Feminismo para todas o no será.

 

 

Nos coge un poco agotadas y exhaustas este día. Llevamos una temporada que no ganamos para sustos, para salir a la calle, para gritar y hasta para levantar puños de rabia encendida. Por eso, quizá, hoy salimos a la calle con la sensación de saturación mental y física.

Os(me) pido, que levantemos el cuerpo de la inercia que nos acorcha para una vez más mostrar al mundo que el movimiento feminista sigue resoplando energía y fuerza. Porque es vital hacerlo, hoy más que nunca. Los aires no son propicios y soplan tempestades muy brutas desde distintos frentes.

Antes de seguir, hemos de concienciarnos que el feminismo tiene, por fuerza y por esencia, que ser común. Hace tiempo que el feminismo blanco, con olor a Chanel y traje sastre, se ha desacreditado solo. En esta casa, intrínsecamente feminista, sabemos que no hay una sola voz en el feminismo y jamás estaremos por quienes quieren el monopolio expidiendo carnés de feminista reconocida, y de mujer. Hoy sabemos que el feminismo blanco es una parte de la inmensidad de mujeres que pueblan el mundo que pueden no ser linealmente como nosotras, las blanquitas europeas, pero es imprescindible que escuchemos y que expliquemos, pero mucho más de lo primero que de lo segundo. Escuchar lo que las hermanas racializadas, musulmanas, mujeres trans, budistas,  indígenas nos dicen… que  no podemos encastillarnos en nuestros conceptos etnocentristas emulando la principal característica del patriarcado, que es creerse por encima, en posesión de la verdad y con autoridad para imponer. Por eso, repito,  debemos escuchar a las hermanas que disienten de conceptos que pensamos inamovibles y  a la vez expliquemos nuestra experiencia en la lucha feminista. Quizá del dialogo surja entendimiento, o al menos respeto y dosis de comprensión.

Hablar. Escuchar. Escuchar,  lo pongo dos veces porque esa debiera ser la premisa, escuchar dos veces y hablar una. Claro que hay disensiones…muchas, siempre las hubo y enriquecen más que perturban. Salvo que las tiñamos de fanatismos.

Cuando pensábamos que podíamos relajarnos -ingenuas de nosotras- nos llegan las duras noticias de que hay un retroceso en los/as jóvenes. Sobre todo en “los” jóvenes que sienten que el feminismo no va con ellos y se manifiestan enfadados por lo que consideran, nuestros excesos.

Mal por ellos, y autocritica para nosotras. Más lucha enconada, ni una sola bajada de brazo, no consintamos ni un retroceso ni una concesión. Deben entender que esto no tiene vuelta atrás. En el fondo se enfadan porque pierden privilegios que saben no van a recuperar jamás. Quizá sea un crisis curativa -dios, alá o buda reencarnado me oiga- y pronto pasemos el susto.

La ultraderecha no da tregua. Avanza como elefante en cacharrería arrebatando derechos y haciendo el ridículo diciendo que el feminismo guay era el de la abuelita. Ese de la pata quebrada y en casa, y que buen marido tienes que no te pega. Los ridículos orates levantan la voz explicándonos cómo tiene que ser el feminismo y cómo debemos ser nosotras para acertar. Ellos, que no saben hacer más que meter la pata. Ellos, los que consienten a un presidente de comunidad que desaparezca cuando el mundo se abre y se ahogan cientos. Ellos, los que hacen videos de vergüenza provocando problemas diplomáticos. Ellos, nos enseñan a ser feministas…

Y es que el feminismo es de carrera larga. Muy larga. Fíjense que yo llevo casi seis décadas intentando aprender y aun me queda. Claro que ellos saben…y nos explican. En fin.

¿Qué le pido a este Ocho de Marzo? un feminismo abierto, combativo -muy combativo-  nada pero nada claudicante, racializado hasta el fondo, abierto a la juventud,  a lo diferente, a los aires que traen las inmigrantes, la gente de otras culturas y de otras razas. Porque nos pueden enseñar mucho y a la vez podemos trasmitir bastante. Olvidando el etnocentrismo y la prepotencia que impele a las habitantes de este Occidente que salta por los aires cada día un montón de veces.

Quiero no perder ni un solo derecho y ganar muchos, para mí y para las que llegan con la mochila a cuestas. Quiero un feminismo anticapitalista, libertario porque si algo diferencia al  movimiento feminista es que siempre hemos cuestionado el poder, cualquier poder. La base del capitalismo fue el patriarcado y ambos se tienen que ir por la alcantarilla.

¿Utópica? Hoy más que nunca. Precisamente cuando nos aprietan, cuando el saco de sebo mierder, color naranja y su corte de dementes, amigado con el otro saco, este con púas afiladas y venenosas, sí, me refiero a Putin. Como digo, ahora que nos quieren imponer retrocesos, es cuando más firmeza hay que mostrar frente a los/as seguidores de los orates malvados que quieren repartirse el mundo a su antojo.

Somos una fuerza hercúlea, lo vemos cada día en las pequeñas luchas que emprendemos, comprobamos que una es muy poco, pero unidas somos invencibles. Por eso, salgamos a la calle a rugir por los derechos de todas las mujeres. Las lejanas y las de casa. Gritemos contra la xenofobia, el racismo, la homofobia que conforman los tumores que le brotan al patriarcado.

Y luego, cuando acabemos la marcha, volvamos a casa a hacer feminismo, porque no se es feminista si no hacemos del feminismo algo cotidiano, perenne y continuo.

Y digamos muy fuerte que No nos van a mover. Que vamos a ser nosotras las que avancemos hacia adelante, por mucho que quieran parar, no hay vuelta atrás.

Que esto es una lucha diaria, extenuante, sí, pero tenemos muy claro que rompiendo cadenas patriarcales, el resto  caerán debilitadas.

Porque el mundo es feminista. Sin remedio y mal que les pese a los orates con poder o al José Miguel o al Cayetano de al lado.

Sin remedio, cari, por mucho que saquéis las gónadas para exhibir las pequeñeces.

Nos vemos en las calles. Luchando siempre.

María Toca Cañedo©

 

 

 

Sobre Maria Toca 1728 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

1 comentario

  1. Hablar de mujeres siempre me ha parecido reducir el problema, porque he tenido jefas horribles, compañeras trepas y hasta una presidenta de mi comunidad autónoma oligofrenica.
    Y conozco hombres comprometidos que no hoy se visten de berenjena y luego no hacen ni la cena, si no que tratan a las mujeres como iguales, y basándome en mis experiencias, reveindico el derecho de igualdad para todos los colectivos excluidos y pobres.

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