La Reina de Corazones

Se trata de uno de los personajes de «Alicia en el país de las Maravillas» . «Una monarca infantil y de mal genio a quien el propio Carroll describe como «una furia ciega», y que se apresura a condenar a muerte ante la menor ofensa. Una de sus frases más famosas es la repetida «¡Que le corten la cabeza!»«. (Wikipedia)
Toda una metáfora cuyo elemento real lo encontramos, no en el país de las maravillas, pero sí en el Madrid de las Maravillas. Ya lo ha dicho Piqué, un señor rico, un futbolista millonario, metido a empresario: ojalá, Barcelona fuera como Madrid. Y tiene razón, Madrid se ha convertido en el lugar perfecto para todo «rico» que quiera enriquecerse más, porque, en esa tierra, «la libertad para la empresa y el empresario» no tiene límites, ni siquiera los de la decencia: bajada de impuestos a los que más tienen y privatización de todo lo privatizable, sobre todo, el pensamiento.
Vengan, háganse ricos en nombre de la libertad y el progreso, que, del resto, me encargo yo– proclama la Reina de Corazones de Chamberí, mientras, con la sonrisa en la boca y esa mirada de muñeca con vida, corta cabezas a diestra y siniestra. Sólo habrá una reina, que helará el corazón de los madrileños y las madrileñas, que es como decir de las españolas y los españoles, porque, recuerden, Madrid es España o España es Madrid que tanto monta…
Esta mañana, me he sentado delante de la televisión con lápiz y papel, para escuchar, más que las preguntas, que eran muy previsibles y, además, a ella le importan muy poco, sus respuestas. Jamás he escuchado a una persona mentir de mil maneras distintas, porque esta reina, parece conocer todas las variedades de la mentira: medias verdades, interpretación torticera del sentido de las palabras, la ambigüedad buscada, la falsedad más descarada… Y todo con una naturalidad que asombra tanto como asusta.
Este personaje, construido en el taller del neoliberalismo más cruel, no sólo es capaz de convencerte de que tu pobreza, tu falta de calidad de vida o tu miseria es el precio que tienes que pagar por tu libertad, sino que además consigue que te sientas culpable por ello. El pobre es el único culpable de su pobreza, como el rico lo es de su riqueza, uno como el prototipo del inútil que no aprovecha su libertad en la tierra de las libertades y el otro, paradigma del progreso que ha logrado escalar la cúspide de esa pirámide que lo llevará a la libertad plena que es la que sólo da el dinero.
Ayuso es capaz de recrear, desde la falacia más inverosímil, una tierra, el Madrid de las Maravillas, donde todas las personas que lo habitan son libres, unas para ser ricas y otras para ser pobres, unas para ganarse una sanidad de calidad -la privada- y otras para recurrir al subsidio público -la pública-, unas para asistir a una educación elitista -la privada- y otras para sufrir una educación cada vez más pobre y masificada – la pública-. Todo dependerá de ellas, porque todas han nacido en una sociedad libre, en una tierra libre, Madrid, una tierra donde el individuo elige lo que quiere ser y donde quiere estar. Ayuso es capaz de convencer de que, en las sociedad más desigual, todas las personas nacen con las misma oportunidades, que es cuestión de aprovecharlas o no, ahí radica la libertad.
Hoy la entrevista la finalizaba con esta perla: «la escuela está para formar y los valores deben ser transmitidos por los padres, los que ellos consideren oportunos para sus hijos». Reflexionen sobre el alcance de esta idea, tan terrorífica como el personaje que la expresa y luego, tomen conciencia, del monstruo que, con su boca abierta, ya está dispuesto a engullirnos. Este será el precio de nuestra libertad, porque somos libres desde que nacemos ¿o no?
Juan Jurado.
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Profesor de Lengua y Literatura española. Publicaciones en La prensa en el Aula. Octaedro. Cuaderno para la comprensión de textos. Octaedro. Ponente del Diseño curricular base para la enseñanza de la Lengua y la literatura española en la ESO, en Andalucía. He sido portavoz y concejal por el grupo municipal de IU en Úbeda. Actualmente no milito en ninguna organización política, pero si la calle me llama, voy.

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