Las Palabras

Regordetas, salerosas, insignificantes, espigadas,

A veces elegantes,

Normales y corrientes.

Las hay  agraciadas,

Algunas, feúchas como ellas solas.

Las humildes prefieren pasar desapercibidas,

dejan a las presumidas pavonearse con aires de suficiencia.

Vibrantes y ruidosas las palabras con doble RR, jotas o ges sonoras.

 Prudentes, comedidas, otras, por sus fonemas suaves.

Las engreídas solo se encuentran a gusto en los círculos literarios o en los paraninfos de los actos académicos.

Las primarias se recrean con onomatopeyas graciosas.

Las cultísimas presumen de sus raíces griegas y latinas.

Frías o cálidas, de todos los colores son.

 Si unas viven en son de paz y armonía, otras se dedican a atizar la discordia.

Groseras, malsonantes, vulgares, por desgracia, unas cuantas.

Llanas, agudas.

Ancianas,  desgastadas por todos los costados.

Muchas, olvidadas y relegadas en los diccionarios polvorientos, pasan, a diario, a mejor vida.

mientras tanto, las recién nacidas, de moda y en boga, encandilan la juventud en pos de posmodernidad.

Y ¿qué decir de las oriundas de las periferias: esas migrantes reconocibles y fácilmente identificables por su atuendo foráneo.

Las palabras son, sin duda alguna, a imagen y semejanza nuestra.

Dominique Gaviard

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