Hay que ganar esa guerra.

Miren ustedes, formamos parte de un colectivo nacional que ha propuesto como forma de lucha encierros en diversos puntos de la geografía española. El movimiento dio comienzo en Andalucía. Desde Jaén, mi buen amigo, escritor y colaborador de La Pajarera Magazine, Juan Jurado,  nos sugirió que lo imitáramos, nos pusimos a ello con entusiasmo y al poco se nos fueron uniendo gentes con un solo común denominador: la lucha por hacer del mundo algo vivible, el ansia de aportar ese granito de arena que supone luchar unidas por dejar este espacio vital mejor de lo que lo encontramos.

¡Soñadores! dirán ustedes y tendrán razón.

Sí, soñamos con que a la vez que el ser humano transita por la galaxia acercándose a Marte, descubriendo la formula de curar enfermedades insalvables hasta hace poco, de aviones supersónicos, de productos de entretenimiento, de internet, Inteligencia Artificial y los miles de avances científicos…además de todo eso, consiga algo tan vital como aprender a convivir en paz. Donde las disputas del territorio, de las riquezas de un país, del control de los mares o del subsuelo, se diferencien en una mesa de negociación con calma y bonhomía.

¿A que no es pedir tanto? ¿Cómo es posible que, siendo capaces de diseñar las redes sociales, las comunicaciones de internet, los miles de dispositivos cada vez más sofisticados, no sea posible la convivencia? Que mentes perturbadas nos gobiernan para alentar que, en el siglo XXI de una era, supuestamente civilizada y culta, sigamos matándonos como en el principio de los tiempos…No, como en el principio, no, porque es tal la sofisticación que el ser humano en conjunto ha pertrechado que ahora es posible dirigir las bombas hasta los lugares precisos con limpieza letal. Hace no tanto las batallas se desarrollaban en un campo donde dos ejércitos  equipados y ordenados dirimían a golpe de bayonetazos, o de artillería, cuando se comenzó a utilizar el infausto descubrimiento de la dinamita, las diferencias. Cierto que los asedios por hambre, plagas y penurias fueron bien utilizado por los guerreros…si dudan lean Gerona de los Episodios Nacionales de Galdós y observen que es una obra  insigne sobre crueldad humana y como la falta de alimentos deshumaniza a las personas rebajándolas  al lugar de las bestias. Pero eran casos excepcionales.

Tenemos el discutido honor de haber comenzado la barbarie de bombardeos en población civil. Sí, la España colonial bombardeó a las tribus que habitaban el Marruecos español;  poco después,  en la guerra de España, se cronificó el invento de masacrar a las poblaciones desde el aire. Un solo avión lanzando bombas desde el cielo era capaz de matar a inocentes, desalentar a las poblaciones y augurar una derrota humillante. El Fhürer, ensayó repetidas veces su talento exterminador en Bilbao, Santander, Durango, Guernika, Madrid y todos los puntos que quiso aprovechar como alumno destacado del genocidio, para luego realizar el doctorado en la II Guerra Mundial, a lo que los Aliados respondieron con igual crueldad y saña asolando Berlín, Dresde, Colonia, Dortmud, donde la venganza a las bombas nazis se ensañaron con la población inerme.

Salidos del espanto de la guerra mundial, los países y sus gobernantes andaban tan asustados que idearon organismo de control al desafuero humano. La ONU fue uno de ellos. Lo que ocurre es que en el ser humano debe de haber una dualidad indestructible, por un lado,  el ángel bondadoso contrapuesto al demonio malvado. En los gobernantes, parece, por las pruebas, que predomina el segundo y a la vez que idearon las Naciones Unidas, los ganadores de la guerra pensaron que debían llevar ventaja, olvidando la premisa de igualdad humana,  dándose el derecho a veto, con lo que, de entrada, ya inutilizaron el organismo.

Si unos pocos países tienen derecho a vetar lo que decide la mayoría se nos viene abajo cualquier invento. Desde el inicio, se cargaron el principio democrático de un plumazo y a partir de ahí, todo cuesta abajo y sin frenos.

La guerra fría calentó los motores de la perversidad…ingenuas, pensábamos que, al caer el muro, y perecer el sistema dictatorial de los países del Este, nos quedaríamos sin enemigos y con ello se podría cimentarse una paz mundial duradera. Craso, crasísimo error, porque al caer el Telón de Acero se animó la bestia capitalista, tal que carroñeros sin alma se adentraron en los países sin gobiernos o con gobiernos caóticos, escudriñaron cualquier pieza apetecible y trocearon la presa. Y siguió la condición impuesta en Naciones Unidas del veto con las grandes potencias, especialmente EEUU devorando países sin pudor.

Cuando el catorce de mayo de 1948, Ben Gurión proclamó en Tel Aviv el estado de Israel, tierra solicitada a la ONU, invadida por ingentes cantidades de judíos tiempo atrás,  y concedida por las potencias integrantes del organismo  debido a la mala conciencia y a la indiferencia con que se trató la Shoah, da comienzo una de las atrocidades cometidas por el organismo internacional porque esas tierras, tenían dueños, estaban habitadas desde milenios y salvo lo que dijo Yahveh en las dudosas páginas de un libro cuya fantasía ha enturbiado el mundo, no pertenecía al pueblo judío. Grábense esa realidad: No pertenecían al pueblo judío. Fue la mala conciencia y, justo es reconocerlo, la avaricia de los lobbies  sionistas quienes arrasaron e invadieron con la parafernalia gubernamental un pueblo que, como dije, los colonos sionistas habían empezado a colonizar mucho antes.

Las injusticias de inicio se suelen agrandar y agrandar hasta labrar una herida inexpugnable. Los recién llegados no se conformaron porque era poderosos, tenían amigos más poderosos y a poco esgrimían el terrible dolor legítimo de la Shoah para arañar más y más territorio mientras se encerraba en guetos terribles (quizá aprendidos en Polonia) a la población   autóctona. Que bien sabemos nosotras, en las Españas borbonizadas con nuestro Sahara Occidental de lo que hablo. Las sucesivas guerras emprendidas no dieron más que territorio al sionismo y sirvieron en bandeja de plata el sistémico genocidio precedido de un apartheid salvaje que ha ido asfixiando a un pueblo orgulloso y tranquilo.

Mientras el mundo occidental miraba a otros acontecimientos, bien guarecido nuestras reservas petrolíferas por guardianes acipayados y  sumisos, del mundo árabe que empezó apoyando la causa palestina  para  poco a poco, abandonarlos al albur de los amos occidentales y sionistas.

Lo que ocurre es que si a un león le alimentas de sangre se torna insaciable y después del incongruente ataque de Hamás (incongruente porque nadie ha podido explicar la sucesión de fallos de seguridad que un país como Israel que hace de ello causa común) ha decidido el exterminio del pueblo palestino. Sí, no se escandalicen porque estuvo claro desde el principio que el fin era eliminar de la faz de la tierra a una población que molesta para sus crasos negocios y el dominio estratégico en una zona de conflicto.

Me van a perdonar, pero voy a conocer un beneficio al malévolo José María Aznar, que se le puede acusar de muchas cosas, pero en este caso ha sido el único (que yo sepa) que ha expresado la verdad sin pudor ni adornos. “¿Qué son treinta mil muertos? más hubo en Siria (el muy ladino no ha nombrado Irak porque eso quema) y añadió: “hay que ganar esa guerra porque es necesario para nuestra forma de vida” Hay que ganar esa guerra, dijo el hombrecillo, sin parar en la menudencia que para ello hay que eliminar a dos millones de personas, porque con una decena que queden, la resistencia está servida y bien que lo ha demostrado un pueblo palestino, que aunque fuera con piedras, han batallado por su tierra.

Hay que ganar esa guerra…Como lo expresó su admirado antecesor, Francisco Franco, cuando un periodista le hizo notar que ganar la guerra española podía suponer matar a la mitad de los españoles. “Hay que ganar esa guerra, he dicho” insistió el general.

Esa es la mentalidad de los gobernantes psicópatas que ocupan los amplios sillones del poder occidental. Bombardear Rafah, con sus dos millones de refugiados. Asesinar niños, madres, neonatos, bombardear hospitales, vejar cadáveres, destruir poblados enteros, hacer huir hacia un lugar y luego desdecirse para que tornen o se dejen matar. Bombardear a las muchedumbres que huyen desesperadas…Hay que ganar esa guerra, afirman los psicópatas con poder en el mundo.

Y la están ganando, es cierto. Lo que ignoran, porque la sangre y el poder les emborracha, es que nunca se ganan esas guerras porque el odio que generan es heredado por los pueblos y la rueda seguirá rodando hasta no quedar nadie o solo dos humanos con hondas y flechas para emprender la pelea. Lo que ignoran los borrachos de odio y miedo, es que esa guerra da igual ganarla porque se perderá la dignidad, y la ignominia nos acompañará al no poder borrar de nuestra retina el horror de niños asesinados, de cuerpos destripados y de muchedumbres masacradas sin que Occidente -la culta Occidente– moviera ni una pestaña. Porque en la ONU, el veto se ejerce en favor del genocida y mientras eso siga ocurriendo no hay solución.

Dirán ustedes, si han llegado hasta aquí,  ¿qué tiene eso que ver con el inicio del artículo? Poco, es cierto. Les decía que un grupo de gente ha dado comienzo en Andalucía al movimiento de encierros por Gaza, por la paz, por un alto el fuego y desde Santander nos hemos sumado a ese movimiento, encerrándonos el día 27 y 28 de abril en una iglesia amorosa y cristiana de verdad que nos acoge con sus brazos solidarios, con su párroco Avelino Seco al frente. ¿Qué utilidad tiene? lo ignoro, pero déjenme que les diga que no hacer nada, tampoco es útil. Tenderse en la inanidad y la indiferencia, sí tiene utilidad que aprovechan los genocidas para seguir, porque la impunidad los arropa. Y no queremos dejarles impunes, no queremos permanecer en las filas de la indiferencia, de la mirada torcida hacia otro lado mientras el desfile de cadáveres se hace más y más grande.

Nos encerramos por tantos motivos que no podría describirlos todos. Estaremos en la parroquia San Pio X de Santander, y les recibiremos gustosas a quien desee pisar la línea que separa la dignidad de la indiferencia.

Allí nos encontrarán esas cuarenta y ocho horas a partir del día 27, sábado a las 10,00 de la mañana. El resto del tiempo, estaremos  viviendo y continuando la lucha por la causa de la justicia social.

María Toca Cañedo©

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Sobre Maria Toca 1648 artículos
Escritora. Diplomada en Nutrición Humana por la Universidad de Cádiz. Diplomada en Medicina Tradicional China por el Real Centro Universitario María Cristina. Coordinadora de #LaPajarera. Articulista. Poeta

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