
No quisiera ser tildada de paranoica -algunas veces lo he sido, en casi todas el tiempo mostró que llevaba razón- pero algo pasa con las bibliotecas en mi comunidad, Cantabria.
Que las bibliotecas son poco interesantes para el sistema capitalista lo tenemos todas claro. Son libros almacenados que se prestan sin interés. No generan riqueza tangible, anatema, por tanto. Alrededor de estos santuarios con paredes y alacenas forrados con el saber humano se genera algo temido por las elites (o por los gilipollas que de la que vamos andan bastante unidas) como es la cultura, la formación del pueblo sin mayores distinciones porque ya sabemos que los libros, se prestan en gratis. A una biblioteca van niños y jóvenes a estudiar, en busca de información o simplemente a divertirse con cuentos y leyendas variadas. Va gente a investigar, ancianos a pasar la mañana o la tarde leyendo, ojeando prensa, olisqueando todo aquello que durante su vida laboral (útil, la llaman los imbéciles) no han podido. Va gente, en general, buscando lo que sea que se busca leyendo un libro, un periódico, una revista…Algo que se hace en silencio, reconcentrada dentro de una misma, alimentando el alma y el conocimiento con el saber. O divirtiéndose con el placer que dan las aventuras que brotan de unas páginas realizadas por alguien con cierto talento.
Fíjense que en ningún momento les he argumentado nada útil, si consideramos de utilidad lo que desde el país que ha elegido a monigotes para dirigirle e inventó -o difundió con ganas- el sistema capitalista, alimentándose de él, deglutiendo con gula sus efectos hasta, me temo, la autodestrucción. Nada útil surge de las bibliotecas, dicen.
Observo en los últimos tiempos cierto afán destructor hacia esos elementos discordantes del discurso sistémico. Les hago historia.
Existía (ojo al tiempo verbal) una pequeña biblioteca fundada por Ramón Saiz Viadero en un pueblo encantado de los Valles Pasiegos, Penilla de Toranzo. A ella peregrinábamos cualquiera que hubiera publicado para dejar testigo de la hazaña. Había un libraco grande, en un atril de madera donde todas las visitas ilustres -ilustres las llamo yo, seguro que en Mar-a-Lago o en la Casa Blanca las llamarían, basura roja o zurda- firmaban(mos) con dedicatoria hacia el lugar, además de agradecer a nuestro Ramón la dedicación vital a la cultura y a cuidar y proteger a las almas descarriadas que hasta él llegábamos en busca de su amparo. Cada primer viernes de mes se realizaba una actividad cultural. Muchas eran formaciones y charlas sobre la historia de nuestros pueblos, su idiosincrasia, su mitología, porque conocer la tierra te lleva a amarla, no como esa forma burda y vasta de ser patriota llevando banderita hasta en el calzón y la chequera ardiendo de corruptelas. Hablo del patriotismo que surge del amor a los ancestros, de poner en valor lo vivido por quienes nos precedieron conformando nuestro ser y nuestra historia. El patriota que ama la tierra, sabe que no puede malograrla porque el territorio permanece, pero nosotras pasamos. Que como mucho, deberíamos dejar huellas de mejoría palpable, sin desmenuzar el patrimonio común en beneficio de unos pocos. Lo del destino universal de la cultura. Lo del común para engrandecerlo y tal. Que quizá les suene a falangismo, pero no, es solo una realidad en la que nos movemos algunas/os.
Había dos personas que se encargaban del funcionamiento correcto de la biblioteca Saiz Viadero, que recibían 600€ ¡al trimestre! Repito: dos personas…Se cansaron de hacer el pardillo y solicitaron al ayuntamiento de Santiurde de Toranzo, que incrementara algo su remuneración. Hago saber para quien lo dude, que dicho ayuntamiento está gestionado por el PP y la oposición es el PRC, dicha corporación tuve ocasión de conocerla verificando en primera persona la sintonía amigable de los representantes de ambos partidos.
Nos revolvimos para luchar para que siguiera abierta la biblioteca. He de decir, como reproche muy agrio, que fuimos cuatro o cinco personas las que pusimos voz, rabia y tiempo para ello. Ni el pueblo, ni los alrededores, ni gente de la cultura cántabra a la que recurrimos, se tomó la más mínima molestia. De justicia es reconocer que Pablo Zuloaga sí nos acompañó con interés en la lucha por el recinto, lo que nos fue recriminado con mucha acritud por el concejal del PRC (socios en ese momento del gobierno regional entonces, PRC/PSOE) Fue el único político que nos atendió y escuchó. Cierto es que estábamos en momento electoral y quizá eso empujara. Nadie más.
El alcalde de Toranzo, Víctor Manuel Concha –conocido tránsfuga, ex PSOE, fichado por el PP- grabado lo tendrán en RTVE porque la conversación fue ante las cámaras, estrechando mi mano y con ímpetu me prometió que la biblioteca en tres meses como mucho volvería a abrir sus puertas.
-Me lo prometes, alcalde.
-Te doy mi palabra.
-Mira que soy muy pesada, que jamás olvido, que te voy a perseguir hasta en tus sueños de no hacerlo.
-Te repito. Tienes mi palabra de que la biblioteca se abre.
Han pasado años. La biblioteca sigue cerrada. La corporación es la misma que entonces, el alcalde faltó a su palabra. El pueblo votó a los mismos. Ya sé que la palabra del político/a tiene el mismo valor que los euros de madera, pero una a veces quiere confiar.
Hace poco saltaron las alarmas sobre la biblioteca de Astillero. Lugar de encuentro en donde se reúnen decenas de personas a escuchar, leer, discutir o pasar el rato. Lugar que acoge a niños/as en época vacacional con actividades lúdicas y culturales de altura. Lugar al que se me invitó a colaborar en numerosas ocasiones…hasta que hubo un cambio y jamás, no solo no se me ha invitado, sino que ante alguna demanda (presentación de mi ultima novela) ni se dio respuesta a los mensajes que envié a las responsables. No digo que tenga relación, solo constato hechos porque mi ¿paranoia? me induce a pensar que soy personas ¿conflictiva? para la ternura que impregna la aquiescencia del club de lectura con una corporación sonriente y campechana. No se preocupen porque ando bien acostumbrada a esos descalabros, hace poco me llamaron hostil y poco rigurosa con mis escritos y aquí sigo.
Los sindicatos dieron voz de alarma. Un grupo numeroso de vecinas/os preguntó al ayuntamiento qué pasaba y fueron recibidos con la amabilidad consiguiente a dicha alcaldía, tranquilizando al personal…De momento. El ayuntamiento de Astillero, encabezado por Javier Fernández Soberón, sacó mayoría absoluta con el partido Cs, y se rumorea que el viraje camina hacia PP, o PRC…Conjeturas que me trasmiten quienes saben de esto.
Hace unos días ha saltado la noticia, tristemente pocos medios le dieron valor, de que se cierra la biblioteca de San Román. Estuve en ese magnífico recinto al publicar mi primera novela; les juro que me hicieron un tercer grado las señoras presentes (algo común en todas las bibliotecas y clubs de lectura, son casi todo son mujeres) porque habían desmenuzado mi obra con similar escrutinio que académicos de la lengua. Tal ingenio, tal capacidad de crítica, tales preguntas me hicieron que me quedé prendada de dicho colectivo cultural.
San Román de la Llanilla, pertenece al ayuntamiento de Santander ¿Quién gobierna (es un decir porque más que gobernar es un sindiós descomunal) el Ayuntamiento de Santander? ¡Bingo! Han acertado, el PP, por mayoría absoluta.
¿Qué conclusión podemos sacar de estos tres casos? -tres de momento, me temo que en breve veremos más- que a la derecha española les molesta mucho las bibliotecas. A esa derecha casposa que huele a cebollino recalentado les molesta la cultura, en general. Y no me refiero a la derecha culta, que existe y existió, gente de ideario conservador que dio figuras tan importantes como Pereda en nuestra tierra. Por cierto, nuestra comunidad tienen pasta para adquirir un periódico fachoso arruinado que nadie lee, ¡Alerta!, por más señas (4,5 millones de euros se han pagado a la familia que lo arruinó) pero no mueve ficha con la casa natal de nuestro escritor fetiche que se desmorona en Polanco sin que nadie le eche mano. Como se desmorona todo el patrimonio arquitectónico de la Comunidad de Cantabria por falta de interés, funcionariado capaz y porque siempre resulta rentable tirar lo antiguo para construir albergues para la burguesía. La Casa Rosales es otro bien abandonado con una historia singular. Imagino que todos ellos en espera de la mano amiga del constructor amigo/financiero de la casa que haga como se hizo con San Quintín*, demolerlo para hacer horrendos edificios con mordida a la corporación y al partido. Ya saben…Lo de siempre, se llame Gürtel o sindiós profundo.
A la purulenta ultra derecha española no le gusta la cultura. Es un hecho demostrable, porque esto que les cuento pasa en una pequeña comunidad autónoma en donde jamás perdió el poder, pasando, con los mismos gestores de la dictadura, a la democracia. Sí, la que mantuvo la estatua de Franco hasta 2008. Sí, la que mantiene nomenclatura fascista en sus calles, y tiene como hijo adoptivo de la Corporación santanderina a Francisco Franco. Hoy, ahora…
El grito que dio el militroncho burdo de ¡cuando oigo la palabra cultura saco la pistola! es real ahora mismo. Quizá no saquen la pistola ni levanten hogueras purificadoras para quemar libros, porque han aprendido la lección y ahora se dedican a cerrar bibliotecas, a ahogar económicamente a cualquier foco que nos recuerde quienes somos. O a privatizar para que una empresa saque rendimiento de eso que llamamos cultura popular que es lo mismo que ahogarlo de inanición.
Invito a mis lectores/as que me respondan, si conocen en otros sitios hechos como los que referimos en este artículo. Y también a defender con uñas y dientes las bibliotecas publicas de nuestro país, porque no duden que siempre empiezan por ahí, cerrando bibliotecas, luego queman libros y poco después a nosotras. Luego se ponen gorra, invaden las instituciones y llegarán al grito de Make España great again. Sí, en inglés porque es la lengua del imperio para los patriots hispanos. O para los gilipollas que son lo mismo.
María Toca Cañedo©
*San Quintín fue la casa que se construyó en Santander, Pérez Galdós, donde recibió durante décadas a lo más granado de la intelectualidad europea convirtiendo a Santander en un ágora de cultura extraordinario. Al acabar la guerra fue incautada, entregándose a un falangista que debió virar los ojos contemplando la briosa biblioteca de escritor, el busto de Voltaire que presidía su mesa y los innumerables manuscritos que guardaba. Hoy, lo que no se quemó, está ubicado en la Casa Museo de Galdós en Las Palmas, generando miles de visitas anuales, millones de euros al Cabildo y se ha convertido en un foco cultural mundial.
En su lugar en Santander hay esto…
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