Entrevista a Brenda Chaves: claves del consumismo

“Consumir no es en absoluto un acto banal. Es un acto económico y político de primer orden”

Brenda Chávez estudió derecho y periodismo. Es colaboradora en medios como Carne Cruda y Consuma Crudeza,  también en El País, El Salto y Opcions y en las revistas Cuerpo Mente, The Ecologist y Ethic, entre otras, así como en diversos proyectos de cultura y sostenibilidad. Desde mayo de 2018 forma parte del colectivo femenino de periodistas de investigación sobre consumo Carro de Combate. Fué redactora jefe de Vogue y subdirectora de la publicación mainstream Cosmopolitan. Es autora del libro “Tu consumo puede cambiar el mundo (el poder de tus elecciones responsables, conscientes y críticas)”  que se publicó en abril del 2017.

En esta entrevista se comentan a vuelapluma muchos de los aspectos que se analizan detalladamente en el libro de Brenda Chávez. Me permito recomendarles su lectura; ya es un referente en la materia.

Juan A. Cabrera (J.C) Hay una prensa que se mueve en la frontera entre el periodismo y el márketing (político, comercial, etc) ¿Cómo puede el público corriente distinguir una cosa de la otra en los mensajes que recibe?

Brenda Chávez (B.Ch.) Centrándonos en el ámbito de consumo: Los datos veraces están, por ejemplo, en las etiquetas y en la información que proveen por canales diversos las empresas sobre sus productos y servicios. Es verdad que el conocimiento de la trazabilidad sigue siendo una asignatura pendiente en muchos sectores. Por ejemplo una camiseta: debería ser fácil disponer de datos fidedignos desde las condiciones de cultivo del algodón con que está confeccionada hasta que llega a nuestras manos, o en el caso de cualquier alimento desde su origen hasta que es un producto listo para el consumo. Ciertamente, a veces no es fácil, pero el consumo responsable implica que nosotros los consumidores hagamos también un cierto esfuerzo a la hora de no conformarnos y buscar la información en lugar de limitarnos a coger del estante un producto sin preguntarnos nada más por la mera fuerza de la marca y la confianza que a priori nos merece, o dejándonos llevar por los mensajes publicitarios.

Por fortuna en nuestro entorno sociocultural disponemos de legislación que regula, por ejemplo, los datos que deben ofrecer las etiquetas, hay asociaciones de consumidores que realizan estudios, comparativas, etc, tenemos a nuestra disposición herramientas como Carro de Combate https://www.carrodecombate.com, una plataforma con la que colaboro y a cuyo conocimiento invito a sus lectores. Podemos ser objeto de fraude, claro, pero los consumidores no estamos hoy tan inermes como podría parecer a veces.

J.C.Esto que dice exige un cierto grado de madurez en el consumidor. Plantearlo así puede ser frívolo, pero para que nos entendamos ¿en una escala de 0 a 10 cuál sería el grado de madurez del consumidor español?

B.Ch. Un cinco. Pero vamos mejorando.

J.C. Usted utiliza para ilustrar la ideología dominante una expresión acuñada por Kennett Boulding economía cowboy” ¿Puede explicar en qué consiste? ¿Es lo contrario de la llamada economía circular? Y, por aclarar algunos conceptos -tal vez deshacer falacias- que han hecho fortuna ¿qué opinión le merece la economía colaborativa?

B.Ch. La “economía cowboy” es, por así decir, lineal: produce, consume y tira. Es lo contrario de la economía circular que produce, consume y reintegra, y no genera apenas residuos, no desde luego de tipo técnico porque se reutilizan y tampoco biológicos porque los reconvierte por ejemplo para fertilizar mediante humus o compost, o incluso para fabricar los llamados bioplásticos.

La llamada economía colaborativa es interesante siempre y cuando no incurra en impactos sociales y medioambientales indeseables. Que no precarice el empleo, no haga dumping o competencia desleal y sea fiscalmente responsable. Muchas de las plataformas que dicen operar con ese marchamo de economía colaborativa hacen todo lo contrario, incurriendo en abusos. Un ejemplo ilustrativo de lo que digo es la conocida plataforma Airbnb y su alternativa Fairbnb (https://elpais.com/elpais/2019/01/24/alterconsumismo/1548336481_341884.htmlUber o Cabify son ejemplos muy conocidos de este tipo de empresas que tienen grandes inversores detrás y operan de forma más que dudosa desde el punto de vista de la responsabilidad social.

J.C (Los bioplásticos a los que se refiere Brenda Chávez son polímeros naturales obtenidos a partir de residuos agrícolas, celulosa o almidón de patata o maíz. Algunas estimaciones aseguran que este producto podría suponer el 10 por ciento del mercado europeo del plástico dentro de 10 años)

Usted sostiene que consumir es un acto político. ¿Por qué?

B.Ch. Cada vez que compramos algo estamos premiando una cadena de producción; estamos “votando” a un producto, una marca, etc. Con nuestro dinero primamos a marcas, empresas, que quizás no lo merezcan. Por lo demás, detrás de cualquier bien de consumo hay decisiones políticas, las hay cuando elegimos entre banca convencional o banca ética; las hay si las administraciones favorecen o no el desarrollo de las fuentes de energías renovables; los precios tienen un componente político cuando están sometidos a regulación…Consumir no es en absoluto un acto banal, es un acto económico y político de primer orden porque recompensamos conductas positivas o no desde el punto de vista del desarrollo sostenible. Si Amancio Ortega decidiera dilapidar su fortuna a razón de un millón de euros al año, necesitaría 172 años para acabar con ella; al tiempo, sucede que una persona que confecciona ropa en los talleres remotos que trabajan para Inditex u otras empresas y marcas gana entre 30 y 60 euros al mes; es obvio que con nuestro comportamiento como consumidores podemos estar favoreciendo esta situación; tan obvio como que hay una actitud ideológica y un impulso político detrás.

J.C. Quizás pueda sorprender todavía más otra afirmación suya: que, por activa o por pasiva, los políticos conservadores y progresistas ejercen o han ejercido como correa de transmisión del neoliberalismo. ¿No hay distinción?

B.Ch. A mi juicio no hay una diferencia sustancial, con contadas excepciones materializadas en corrientes o formaciones políticas de escasa influencia. Hay matices pero, en general, vemos que la economía neoliberal es la que impera en los gobiernos y poca diferencia hay por el hecho de que esté al frente un partido u otro. Es así desde la década de los setenta. El telón de fondo es una doctrina radical de libre mercado cuyo resultado es que en estas cuatro décadas se ha cuadruplicado la producción de bienes y servicios hasta producir y consumir por encima de la capacidad del planeta para renovarse. Hay que reflexionar sobre los límites a la libertad de mercado y armonizar los diversos intereses que hay en la economía. Hoy hay demasiado desequilibrio entre el poder corporativo y las iniciativas más humanizadas, más a escala de la gente corriente y desde luego más razonables en términos de sostenibilidad.

J.C. Es un clásico que la deriva radical del capitalismo a la que usted se refiere es su naturaleza y que el intento histórico de la socialdemocracia por embridarlo ha fracasado. En “Esto lo cambia todo” Naomí Kleim sugiere que, en la medida en que luchar contra el cambio climático implica modificar nuestra manera de relacionarnos con el planeta y entre nosotros en todos los órdenes, cultural, económico, político, social, y por supuesto en nuestra forma de consumir, el capitalismo y su criatura más reciente, el neoliberalismo, no lo hará sencillamente porque eso va contra sí mismo (como en la fábula del escorpión y la rana) y, por tanto, solo la izquierda (por usar un término tradicional) podría ofrecer sustrato ideológico a un cambio que o es global o no será. ¿Va por ahí la reflexión a la que usted se refiere?

B.Ch. Respeto mucho a Naomí Kleim, pero prefiero quedarme con lo que acabo de decir.

J.C ¿Qué juicio le merece la llamada Responsabilidad Social Corporativa?

B.Ch. Muchas veces solo es un conjunto de estrategias y acciones de comunicación que sirve para tratar de evitar daños reputacionales derivados de informaciones no favorables, para maquillar en definitiva. Las empresas que nacieron con vocación de sostenibilidad y han conseguido cumplir con ese objetivo, no suelen necesitar estas estructuras corporativas. Pero, naturalmente, si el esfuerzo por enmendarse es sincero y la herramienta para hacerlo es la RSC, pues estupendo.

J.C. Sobre el consumo responsable. Definirlo es sencillo si lo hacemos genéricamente: es el que se ajusta a las necesidades reales de las personas y a las condiciones del planeta. Pero a la hora de realizar un consumo responsable entran en juego al menos estos elementos: el impacto ambiental de los productos que compramos, sus procesos de producción, transporte, distribución, consumo y residuos que deja el producto; la huella ecológica que determinados estilos de vida y el consumismo producen; el conocimiento de las empresas, productos y servicios, que respetan el medio ambiente y los derechos humanos. ¿Cómo puede  la gente corriente hacer este ejercicio complejo antes de decidir qué consumir y cómo? ¿cómo puede el consumidor procesar tanta información?

B.Ch. Más sencillo aún: consumo responsable es aquel que además de tener en cuenta las variables de calidad y precio, considera también condicionantes sobre el impacto social y medioambiental. Cada cual debe intentar hacer lo que pueda a la hora de aplicar a su vida esos elementos. Es que no se trata solo de que sea difícil procesar esa información; por desgracia, a menudo no hay tal información que procesar, o no es fácilmente accesible al consumidor corriente. Pero debo insistir porque no hay otra: hay que buscar y atenerse al sentido común; por ejemplo: hacer caso de los sellos de certificación de calidad en los envases, localizar productos agroecológicos, dar por hecho que en alimentación cuanto más procesados son los productos más huella ecológica, más efectos perniciosos sobre la salud, etc.

J.C Si hemos llegado a una situación tal en la que el consumo responsable es más caro y de más difícil acceso (los llamados productos ecológicos lo son, los de comercio justo a menudo también…) ¿como pedir a las poblaciones empobrecidas -las más numerosas- que lo hagan? ¿cómo salir del círculo vicioso?

B.Ch. Bueno en esa creencia hay una cierta falacia ciertamente muy extendida. No tiene porque ser más caro el consumo responsable. Vale, me puedo gastar más en  alimentación pero igual puedo ahorrar usando menos productos cosméticos. No necesitamos en absoluto un producto diferente para limpiar cada rincón de la casa, del baño, cocina, etc;  con un jabón vegetal ecológico se limpia el 80 por ciento del hogar. Podemos contratar seguros éticos que en muchos casos son más baratos. Pudiera ser que el presupuesto general no varíe o incluso que se reduzca; lo que cambia es la forma de consumir. ¿De verdad necesitamos cuatro tejanos de Primark que estaba en los talleres de Rana Plaza o es suficiente con dos de una firma sostenible como Capitan Denim que ni siquiera los vende más caros?

El consumo responsable debería estar premiado por el Estado; eso podría abaratar los costes como es obvio. Las empresas genuinamente sostenibles hacen economías de escala: menor consumo, más precio; eso es normal pero, por ejemplo, en Alemania los productos ecológicos son más baratos porque hay más demanda . Las autoridades, en cambio, deberían perseguir prácticas fraudulentas como son que algunas multinacionales pongan en circulación productos ecológicos a un precio elevado que no se justifica por razones de mercado dado que precisamente ellas podrían abaratarlos porque tienen capacidad económica para ello.

Claro que si una persona ingresa 400 euros al mes tiene dificultades graves a la hora del consumo, pero ese es un asunto diferente; eso obedece a razones de carácter estructural que trasciende lo que nos ocupa. Un mileurista puede perfectamente ser un consumidor responsable, si organiza bien sus prioridades. Es que está extendida la especie de que hay algo de elitista en todo esto y no es así; es una idea que algunos círculos difunden interesadamente; es lo contrario: el consumo responsable es también una fuente de equilibrio social.

J.C. Bien, parece que cuando hablamos de consumo responsable es un lugar común entender que nos estamos refiriendo a la alimentación, a no usar bolsas de plástico, a reciclar la basura, a no derrochar el agua, a poco más…pero ¿estamos hablando, supongo, de un nuevo paradigma que abarca todas las áreas de consumo: desde la energía al vestir, pasando por los productos farmacéuticos o ciertos servicios?

B. Ch. Sí, hablamos de un nuevo paradigma. Ese podría ser un resumen. Lo he ido diciendo. Se trata de otro tipo de consumo; y hay alternativas en todos los sectores aunque a veces no se visibilicen porque las empresas sostenibles no cuentan con los presupuestos de publicidad y marketing que emplean las grandes multinacionales. Los Objetivos de Desarrollo sostenible de la ONU para 2030 conciernen a todos los ámbitos y también a los hábitos y costumbres, desde grandes asuntos como pueda ser la política energética general hasta cosas muy cercanas a cada uno de nosotros como llenar la lavadora cuando hacemos la colada y usar agua fría.

J.C. Cualquiera que mire con alguna atención a su alrededor se da cuenta de que algo está cambiando. Pero ¿es significativo el cambio? ¿es una tarea de largo plazo? ¿qué actores cree usted que tienen asumida más claramente la necesidad del cambio, los gobiernos, las empresas, la sociedad civil, los individuos?

B.Ch. Los cambios siempre son lentos tanto individual como colectivamente. Pero el proceso es irreversible. Y ciertamente hay movilización. La evolución sin embargo no es regular y es cierto que en alimentación la gente ha empezado a tomar decisiones responsables antes que en otros ámbitos. Pienso por ejemplo en el movimiento vegano, muy activo con cierta capacidad económica y relacionado también con quienes buscan el bienestar animal general. Hay firmas de moda que están dejando de utilizar pieles. Sí, hay un cambio de tendencia y hay auténticos héroes anónimos que están produciendo sin explotación social, respetando el medio ambiente, con modelos democráticos, justos, horizontales; insisto, necesitan apoyo de las administraciones públicas y que los consumidores nos informemos y tomemos esa decisión política de la que hemos hablado en su favor.

J.C. ¿Qué sectores, por contra, ofrecen más resistencia.

B.Ch. El cambio no le gusta a la industria en general. La de las energías fósiles lleva 40 años negando el cambio climático. Lo sabían hace décadas y han estado ocultándolo y mintiendo. En particular, las industrias derivadas del petróleo son muy renuentes y hay que pensar que del petróleo, a parte de los combustibles propiamente dichos derivan pesticidas y herbicidas; en la cosmética, en la limpieza del hogar hay muchos productos que tienen la misma procedencia y en el vestir intervienen también porque están en el origen de muchas fibras sintéticas.

Y quizás pueda sorprender, pero debe saberse: la banca es responsable en gran medida de que no avancemos al ritmo adecuado. Después de los Acuerdos de París (2016) han venido invirtiendo de forma creciente en energías fósiles y en industrias no sostenibles.

J.C. Me gustaría, si es posible, que explicara algún ejemplo que invite al optimismo, algún ejemplo de empresa que haya cambiado sus prácticas, que se haya rehabilitado sinceramente.

B.Ch. Las que ya nacieron con esa vocación de sostenibilidad son ejemplos todas ellas. Por destacar un sector, quizás el de la agroecología como alternativa a la agricultura industrial; trabaja en cultivos sostenibles pero también aplica modelos justos de comercialización y distribución y consumo, no usa pesticidas, no contamina, etc. Me gusta destacar también los llamados grupos de consumo, cada vez más extendidos como las cooperativas de compra directa al productor o más recientemente los  supermercados cooperativos. Hoy podemos encontrar moda sostenible que usa tejidos que lo son y emplea mano de obra contratada en condiciones dignas, recupera artesanías y saberes ancestrales y contribuye al desarrollo de las comunidades locales. Aunque el comercio justo sea hoy solo el uno por ciento del total, sin duda invita al optimismo. .

No existe una multinacional que se haya reciclado; en ese terreno podemos encontrar solo parches y, como referí antes, fraude. Que no les engañen; hoy no existe. Sí hay empresas que hacen un esfuerzo muy loable y se reinventan. Y, como me pide un ejemplo, se lo daré:  Patagonia, es una empresa de equipación deportiva que fundaron unos montañeros y en su origen no sera en absoluto sostenible; hoy ha corregido todos sus procesos y aplica modelos de comercio justo, de reutilización y reventa de materiales, etc. Tiene un buen tamaño y hoy se atreven a enseñar a Nike como hacer las cosas bien.

Hay, evidentemente mucho qué hacer y estamos en cierto modo en una carrera contra el tiempo y a veces de obstáculos. Pero quiero acabar diciendo, porque es verdad, que motivos para el optimismo hay muchos y en muchos ámbitos.

 

Juan Cabrera

 

 

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