Ay, amiga.

Amiga, supongo que te habrás dado cuenta pero ese maestro espiritual, el de mirada magnética que resulta tan interesante, increíblemente atractivo y que ofrece verdades reveladas en cada frase, el que siempre se lía con las chicas más jóvenes de cada taller una tras de otra, no te interesaría lo más mínimo si fuera el pescadero de tu barrio encarnado, soltando las mismas sentencias.
El profesor universitario añoso, ese que fuma en pipa, acude en bicicleta a la Facultad y lleva chaquetas de fashionista, el que parece haberse tragado mil tomos sesudos en su treintena y también haber vivido la noche y sus consecuencias, ese que hostiga a las alumnas investigadoras del departamento, no te interesaría lo más mínimo si fuera el camarero del bar de tu barrio encarnado.
El cincuentañero figurín tatuado, profesor de tus hijas, el que propicia todas las charlas sobre coeducación y feminismo, el mismo que después comenta con sus colegas que no se queda solo en un aula con ninguna adolescente por «si acaso», ese tampoco te interesaría si resultara ser desempleado de larga duración cobrando prestaciones.
La deseabilidad social y erótica se construye, se ostenta y se mantiene desde los lugares de poder.
El atractivo y el halo de irrestibilidad son elaborados, amiga.
Desde el púlpito, el escenario, el podium, nos resultan inmensos y fascinantes señores que en su cotidianidad pedestre no serían más que un hombre normal.
Normal.
E incluso, si fuéramos honestas, nos daríamos cuenta de que bajados del atrio de nuestra mirada engrandecedora estos iluminados, los que están siempre «investigando» o los voy vestido de aliado y me pinto las uñas, sueltan las mismas frases que nuestras sabias abuelas, nuestras prácticas madres o nuestras compañeras, esas que leen hasta quemarse las pestañas y tienen toda la sabiduría en sus cuerpos.
Encarnados también, pero sin poder alguno.
Así que pégale una patada al pedestal, que desde ahí abajo miramos hacia arriba.
Y tenemos los ojos cansados.
Buen día, otro día.
María Sabroso
Imagen de Paul Kurucz.
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Sexologa, psicoterapeuta Terapeuta en Esapacio Karezza. Escritora

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