
Está que claro que el feminismo se ha convertido en uno de los principales enemigos de la extrema derecha en todo el mundo. De hecho, no es exagerado afirmar que existe una internacional antifeminista que se articula alrededor de la lucha contra el derecho al aborto en todo el mundo. Se trata de una internacional reaccionaria que es un conglomerado de iglesias evangélicas, extrema derecha política- económica y trumpismo y que regada de dólares envía “misioneros” a los países africanos o latinoamericanos más pobres, mientras que en los países del tercio rico se articula alrededor de fundaciones de extrema derecha que construyen pensamiento y argumentos para combatir los avances feministas. La articulación alrededor de la lucha contra el aborto tiene que ver con que este es el derecho alrededor del cual, en la actualidad, se configura también una parte muy importante de la lucha feminista; que simboliza el derecho al propio cuerpo y la lucha contra el “derecho del padre” como núcleo de la ideología patriarcal; pero es también una lucha de clases, las ricas siempre han podido abortar en todos los países y jamás una mujer rica ha ido a la cárcel o ha sido imputada por aborto.
La desigualdad de género es la madre de todas las desigualdades, como bien han explicado las antropólogas e historiadoras feministas; todas las desigualdades, la de raza, etnia o la desigualdad económica, penden de esta. Todas las desigualdades aprenden de la desigualdad de género la importancia de la socialización para construir desigualdad consentida, entretejida de resistencias y complicidades: todas las desigualdades, al fin, se retroalimentan unas a otras.
En los últimos decenios, al tiempo que las mujeres organizadas reclaman y van consiguiendo avances hacia la igualdad formal, el capitalismo en su fase neoliberal lleva al límite la división sexual del trabajo. Por un lado, los avances en libertades sexuales, las mujeres incorporándose al mercado laboral, los divorcios y la baja natalidad han puesto en crisis la familia tradicional.
La lucha de las mujeres, además de poner en cuestión el orden patriarcal, también cuestiona el orden neoliberal. El estado del bienestar ofreció un refugio temporal a las mujeres y por eso la igualdad de género está más desarrollada allí donde ha existido un estado que ha socializado algunas cargas familiares. La ruptura neoliberal de este orden implica la necesidad del refuerzo del orden patriarcal y de eso se encarga la ideología de extrema derecha: de reforzar la subjetividad masculina hegemónica, de tratar de minimizar las protestas, de negar y criminalizar la igualdad en cualquiera de sus formas, de reforzar un ideario conservador basado en la familia tradicional. De regresar a este estado de cosas se está encargando la extrema derecha en todo el mundo, mientras que el liberalismo por el contrario defiende una sociedad basada en la falsa meritocracia en la que, aparentemente, el sexo no sea un impedimento para ocupar las posiciones dominantes dentro de la propia clase social.
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