«La mujer española es un ser solitario condenado a cadena perpetua desde el nacimiento. Todo la conduce a esa jaula, muy pocas veces dorada, donde ni siquiera ella canta, donde no hay otra música que la de la radio»
Manuel Vázquez Montalban:
Había pasado la mayor ola de hambruna, no del todo desde luego, pero parecía que las cosas se normalizaban para un país que se tornó años atrás en grisura continua, sin voz ni voto disonante. Corría el año 1947, las cosas comenzaban a mejorar en el país tanto que a la pareja formada por José Fradera y Francisca Elena Bes Calbet, prósperos propietarios de un salón de belleza en Barcelona, se les ocurrió una idea para potenciar la incipiente cosmética que fabricaban en su centro. Había partido la sugerencia de una conversación con un buen amigo, el director de Radio Barcelona Ramón Barbat que les animó a hacer publicidad en la radio que dirigía, de sus productos. No se trataba de una publicidad cualquiera, porque los Fradera Bes tenían la idea de popularizar sus productos entre cierta clase de mujeres que hasta ahora había tenido bastante con sobrevivir y quizá había llegado el momento de que cuando se miraran al espejo y vieran una piel curtida por horas de campo, o arrugas labradas por el llanto de perdidas dolorosas, se quisieran embellecer. Para ellas, no tanto, pero sí para sus maridos porque las mujeres de entonces estaban en supeditación continua al marido.
En Radio Barcelona idearon un formato nuevo. En vez de hacer cuñas animando a la compra de los cosméticos Francis, se conformaría una persona que diera consejos de belleza a las mujeres. Así nace, en un gris noviembre de 1947 el programa de belleza “Consultorio de la señora Francis”
La radio era todo en los hogares españoles. No hacía falta tenerla, con que hubiera una en la vecindad era suficiente. Las ventanas se abrían para que por el patio subieran las hondas hertzianas llegando hasta el último rincón de cada casa. Fue el ideólogo nazi, doctor (en filosofía) Goebbels quien dijo que se encargaría de que en cada hogar hubiera una radio para hacer llegar la doctrina del nacionalsocialismo hasta el ultimo rincón del mundo. Adoctrinamiento, lo llamaban, aunque lo disfrazaron con sutiles velos de distracción y entretenimiento.
España había pasado una guerra, una postguerra terrible donde el hambre y la necesidad anidaba hasta en los últimos rincones, las heridas y los rencores permanecían vivos. La Falange con su Sección Femenina educaba y sometía a las mujeres que se habían despendolado diez años atrás durante la etapa roja. Había que enderezar al individuo, sobre manera a la mujer que era el sostén de la familia nucleada en torno a un régimen dictatorial fascista y tiránico. Quien no estuviera dispuesto a la doma, podía marcharse cinco minutos antes de ser detenido, fusilado o encarcelado hasta dios sabe cuándo.
Las ondas contenían el liviano escape de aquellos años tortuosos. La fisura por donde eludían las mujeres españolas un turbio presente que las aplastaba. A las diez de la noche sonaba la sintonía del “parte” y la cena se amenizaba con las grandes noticias de inauguraciones de pantanos y un festival de honores a gloria del Caudillo de España, que no descansaba nunca (la lucecita del Pardo no se apagaba, decían) para trabajar por el bien de sus súbditos, los/as españolas. A cambio de silencio y miedo. Un miedo que pesaba como una losa inmensa y educaba la voluntad en la sumisión.
A partir de un día impreciso de noviembre -no he conseguido encontrar la fecha exacta del inicio del programa- las ondas de Radio Barcelona -luego, el programa se emitiría por Radio Peninsular y Radio Intercontinental– emitieron una sintonía que horadaría los sentimientos y emociones de las españolas durante más de 37 años. Indian Summer de Víctor Herbert, era la música escogida para dar comienzo al programa que pararía la vida de las españolas, en los primeros tiempos solo durante media hora, hasta la hora y media definitiva a la que llegó al poco del comienzo, debido al éxito conseguido.https://www.youtube.com/watch?app=desktop&v=lyrtbgTynBs
Los empresarios labraron una historia para adornar su invento. El consultorio era atendido por la señora doña Elena Francis (nombre escogido a partir del Francisca de la dueña) de edad indefinida entre sesenta y setenta, con una voz autoritaria pero maternal puesto que se pretendía convencer y educar, doctora imprecisa y sabia consejera sobre toda conducta femenina.
Los consejos de belleza dieron paso a consultas sobre limpieza y conservación del hogar, hasta que llegaron las preguntas y confesiones sentimentales de unas mujeres que languidecían en hogares precarios con mayor o menor suerte.
La voz de la señora Francis se extendió por las ondas hasta inundar España. Llegaba a todos los rincones y encontraba acomodo, casi siempre, en las cocinas de los hogares españoles, que una vez adecentadas después de comer, se quedaban expectantes hasta que la sintonía apretaba la emoción y se tomaba la aguja o la plancha -trabajos silenciosos y tranquilos para no perderse ni una palabra de doña Elena Francis– se acercaba el cuerpo a la repisa donde descansaba la radio y se escuchaba sin interrupción la lectura de las siete cartas seleccionadas para ser leídas en cada programa y de las consiguientes respuestas de doña Elena.
Eran siete, pero se recibían cientos de misivas diarias. Las mujeres españolas tenían maridos que las golpeaban, las engañaban, o no les hacían caso. Había jóvenes que penaban por algún mozo indeciso y procaz que no atendía su demanda de amor. Hubo algunas que contaban como su marido se perdía en amores “no naturales”, o que llegaban borrachos a altas horas formando grescas inmensas. Otros, no entregaban dinero para mantener la casa y los niños no tenían nada que llevarse a la boca. Abandonos, abusos por parte de algún jefe, compañero o vecino…Violaciones no, nunca había violaciones en este país tan católico, solo desmanes producidos por cierta conducta coqueta o poco discreta que incitaba al procaz a propasarse. De sobra se sabía que el hombre nunca era culpable, debía ser la mujer quien protegiera su virtud y de perderla a ella solo tomarían cuenta.
Llegaron más de un millón de cartas a la radio. Cartas sentidas, escritas con el corazón encogido y niebla en el alma porque, como casi todas explicaban, no tenían a nadie a quien contar sus cuitas. Confiaban en la discreción y el buen criterio de la señora Francis, creían que sus consejos las haría encaminar los pasos por la senda de la rectitud y de la felicidad.
Confiaban en doña Elena Francis…
Doña Elena Francis era una triste realidad. En sus inicios, un grupo de guionistas, seleccionados por un anuncio en donde se pedía saber escribir a máquina (la mayor parte de las cartas se respondían por correo) no cometer faltas de ortografía (¡doña Elena era doctora!) y sobre todo, se juramentaban a mantener una total discreción. Todo era secreto en el consultorio.
El primer equipo de guionistas estaba formado por Ángela Castells, María Castañé, Joaquina Algars y Eduardo Alarcón. A partir de 1966 se encargó de las respuestas un guionista experto en tauromaquia, Juan Soto Viñolo, que en los últimos años de emisión, confesó que incluso se inventaba misivas para subir la audiencia que iba decayendo.
Los asesores de los guionistas eran, un cura, ¡como no! y alguna señorita de la Sección Femenina de Falange y del Patronato de Protección de la Mujer. El discurso que marcaba las respuestas debía ser claro: el de la Sección Femenina. Sumisión, paciencia servil, abnegación infinita y resignación total ante el destino que Dios había encomendado a las mujeres. Ser madres, cuidar del varón y acompañarle en sus cuitas era su única misión, el resto, vicio y desmadre. La mujer española era la guardiana del hogar supeditada siempre al capricho del varón y a su total servicio .https://www.lapajareramagazine.com/historia-de-un-genocidio-patronato-de-proteccion-a-la-mujer
Jamás se podían romper las normas del matrimonio. Si el marido maltrataba, paciencia; como mucho se podía recurrir al cura para que amansara a la fiera. Si había adulterio, cuidarse más, ofrecerse mejor, dar lo que necesita para que no lo busque fuera…y si todo eso fallaba, paciencia y abnegación porque Dios en su infinita sabiduría ofrecía una carga a cada una de nosotras…bla,bla,bla.
Algunos ejemplos que ilustran lo que era el consultorio:
“Mi querida y apreciada señora Elena Francis: Sospecho que mi marido me es infiel desde hace ya un tiempo y no sé qué hacer, estoy desesperada, ¿qué me aconseja?». «Querida amiga: los hombres son proclives al adulterio«… Respondía la señora Francis.
Una mujer confiesa la confirmada sospecha de que su marido es homosexual. Francis le responde:
“No hacer demasiado caso de los rumores. Compórtese como si no hubiera ocurrido nada, con el fin de que su esposo recobre la confianza perdida. Extreme sus atenciones pero sin que él advierta nada. Cree un grato ambiente en la casa para que él no sienta la necesidad de salir”.
A la carta de una oyente de 26 años que denuncia la infidelidad de su marido, Elena Francis responde: «Es mejor que se haga la ciega, sorda y muda (…). No ponga mala cara cuando él llegue».
En una ocasión, una niña le preguntó a doña Elena por “las reglas de la actividad sexual”. Francis contestó: “Ligada a esta actividad está la función más importante de la mujer, que es la maternidad”
Rita Abundancia, «Elena Francis, consejos para la mujer sumisa», El País, 4-XI-2014: http://smoda.elpais.com/placeres/elena-francis-consejos-para-la-mujer-sumisa/
Cuando las cosas empezaron a naufragar y se preguntaba por el misterio de la señora Francis, que había cambiado de voz varias veces, se respondió desde la producción del programa: “Elena Francis existe, es un ente físico. Se trata de una señora «muy digna, muy preparada y muy amante de su intimidad», que tendrá en la actualidad entre 68 y 70 años. No es posible hablar con la presunta Elena Francis «porque sigue una norma estricta de no conceder entrevistas ni aparecer en público» País, Ediciones El (25 de octubre de 1982). «Miles de amas de casa y jóvenes españolas han atravesado la transición a través del consultorio de mayor audiencia»
A lo largo de los años hubo varias locutoras que dieron voz a la mujer más respetada de las ondas españolas. La primera fue María Garriga, a la que siguieron, Rosario Caballé y Maruja Fernández. Todas juramentadas en el secreto. Todas conversas de la manipulación.
El programa duró 37 años, hasta que en 1984, mismo año que se deshizo el Patronato de Protección de la Mujer, víctimas de la nueva mujer, de los nuevos tiempos que barrieron España, dejó de emitirse.
Durante esos años, todas las tardes, incluidos un especial de los sábados, se daban consignas a la mujer española con el fin de condicionar y domar su voluntad a gusto de un sistema que negaba derechos y cimentaba su poder en el confesionario y en el hogar. Domada la mujer, el resto era sencillo. Y justo así consiguió una dictadura cruel e infame perdurar tanto tiempo, el dictador morir en su cama y que los flecos de la educación sentimental lleguen hasta nuestros días. Cuando nos reprochan que hay mujeres machistas, que la responsabilidad de educar a machistas es de las madres, recuerden qué y quiénes las educaron a ellas.
El consultorio de la señora Francis había pasado al olvido hasta que en 2005, una comisión de técnicos del Ayuntamiento de Cornellá de Llobregat que visitaban la masía Can Tirell, que era parte del patrimonio de la familia de José Fradera Butsems, dueño y señor del Instituto Elena Francis, con el fin de estudiar la rehabilitación del edificio, encuentran en un trastero una gran cantidad de cajas olvidadas y llenas de humedad, que al abrirlas descubren cientos de miles de cartas con letra abigarrada, algunas de ellas regadas de llanto silencioso. Eran las cartas olvidadas del consultorio Francis. Más de un millón de misivas con las confidencias de los corazones rotos de las tristes españolas de tres décadas del siglo XX.
Hubo de desinfectar el contenido de los bultos y desinsectar porque el tiempo y la humedad habían generado una colmena de insectos. Se salvaron 100.000 misivas, que se depositaron en Arxin Comarcal del Baix Llobregat, en San Feliú de Llobregat. En marzo de 2007, se reanudó el estudio del archivo por parte de la directora ,Mari Luz Retuerta que ha digitalizado y catalogado solo un 10% de las mismas.
Los guiones de los programas se conservan en la Colección de Guiones de Radio Barcelona y la Biblioteca de Comunicación y Hemeroteca General de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Poco después se realizó otra intensa investigación de 4325 cartas por parte de Rosario Fontova y el catedrático de Comunicación Armand Balsebre que publicaron el libro Las cartas de Elena Francis, una educación bajo el franquismo, de editorial Catedra, de recomendada lectura para quien desee conocer en detalle el color de la educación sentimental de la mujer española durante el siglo XX.
Creo que esta patética historia del Consultorio Femenino de la señora Francis, resume mejor que muchos tratados sociológicos el funesto empeño del franquismo para manipular las mentes de la mujer española condicionándola al sufrimiento paciente y a doblegarse ante un patriarcado brutal.
Las numerosas cajas llenas de humedad y bichos que contenían las confidencias de tantas mujeres dolientes son un grito que nos envía la historia para que jamás podamos volver a sufrir una represión tan absolutamente cruel, basada en manipulaciones y engaños malvados.
María Toca Cañedo©
Dedicado a Modesta Cañedo, con quien, siendo muy pequeña, escuchaba en silencio el consultorio de la señora Francis, mientras ella cosía o zurcía calcetines enfundados en un huevo de madera. No puedo menos que sentir una dulce y tierna nostalgia de aquellas tardes (engañosas) amenizadas por Indian Summer https://www.youtube.com/watch?v=dBV37-3ZuG0 que paraban el tiempo mientras compartíamos las emotivas misivas y las perturbadoras respuestas de doña Elena.
https://www.rtve.es/play/videos/documaster/elena-francis-primera-influencer/6828714/
Deja un comentario