17 de Noviembre de 1937 (Segundo Año Triunfal)  Fusilamiento de once mujeres en Ciriego, Cantabria

 

 

El día diecisiete de noviembre del Segundo Año Triunfal –pomposo título que recibían los años de la contienda civil desde la propaganda fascista, tan dada a grandilocuencias-hubo exceso de trabajo en Ciriego. Quizá los guardianes del nuevo régimen decidieron acelerar la picadora de carne en previsión del invierno, porque es molesto fusilar lloviendo y aceleraron el proceso.

Nada menos que ese día están registrados treinta y cinco fusilados en el paredón de Ciriego. El grupo de presos que cada tarde sale del campo de concentración de Corbán, ha tenido que cavar suficiente para que horas después se rellenen las fosas con los cuerpos inertes de los camaradas que cada noche caen bajo las balas del piquete de turno.

Se cava profundo porque los muertos se entierran en capas, para no malgastar terreno, porque ya se sabe que los/as rojas no merecen consideración ni cuando están muertos. Esa noche hay excedente. Y novedades.

En los camiones que salen de la Prisión Provincial de Santander,  convertida en antesala de las ejecuciones han salido varias mujeres*  para ser residentes de honor de la tierra recién removida de Ciriego. Cargan los camiones con prisa porque son muchos los reos y hay que hacer por lo menos dos viajes. Amparados en la madrugada del miércoles diecisiete de noviembre salen dirección Ciriego con lleno total los camiones de la muerte. Volverán vacíos, como siempre lo hacen.

El silencio a veces se quebranta con algún juramento, algún culatazo de los guardias que embisten a los reos apremiándolos  a darse prisa, también se da algún empujón al que se rezaga, siempre vigilando que ninguno salte y si lo hace anda presto el fusil a ser descargado sobre el desgraciado que intenta huir. Algunos van en silencio , como si la cercanía de la nada les impusiera un respeto inmerecido. Otros lloran, suplican una piedad tan remota como la historia y la libertad que quisieron compartir. El hambre ha debilitado los cuerpos y las humillaciones recibidas en los meses de detención y juicio ya han quebrado, a la mayoría, el orgullo de ser republicanos, socialistas, anarquistas, comunistas…o nada. Solo personas que creyeron que era posible tener pan en la mesa cada día sin humillar la cabeza ante un amo hostil. Gente que detestaba a una iglesia que amordazó la libertad durante siglos y a una monarquía que solo se servía a si misma. La mayoría llevaban consigo el recuerdo del abrazo materno, o de la novia remota, o de la hermana, mientras  colgaba de sus ojos la última lágrima que pendía con el tintineo de no dejarla escapar.

¿Cómo se comporta el ser humano ante la muerte? Pues depende. Hay algunas personas con temple labrado por el heroísmo, como el de Matilde Zapata, que repartió  paciencia y comprensión a las compañeras de prisión hasta el último momento. Erguida, sin bajar la mirada,  cubierto el cráneo pelado por un sombrero que le han traído el día antes, con su abrigo que la protege de la humedad invernal, caminó hacia el paredón con el mismo orgullo con el que vivió.

Hay otra forma de ver la muerte. La que tuvo la joven Manolita Pescador Santiago, hermosa hasta cortar la respiración, alta, esbelta con cuerpo escultural, y diecinueve años vividos. Cuando a Manolita la suben al camión que la llevará ante el piquete, no va callada, ni erguida, ni orgullosa. Llora, patalea, porque no quiere morir. Manolita no quiere morir porque no lo merece -nadie merece morir a manos de otro, nunca, jamás-  Se enrabieta porque  sabe que es inocente de la malvada acusación, de un crimen que no cometió y quiere seguir amando al joven que ha conocido hace poco y dejarse amar por él de la misma forma.

Es probable que Manolita, quisiera seguir ese amor, casarse o no, tener hijos o no, formar una familia o no. No sabemos sus sueños porque el miedo ocultó las biografías y las ansias de las/os fusilados. Solo sabemos que era guapa, que creyó que el mundo iba a cambiar, que se vistió  un mono azul porque le gustaba pavonearse por Monte delante de los vecinos con su pistola al cinto, alardeando de miliciana  y de valiente, cuando solo era una jovencita díscola. Poco más.

Alguien encontró un cadáver en una zanja del pueblo decidiendo que esa muerte iría en el haber de Manolita Pescador Santiago. ¿Motivos? lo ignoramos, quizá por ser demasiado guapa, por gustarle llamar la atención, por pavonear su belleza delante de los que no podían conseguirla. O por nada. Porque hay maldad humana gratuita, Hanna Arendt la llama “banalidad del mal” y la denunció. Quizá ese es el motivo, a Manolita la condenaron porque sí.

En los juicios que se realizaban en el Instituto Santa Clara, no había tiempo de florituras. Cada diez minutos se despachaban vidas con la soltura del genocida que limpia el país para dejarlo al albur de los suyos. Diez minutos para que la acusación hable, para que un defensor (de ellos, militar y nombrado por los esbirros) la defienda, son pocos minutos. A su lado hay una larga fila de reos que hay que despachar, además de rellenar las sentencias con lenguaje militar y conciso. No se puede perder el tiempo con la basura humana roja, piensan los integrantes del Tribunal Militar. Y más siendo mujer porque la patria no tolera a mujeres libres que se pavoneen vestidas de milicianas. El nuevo régimen quiere mujeres sumisas, enredadas entre la sacristía y el hogar, amamantando hijos para la patria y haciendo sus labores de forma silenciosa y sumisa.

Manolita es guapa, se pavonea con su traje de miliciana y hace gala de ser socialista. Es una mujer que no sirve para la nueva España.

Se despacha la pena de muerte. Como la de otras mujeres que tendrán el privilegio de caer abatidas esa madrugada en Ciriego   alimentando la tierra donde serán tapadas con una leve capa para que en la madrugada siguiente caigan nuevos cuerpos hasta llenar la fosa y taparla. Entre medias se tira cal viva para que los cuerpos no molesten demasiado. Cuando llueve, la sangre que los cadáveres humeantes rezuman traspasa la barrera que conforma la cal  formándose un charco rojizo que la cuadrilla que llega por la tarde para cavar de nuevo mira con el horror brotándoles de los ojos. Esa sangre cualquier día será la suya, piensan. Esa sangre es de compañeros que han caído antes que ellos. La de cada uno de los que caerá en la fosa que hoy cavan para otros.

Manolita no quiere morir. No está resignada ni quiere mostrar un aplomo falso. Llora, patalea, suplica, insulta…y sigue llorando. Como uno de los jóvenes que la acompañan y que formará el piquete de ejecución. Porque él la ama casi con delirio. Se han enamorado en un tiempo en que el amor es un lujo inaccesible y caro, muy caro. No se puede uno enamorar de una roja condenada a muerte, por guapa que sea, le habrán repetido los compañeros enterados del sinsentido. Pero se han enamorado y llevan en su corazón el empuje de un amor desesperado.  A eso se debe que Manolita no quiera morir, y por más cosas, claro. Por eso, el joven del piquete no atina a apuntar su fusil mientras contempla a la bella  joven que tiene ante si y que no para de llorar, de suplicar, de gritar: que no quiere morir. Que quiere vivir, amar, tener hijos o no, casarse o no. Que quiere morirse de vieja después de vivir mucho, cuando su hermoso cuerpo esté ajado y su cara se cincele con los años.

 

Ambos debieron mirarse por última vez, él, dibujando el contorno del pecho de Manolita para disparar atinando bien y ella bajo lágrimas de rabia.

La madrugada del diecisiete de noviembre del Segundo Año Triunfal  de 1937, en Ciriego sonaron varias descargas de naranjeros porque había mucho trabajo. Nada menos que treinta y cinco  condenados. Entre ellos, las mujeres que citaremos luego.

Cuando Manolita cayó a la zanja que habían abierto horas antes los presos de Corbán, aun le quedaban lágrimas en la cara porque no quería morir, pero había muerto. En la de su novio se cuajaron en una rabia muy sorda que al poco germinó en locura.

Me contaron las gentes que vivieron los hechos, que el guardia jamás se repuso de aquel amor, de aquella muerte que tuvo que ejecutar porque se debía a las ordenes que gentes sin alma le dieran. Dicen, que se volvió loco. Yo no he podido  confirmarlo porque el silencio ha sido una losa que cerró las bocas de quienes podían contar. Lo que sí he sabido es el nombre de las mujeres y de los hombres que fueron cayendo bajo las balas de hombres que cumplían órdenes. Y con su deber de limpiar España. Decían.

María Toca Cañedo©

 

En el Cementerio de Ciriego, se supone que fueron fusiladas sesenta mujeres  entre  las, alrededor de 1300  personas, fusiladas sin juicio justo, sin defensa y sin piedad. Este es el nombre de las que cayeron alrededor del diecisiete de noviembre de 1937.

Se tratan de  Guadalupe  Fernández Pérez (29 años) conocida popularmente como La Pasionaria de Los Corrales, Pilar Benito (21 años, de Aguilar de Campoo), Alejandra Bañuelos Recio (19 años), Damiana Pérez (18 años) , Manuela Pescador  Santiago(19 años) y otras cinco mujeres desconocidas.

Saiz Viadero las llama las rosas rojas de Cantabria”, por la “cierta similitud” de su historia con la de “las trece rosas madrileñas que ha cobrado vigencia recientemente”. “Las víctimas de algunos de los fusilamientos de los años 1937 y 1938 fueron muchachas de gran juventud, en su mayor parte pertenecientes a partidos de izquierda” de Cantabria.

El 28 de octubre de 1937 fueron fusiladas en el frontón de Reinosa, Rosa García García,(30 años) Lidia Fernández Gutiérrez (49 años) Felisa Lasuén Garmendia (28 años)

20 de diciembre de 1937, fusiladas,  Teresa Ceballos González (35 años) Felisa Barriuso González(26 años)

22 de diciembre de 1937, Asunción Castañeda Collado(34 años)

Matilde Zapata Borrego (35 años) fusilada el 28 de mayo de 1938…

N.a.:

*J. Ramón Saiz Viadero, Mujer, República, Guerra Civil y represión en Cantabria (editorial Librucos)pagina 169.

**Distintos investigadores nos dan cifras diferentes. Hay tres nombres registrados en Ciriego. J.Ramón Saiz Viadero, nos contabiliza once en total, aunque ignora el nombre de cinco mujeres.

 

A todas ellas: el recuerdo os abraza, compañeras. Dejaremos una y otra vez vuestros nombres grabados en la piedra de la Memoria para que no se olviden.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre Maria Toca 1556 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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