Exigente

«Si yo hubiera sido más sumisa, si me hubiese callado más, si no fuera tan exigente probablemente ahora tendría una pareja, no me vería tan sola» me dijo ella como quien le habla al viento.
Soy muy exigente ¿verdad? Me repiten las mujeres a diario.
Con mi marido, con mis hijos, con mis compañeros de trabajo. Todo el mundo me dice que quizá lo que me pasa es que soy muy exigente.
Me lanzan por todos lados mensajes de que no me duran las relaciones porque soy muy exigente, me reiteran.
Y yo, como mujer que ha recibido el mismo cuestionamiento e incluso lo ha interiorizado como un supuesto demérito, caigo en la cuenta de la trampa.
La acusación de supuesta exigencia por nuestra parte ante la vida, los hombres, las relaciones, la familia o los empleos, las vivencias o los amores no es más que un mecanismo patriarcal de desactivacion de nuestra fuerza y espíritu crítico.
Desactivacion, repito.
Distingamos entre vivir en una pura fantasía, en películas ideales, en volcar en los demás frustración propia, del hecho de bajar nuestras expectativas relacionales al nivel del arrastre gusano.
Acusarnos de exigentes, sin hacer un barrido analítico al contexto social, económico y vincular en el que nos movemos y nadamos, es volver a poner el dedo acusador sobre cada una de nosotras en particular y culpabilizarnos.
Compañeras, exigentes siempre. Sí.
Exigentes no tanto con las personas, humanas todas, sino con el tipo de relaciones que queremos tener.
Por supuesto.
Exigentes no con nuestros cuerpos sino con quien los juzga y parcela.
Por supuesto.
Exigentes no con nuestras criaturas, sino con quien nos clava la culpa de todas sus dificultades y procesos educativos a las madres.
Por supuesto.
Exigentes no con nuestras compañeras de trabajo, sino con el sistema que nos lanza a pelear por un sitio y arañarnos por detrás.
Por supuesto.
Exigentes no con las relaciones sexuales finalistas o con el rendimiento ajeno, pero sí con la capacidad de escucha, de estar presente y de apertura generosa.
Por supuesto.
Exigentes no con las amistades como individuos, pero sí con la lealtad, el tiempo de calidad compartido y el cuidado mutuo.
Por supuesto.
Exigentes con quien tiene poder y con quien hemos colocado voluntariamente en ese lugar y mucho más con quien lo ocupa por tradición o manu militari.
Por supuesto.
¿Pero cómo no vamos a ser exigentes con la realidad, con lo que vemos y vivimos cada día?
Y no, esto no tiene por qué condenarte a una soledad a cadena perpetua.
Más bien te libera de vivir con unas expectativas sobre absolutamente TODO tan bajas, mínimas, que mueras poco a poco de tristeza existencial.
¡Exigente, presente!
(Lo de matarnos en vida a base de exigencias propias lo vemos otro día, ¿sí? 😉)
Obra de la gran Hope Grangloff.
Buen día, otro día.
María Sabroso
Sobre María Sabroso 109 artículos
Sexologa, psicoterapeuta Terapeuta en Esapacio Karezza. Escritora

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