cero.
Menos cero.
Buen día otro día.
💪🏻 María Sabroso.
Sobre María Sabroso 141 artículos
Sexologa, psicoterapeuta Terapeuta en Esapacio Karezza. Escritora

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