Desengaño y verdades del barquero.

 

He  postergado comentar las decepción sufrida en la campaña electoral, por eludir el incendio emocional que ha producido y porque han sido muchas las voces preparadas, o no, que han analizado los resultados.

Pasado el furor inicial me atrevo a opinar, no tanto como experta que ni soy ni pretendo, pero sí  como espectadora y sufridora de la derrota.

Antes que nada, intentaré definir lo que supone ser de derechas o de izquierda, aviso que los conceptos son subjetivos, por si hubiera duda. La derecha es fácil. Los intereses mueven la palanca inicial del convencimiento emocional. Son los intereses y una forma conservadora de ver la vida como algo estable, tangencialmente inmutable. Las personas de derechas quiere una sociedad segura, con poco movimiento porque los cambios les produce incomodidad . El/la derechista,  vive conforme a las tradiciones. A saber: matrimonio de toda la vida (hombre/mujer; de forma excepcional y porque no queda otro remedio, se aceptan variantes pero discretas), hipoteca, hijos, veraneo en la playa. El hombre puede ir de putas, la mujer tener algún amante mientras se mantenga la discreción, la niña podrá abortar en clínica privada, of course. Clubs privados, colegios y medicos también que la plebe apesta, aunque no tienen escrúpulo en utilizar la sanidad pública si hay gravedad o subvenciones a fondo perdido cuando toque.  Lo burgués de toda la vida, vaya.

El darwinismo social mueve la palanca mental del buen derechista. Si vales y te esfuerzas llegas, si no, no vales o no has trabajado lo suficiente por lo que el marginal lo es por propia voluntad…o más claramente, por falta de ella. Eso de cara al exterior y como argumento de salida. La verdad es que funcionan las tradiciones de compadreo, recomendaciones y trafico de influencias porque ser del club de los privilegiados, cotiza. Se trabaja para ganar dinero, sin muchos escrúpulos de a quien se tritura en el camino de la prosperidad. La ecología, el cambio climático y demás zarandajas son cosa de rojos y como tal obviables. El futuro es el progreso, la inversión, la plusvalía la creación de riqueza, poco repartida a ser posible, no sea que se acabe la mano de obra barata. Sencillo todo.

La izquierda, en cambio, se complica. Nos mueven ideas  que  no creo que sean intrínsecas del ser humano. Tal como dijo Saramago, parafraseando al palestino ese que mataron, Jesús, para más señas: «nada humano me es ajeno» pero no propio, añadiría yo. La naturaleza, nuestro propio cuerpo, basa la subsistencia en un egoísmo innato. Todo se supedita a la supervivencia.  Nuestro sistema inmunitario ataca  lo que molesta o entorpece la salud. Darwinismo puro, ya digo. No sé si el sociópata nace o se hace, pero  tengo el convencimiento de que la generosidad, la empatía, la sociabilidad, son características que vamos adquiriendo gracias a la cultura, no nacen con nosotras…O si lo hacen hay que desarrollarlas a base de formación social porque se diluyen con el influjo de una sociedad capitalista, unos medios de comunicación rastreros y mentirosos y los diversos acicates que se nos ponen delante para optar por un personalidad egoísta y/o egocéntrica.

 

Lo de compartir, socializar, repartir riqueza, tolerar al diferente, admitir al adversario, son cualidades adquiridas y como tal requieren esfuerzo y constancia. Quizá sea por esa circunstancia lo complicado  del pensamiento de izquierdas. Cada izquierdista  llevamos  un ideario que confluye en algo,  no en todo,  con otra persona aunque tenga la misma mirada política. La divergencia ha supuesto grandes dramas a lo largo de la historia, por si no recuerdan, consulten la que liaron los desencuentros ideológicos (o de otro tipo, que eso es discutible) entre el padrecito Stalin y el disidente Trotsky. O las de los mahknovistas con Lenin. Las izquierdas nos hemos apuñalado a lo largo de la historia y ya se dice que usted mete cinco izquierdistas en una habitación, los deja tres horas y le salen cinco partidos políticos. O cinco escisiones del inicial.

Eso complica mucho a la hora de elegir, porque la división es a la izquierda lo que el aire para  cualquier humano. En estas elecciones ha ocurrido lo que es costumbre. A la izquierda del Psoe, las disensiones, los trabucazos entre los  antes amigos del alma, con amados liderazgos que de pronto se han convertido en Judas Iscariotes de manual, se han dejado notar dividiendo el voto y desanimando al/a electoras. ¿Inevitable?

Los que antes se admiraban y fundían en abrazos de hermanamiento total se convierten en traidores a dos bandas en un quítate tú que me pongo yo y así hasta el infinito. En estos últimos meses darse una vuelta por Twiter era entrar en un cenagal donde los insultos y exabruptos infames iban de ida y vuelta. Menos mal que los piolets ya no se usan porque nos hubieran puesto todo perdido de sangre. Algunos, ante las desafecciones meramente posturales, han exhibido un patriotismo de partido que es más nauseabundo que el nacional.

Una de las causas del descalabro ha podido estar en esa división, pero no todo. A mi entender, en los mítines, debates, coloquios y demás practicas electorales se habla para los propios, para el/la votante convencida. Claro que es importante irradiar entusiasmo, afán ganador para que los asistentes salgan con ganas de comerse el mundo, pero no es eso. O no solo es eso.

En el periodo fundacional de Podemos se hablaba mucho de la transversalidad – confieso, que yo y muchas criticamos- porque debajo de una izquierdista siempre va (o quiere ir) un alma pura, intangible que aspira a que SU ideario se materialice al completo. Sin una coma de menos y de acuerdo al manual. Al que sea. Ser transversal es lo contrario, es aceptar otros aportes sin desvirtuar el fin inicial, por supuesto, pero sabiendo que el mundo al que se pretende llegar es amplio y con diversos matices que conforman un colectivo poliédrico. Ese sentido de trasversalidad se ha perdido totalmente en el actual Podemos, y creo que es una pena porque fue importante.

No olvidaré cuando en enero de 2015 nos desplazamos a Madrid para asistir a una concentración, más de fuerza que reivindicativa,  que yo hice como espectadora curiosa del fenómeno que me parecía apasionante. En Sol nos concentramos cientos de miles de personas, calles adyacentes cubiertas de gentío entusiasta colapsaron durante horas la capital.  En un momento dado se me acercó una señora bien madrileña, que es como decir una potentada. Solo a su bolso, le calculé el montante de varios sueldos mínimos de currante. La señora me preguntó quienes eran los del escenario y que sentido tenía aquello. Yo, les reconozco, que palidecí intuyendo un exabrupto por parte de la pitita de la Milla de Oro. Respondí con hilo de voz, que se trataba de una concentración de Podemos, de protesta contra el gobierno de Rajoy. Su respuesta me dejo estupefacta: “hacéis bien, porque las cosas tal como están no se pueden aguantar más…hasta yo es posible que les vote

En ese momento me di cuenta de que la trasversalidad era correcta, un camino sinuoso y espeso que podía conducir al poder y eso beneficiaría no tanto a la señora de la calle Ortega y Gasset como por lo que su voto significaba para  quien de verdad necesitaba mejorar de vida. Creo que los buenos liderazgos, hacen eso, convencen a mucha gente para beneficio de los más débiles,  que tomarán prestados votos  porque la marginalidad, la de verdad, la dura, no vota. Esto que digo lo ha entendido muy bien la derecha (no hago distingos) que ha convencido a las masas empobrecidas y precarizadas que su voto va a beneficiarles. Si lo dudan, comprueben las cifras de votaciones de barrios y zonas empobrecidas.

Se ha perdido a base de mirar solo a los suyos. Se habla para los/as convencidas y eso no tienen gracia ni incrementa la base electoral. Poco ayudan también las variadas invectivas soltadas en los últimos tiempos, que se han basado más en respuestas a las interpelaciones de unos poderes mediáticos y políticos que al propio relato. Cuando comienzas a defenderte, pierdes. No falla.

Dedicarse a criticar al gobierno del que formas parte, es además de inaudito, una estupidez, porque los desacuerdos políticos, o se saldan en privados o con dimisión.  Tampoco ayuda atacar de forma constante a los medios, por más razón que se tenga que es mucha. Si tú te pasas la vida despotricando de Ana Rosa, o del Hormiguero, que lo ven millones de personas, te pones contra de los televidentes que lo ven. De Perogrullo. Ojo, que no digo que no haya motivos, pero debería haber estrategia en vez de voces y destemples sin sentido. Cuando dices que los jueces son machistas y que los medios son cloaca, te posicionas en defensa sin estrategia de conquista. Y fallas.

Establecer una campaña de lloros ante la iniquidad de los medios y el poder es inane, porque se sabe que el poder ataca sin piedad ni tregua a quien llega a tocarle los ovarios. No creo que haya que estudiar mucho en la Complutense para darse cuenta de que la infamia, el ataque cruel, la mentira, la calumnia va a ser el contrataque de un poder que se ve minusvalorado y atacado ¿Qué pensaban, los ingenuos, que se les abriría el sistema con abracitos? Por eso los lloros no se entienden. Si respondes a la infamia, si te defiendes de un ataque infamante, conviertes al adversario en el amo del relato. Y eso ha pasado con demasiada frecuencia, que se han quedado con el relato y la respuesta parecía de  llorica respondón.

Salir en televisión luciendo  una camiseta con la cara de Tomás Ayuso, es banal y contradice estrategias ganadoras porque  das importancia a quien no es más que un sinvergüenza que se aprovecha del poder que tiene su hermana, más sinvergüenza aún. Te minusvaloras al darles importancia. Como volverse contra periodistas por el hecho de que ejercen su profesión. Ganarse la enemistad, por muchas razones que asistan, de unas cadenas y programas mayoritarios que al hacerlo te privan del contacto directo y del socavamiento que se podría hacer dentro de los propios medios, es estúpido, si pretendes conquistar poder. Otra cosa es que te quedes en la marginalidad, en el activismo político fuera de contiendas electorales. Comer y sorber en política no es inteligente porque se pierden ambos frentes.

Ignoro quien ha promovido la estrategia electoral de Podemos en estas elecciones, pero está tardando mucho en salir cerrando  la puerta. De penoso a absurdo.

Por otro lado, deberían saber las mentes dirigentes (en la sombra o en la luz) que la emocionalidad en política no puntúa. No puedes atacar de forma infamante a la persona con la que sabes que dentro de muy poco tendrás que sentarte a negociar. En ambas direcciones lo digo, porque a los exabruptos soltados por Iglesias, le siguió  el programilla que se marcó Yolanda Díez con Evole, que  nos dejó perplejas y peripatéticas a las que manteníamos cierta  esperanza con su paso al frente. Penoso todo. Tendrían que escuchar a las abuelas que  insistían en que los trapos sucios se lavaran en casa. Porque el ataque no era ideológico -que tampoco hubiera tenido mucho sentido-  las ideas que se defendían e ambos bandos y los caminos son similares. Se despiezaba al adversario por ego, por listas electorales. Es decir, por poder. Porque en la izquierda somos muy puras pero mola el poder más que los caramelos a los niños.

Les refiero, por si sirve, la respuesta que dio el viejillo genial que es Pepe Mújica cuando se le preguntó  cómo hicieron para confluir varios partidos de izquierda y formar el gobierno que él presidió. Dijo: “teníamos claro el fin, los caminos eran divergentes, la forma de llegar difería mucho entre los grupos, pero todos queríamos llegar al mismo lugar”

Claro que para hacer eso hay que tener una talla y altura que no veo en los liderazgos de ahora mismo. E inteligencia. Que tampoco.

Para finalizar la perorata, inútil, desde luego, porque a estas alturas poco remedio veo, les diré algo que escuché hace poco. Los partidos políticos, los programas electorales, no son taxis que nos dejan en la misma puerta del sitio al que queremos llegar, más bien son autobuses renqueantes y defectuosos que nos dejarán en la parada más cercana al sitio al que vamos. Esto de cara a los/as votantes de la izquierda que para depositar el voto con entusiasmo necesitamos enamorarnos, levitar, gravitar y volar en orgiástico gozo, por nuestro Amado Líder, por Nuestro Amado Partido y hasta por su flamígera espada que lanza destellos de verdad y tiene la capacidad de atraer el paraiso socialista/comunista/anarquista a la tierra. Amén.

Pensemos en ello cuando toque votar. Dejemos las purezas para las controversias de café y sobre todo, que los lideres dejen de tirarse trastos a la cabeza y los acumulen para la cena de Nochebuena ante la cabeza de los cuñados. En política se negocia, se transige, se traga, se pierde para ganar. Si no son capaces de eso, hagan sitio y marchen al activismo.

María Toca Cañedo©

 

Sobre Maria Toca 1533 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

4 comentarios

  1. Como siempre acertada en sus comentarios y analisis. Ciertament , mientras las izaquierdas de este pais quieran ser ellas solas y por separado las mas puras no nos va,mos a comer un rosco ni en Navidad. El gran Pepe Mujica ya lo ha dicho un monton de veces , preguntado si se habia tenido que tragar algun sapo, contestaba:» Cuando hay que tragarse un sapo para llegar adonde uno se ha propuesto, se traga y a otra cosa hasta llegar» No se si es literal las frase pero si el sentido» Gracias por tus analisis.

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