Construirse lo llaman

Construirse lo llaman.
Diálogo entre la María cuarentañera y la María veinteañera.
– Oye María, me gustaría decirte algo, me parece importante.
– Sí díme, soy toda oídos, ando intentando aprender.
– Pues mira, a estas alturas ya sé una serie de cosas y tal vez te interese.
– Larga rauda y veloza.
– A ver.
Nadie viene a salvarte, ¿sabes?. Ningún amor, ningún hombre, mujer, flor o caracol te salva de lo tuyo.
No hay mecenas que te vean a lo lejos y reconozcan tu talento oculto, ese que ni sabes aún que tienes pero que te gustaría desarrollar.
No existen los golpes de suerte inesperados a cada momento, ni chocazos en las esquinas con el amor de tu vida.
Las relaciones de pareja no funcionan por arte de magia ni por conjuros ni por desearlo mucho, ni tan siquiera por leer libros acerca del tema.
Si no curas tus heridas, esas cicatrices del alma y del cuerpo es casi seguro que le pidas la tirita a quien tienes al lado.
Demandar amor no funciona. Exigirlo tampoco.
Dar a raudales y de todo hasta quedarte sin nada es exactamente eso, quedarte sin nada. Vaciarte no es ser generosa.
Todas y cada una de las cosas que consigas serán con tu esfuerzo y trabajo. El apoyo y ayuda de los demás llegarán cuando ya estés haciendo tu parte. No antes.
La amistad puede durar un verano, quince años o una semana. Y está bien que así sea. La vida es una constante pérdida y ganancia, ¿sabes?.
Todo es mucho más prosaico de lo que crees, incluso el sexo, incluso desarrollar la profesión que tanto anhelas. Pero siendo lo cotidiano mucho menos novelesco de lo que en ese momento sueñas, te digo también que lo real puede ser muchas veces más interesante que las fantasías.
Quiero que sepas también que conseguir las cosas por ti misma es el mayor orgullo que puedes tener, que cada paso por muy erróneo que parezca de entrada te coloca en otro sitio, casi siempre mejor.
Ah, también quería decirte que no te mueres de ningún desamor, decepción o duelo. Ni aunque creas que va a ocurrir, en serio.
Nada nunca y digo nunca, es tan grave.
Y si lo es, también pasa.
Saber de todo esto se llama madurar, supongo.
Y hoy, que me he acordado de ti, quería contártelo.
– Pues gracias, tía. No pensé que a tu edad fueras a ser así, qué cosas. Pensé que cumplir años era un coñazo y te volvías rancia y que ya no te pasaba nada interesante.
Me da que te ha costado, pero molas!
– Pues sí, cuesta. Construirse cada día cuesta. Pero mola!
María Sabroso
Sobre María Sabroso 130 artículos
Sexologa, psicoterapeuta Terapeuta en Esapacio Karezza. Escritora

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