Había llamado hace días, me dijo que leyó lo publicado en el diariodecantabria.es sobre la Represión en Cantabria y con cierta dulzura, me recriminó un olvido. Olvido molesto para él que lo vivió y para tantos que sufrieron las consecuencias.
Se llama Hilario González Fernández, había sido detenido en 1972 a consecuencia de la caída de Magisterio donde se detuvo a quince integrantes del PCE. Serían pocos más los que conformaban el partido en Cantabria. Eran jóvenes estudiantes de Magisterio con la cabeza llena de entusiasmo y ganas de derribar la dictadura. Entre los detenidos estaban, Víctor Gijón Peña, María del Carmen Benítez Ramírez, José Antonio Alonso Guerrero, José Eulogio Ferreras Bernabé, Pedro Luis Vega Sanmartín, también fue detenido días después, Amalio Bezanilla Gutiérrez (llamado “Estafeta” porque servía de enlace recibiendo y distribuyendo la propaganda. Luchador en la guerra civil, exiliado en Francia que regresó a España en 1966, consiguiendo trabajo como recepcionista del hotel Bahía y continuó la lucha y la reorganización del Partido)
Días después se detiene a Javier Díaz López, Juan Barquín Ortiz, Rosa María Trueba García, Pedro Arozamena, José Luis Barco Alvar, Antonio Rodríguez Gómez, María Soledad González Lucio e Inmaculada Muñoz Fernández…y a nuestro interlocutor, Hilario González Fernández.
Cayeron todos en una redada que desarticuló el partido en Cantabria y truncó parcialmente la vida de estos jóvenes. No consiguió quitarles el ardor regeneracionista ni el impulso de luchar por la libertad y la democracia, pero les hizo más difícil la juventud.
Hilario tuvo que estudiar desde el principio con beca. “Éramos gente humilde, vivíamos en Casar de Periedo, mi madre trabajaba en la Textil de Cabezón y se deslomaba para sacarnos adelante puesto que era viuda”
Estuvo interno en el llamado Hogar de Suances, en Limpias, en el Colegio Menor cursando los primeros estudios.
A Hilario le gustaba leer, era buen estudiante y con inteligencia despierta, siguió con las becas hasta llegar a Magisterio. El primer año lo cursó en la Escuela Normal de Santander, luego, sin saber bien porqué “los becarios no preguntábamos y si lo hacíamos no había respuesta” le enviaron a Madrid a seguir la carrera. Vivía en una residencia de estudiantes.
Para entonces ya militaba en las Juventudes Comunistas. Le pregunto qué le hizo movilizarse a pesar de la dictadura, pero la maraña de palabras que hila con su voz juvenil nos enmadeja en otras cosas. Me explica que decidió luchar a favor de la clase obrera y por la libertad que tanto faltaba en esos tiempos. Quizá porque tenía conciencia de clase, o pensamiento libre, o ambas cosas. Palpando la dictadura en la piel. El PCE era la oposición a todo lo que aborrecía, a esa dictadura grotesca y cruel que los amordazaba.
Casi la única oposición. Entre risas recuerda la frase de Ramón Tamames: “El Psoe tiene 120 años de historia y 40 de vacaciones…porque apenas se le notaba en la oposición a la dictadura. La lucha la llevaron a cabo sobre todo el PCE y CCOO”.
La militancia era teórica y práctica, aprender, leer sin descanso a los teóricos. Marx, Engels, y todos los analistas del marxismo. Lenin, su referente. “He leído a Lenin con insistencia y profundidad, he subrayado sus textos… Lenin me enseñó mucho. La revolución no es tanto hacerla como organizarla…”
Panfletos, Mundo Obrero, saltos rápidos con repliegue más rápido aún. “Éramos pocos pero activos, María. En un día nos desplegábamos, recorríamos Cantabria entera y repartíamos a muchos pueblos. En Madrid hacíamos incursiones en las aulas, saltos en la calle, tirábamos la propaganda, gritando contra Franco y la dictadura y cuando se querían dar cuenta, ya nos habíamos volatilizado”
Un día de Marzo de 1972, el 22 para ser exactos, estaba en casa, desgranando maíz, cuando llaman a la puerta. Abre la tía, es la policía que pregunta por él. Con la inocencia de no saber qué decir, la buena mujer les responde, que sí, que está allí. Llega la detención. Si hubiera dicho que seguía en Madrid, quizá hubiera podido escapar…
En los bajos de la Plaza Porticada (siempre los represores bajan a los sótanos, quizá porque las cloacas son lo suyo) le golpean. “No tanto como a los primeros, fui de los últimos en ser detenido, quizá estaban cansados o ya no tenían nada que saber” Aún así, le golpean con ganas. No me cuenta casi nada de aquello. Me obvia los detalles que tampoco pregunto.
El PCE, o más bien las Juventudes del PCE de Cantabria han caído. Ha sido desarticulado. Noticia nacional que es publicada por la prensa triunfalista de la época: “Desarticulada una organización comunista en Santander”, publica ABC con el lenguaje grandilocuente de la época (de todas las épocas)
Le ponen en libertad bajo fianza y hasta 1978, gracias a la Ley de Amnistía, tiene que presentarse en el juzgado cada quince días. En ese año, sin perder tiempo, se presentó a las oposiciones.
Tras las detenciones siguen haciendo lo que saben y en lo que creen. Militando, pasando libros marxistas, captando compañeros, repartiendo octavillas, Mundo Obrero. Discutiendo, leyendo de forma compulsiva todo lo que cae en sus manos. Hilario, hace del comunismo fe de vida, motivo y causa de entrega. “El comunismo es mi vida, yo soy así porque soy comunista, Es mi forma de entender el mundo María, ha conformado mi vida.
Hizo la mili en África, sin poder escoger destino porque estaba fichado por “rojo”. Le envían a Alhucemas, el peñón de 170 metros de largo por 80 de ancho. No le dan ningún permiso. Casi un año sin salir del Peñón. “Resistí bien, leí mucho y enseñé a leer a compañeros que no sabían. Hubo alguno que se volvió medio loco, por la soledad. En el pequeño bar de la isla algunos se refugiaban en el alcohol. Estar allí rodeados de mar, a medio kilometro de Marruecos y a 80 de España. Son 480 metros de perímetro, sin nada. Todo roca, acantilados, mar. Si no estás fuerte, enloqueces. A mí la lectura me salvó”
Para entonces tiene novia, Marga, su mitad. Su vida, su compañera. Se han conocido estudiando Magisterio en Madrid. Ella le escribe todos los días, él también pero las cartas se trasladan en barco hasta la península y se reciben una vez a la semana y cuando la mar está mala, ni eso. En el islote hacen el pan y reciben el agua de un barco desde donde llenan el aljibe del que se abastecen. La desolación absoluta les rodea, un grupo de militares y gaviotas. Muchas gaviotas.
Al año regresa licenciado y comienza su carrera como docente. Tiene que esperar para opositar por sus antecedentes, tal como dijimos. Su compañera es destinada a Laredo, como él más tarde. El pueblo pejino los acoge tan bien que cuarenta años después, jubilados ambos, siguen aquí.
En el rato que estamos juntos, un domingo desapacible de otoño que predice invierno, se encuentra con varios alumnos. Le saludan con afecto, él a ellos también. Se siente orgulloso de su tarea como docente, de lo que ha luchado junto a sus compañeros por dignificar la enseñanza pública. En su colegio las instalaciones son magnificas, la enseñanza impartida buscando siempre lo mejor para los alumnos y alumnas. Todo conseguido, trasegado al poder a base de luchas, de huelgas, de pelear cada palmo. Y se le reconoce.
“Todo el mundo sabe que soy comunista, nunca tuve ningún problema. Siempre luchamos unidos padres y profesores. Sabían que combatíamos por la dignidad de la escuela pública.
“Me presenté para concejal, salí elegido en tres legislatura. Lo que ganaba era para el partido. Nunca acepté nada por el cargo. Hay que ser coherentes, sabes, para mí el comunismo es eso. Luchar por el pueblo, por la dignidad de la clase trabajadora. Y nosotros, sus representantes, debemos ser limpios, dignos, ejemplares. Para mí el comunismo es eso. La derecha tiene otra concepción de las cosas. Si quieres dinero, influencias, no seas de izquierdas. Lo nuestro es voluntario, luchar y conseguir los derechos de todos, nadie te obliga, cuando no puedas o no quieras, te vas y punto”
Me cuenta que conoció a los históricos, a Marcelino Camacho, Luis Lucio Lobato, Simón Sánchez Montero, (le brillan los ojos de admiración) “que hombres, que integridad, tantos años presos, y salieron limpios de rencores, sin resentimiento. Hablaban de reconciliación nacional, de unidad…No tenían nada, su vida fue pura entrega. También conoció A Gerardo Iglesias, a Julio Anguita…
Simón al acabar la guerra pudo marcharse, pero no quiso. Se quedó para reorganizar el partido. Hasta que fue detenido…torturado hasta la saciedad, dijo a la policía: soy Simón Sánchez Montero, comunista, responsable del PCE, y punto. Eso es todo lo que voy a decir. Le pegaron hasta el agotamiento. Simón, callado, estoico soportaba los golpes sin abrir la boca. Hasta que le dejaron por imposible. Al final le detenían pero ya no le pegaban, sabían que jamás hablaría. Así eran los comunistas, María, quizá no todos, porque el partido tuvo claroscuros y errores, por supuesto, pero la gran mayoría era así. Lucharon en la guerra, fueron detenidos, torturados, pero cuando salían vuelta a empezar. La dictadura no pudo con ellos. Pudo la democracia, pudieron los votos de las primeras elecciones que nos dieron un ocho por ciento. Solo un ocho, después de tanta lucha, de tanto sacrificio y dolor. No fue justo, pero hay que seguir, porque la lucha es eso, seguir en todos los frentes. Luchando por una sociedad más justa, más igualitaria, por los trabajadores y las trabajadoras, por el socialismo. Eso somos. Esa es nuestra esencia”
Le pregunto qué piensa de la Transición y me arrebata la palabra
“Tuvo fallos, claro que sí, pero fue útil. Muchos no saben cómo estaba entonces el país. En el partido se recibían informaciones de militares (sí, teníamos contactos en el ejército claro, con grave riesgo para ello,¡ unos valientes!), que nos referían cada poco los movimientos de tropas con afanes golpistas. Se negoció y se cedió pero también se consiguió mucho. Derechos sindicales, laborales, elecciones, sacar a todos los presos amnistiados (a todos, ETA tenía más de 80 presos con delitos de sangre y salieron todos). Claro que se cedió, pero a mi entender, el problema no fue la Transición. El problema fue que en el 82, cuando el PSOE arrasa en las elecciones, casi se olvidó de la Memoria Histórica, de sacar a los asesinados de las cunetas, de limar la ley de Amnistía para poder apartar a los elementos de la dictadura, de hacer una limpieza judicial. No se hizo…se hicieron otras cosas pero eso se obvió. Ese fue el problema”
Una piensa que la historia a veces se equivoca. Durante cuarenta años esta gente se jugó la vida, porque ser detenido por los servicios secretos de la dictadura podría suponer golpear de más, que se les fuera la mano, que uno de los sicarios del poder estuviera más enfadado que de costumbre y empujara por las escaleras, o descargara la pistola, o sufrir un golpe letal que dejara despojos de por vida. Era ser fusilado socialmente, apuntado por miles de ojos vigilantes que le adjetivaban de rojo, de peligroso, de enemigo del régimen. Privación de trabajo, de casa, de honorabilidad. Ostracismo social. Pero seguían y seguían. Como Simón, como Veridiano, Como Marta, como Ramón, Jesús, como Anita, como Hilario y sus compañeros…como tantos a los que la democracia no les reconoció el honor de haber luchado tanto.
En las elecciones los votantes de izquierda prefirieron a los socialistas con olor a Suresnes y a liberalismo teñido de un azulete de socialdemocracia. Todo muy sutil, muy cool. Con ellos llegó la modernidad, la Movida y la debacle.
Hablamos mucho este domingo lluvioso. Más bien, escucho a Hilario, contar sus opiniones sobre el bloque soviético, sobre los inconmensurables errores cometidos. “Viajé a Bulgaria…veía a los responsables políticos en coches oficiales, conducidos por chóferes y me decía: no es esto. No es el comunismo por el que lucho. He estado en Cuba, he hablado con ministros cubanos y ellos mismos reconocían errores. Criticaré a Cuba cuando el imperialismo levante las manos de la isla, cuando supriman el bloqueo y los dejen de ahogar, mientras eso no ocurra, nadie me va a escuchar criticar al gobierno cubano”
“Se intentó con Allende, sabes que el Partido Socialista Chileno, tenía conceptos a la izquierda del comunista, Allende quería hacer un socialismo democrático y fue en realidad asesinado. Recuerdo las palabras tan lúcidas de ese gran estadista que fue Enrico Berlinguer, cuando, ante la pregunta de un periodista sobre el golpe militar en Chile dijo que no se podía realizar una revolución con el 50% de la población a favor y la otra mitad en contra ¡qué visionario! Son palabras extrapolables al presente. No podemos hacer una revolución sin votos. Solo se puede cambiar algo, ir paso a paso socavando el sistema. No, con solo la mitad de la población no podemos hacer revoluciones. Es imposible.”Berliguer lo llamaba Reformismo Fuerte”.
Este luchador sigue en la brecha “y sobre todo sigo siendo miembro orgulloso del Partido Comunista de España, “como la ministra de trabajo (me hace un guiño). Y seguiré luchando hasta que me muera, en cualquier frente que sea necesario. Siempre”
Al volver a casa, en la silenciosa noche invernal, no puedo evitar recordar nombres de la actualidad. Gentes que al calor del 15M se movilizaron con grandes aspavientos ¡Oh, la revolución! ¡Salvadores de los oprimidos! redentores del pueblo que al primer envite se retiraron de la lucha a los cuarteles de invierno. Luchadores/as hibernando en espera de puesto, de votos masivos del pueblo porque ellos/as lo valen, o porque sí. Sin desgastarse ni mancharse en la brega política y ofendiditos/as por no ser votados masivamente por un pueblo descarriado que ni conocen ni quieren conocer porque arrugan la nariz ante la más mínima controversia. Y me aqueja un sentimiento de rabia porque los viejos luchadores siguen siendo la luz que ilumina el camino. Da igual que sus ideas fracasaran (de momento) da igual que la historia les recuerde una y mil veces los errores cometidos, que tengan enfrente a la prensa, a los medios…y hasta a los suyos. Ellos siguen creyendo en el axioma de “proletarios del mundo, uníos” Y en la utopía del socialismo.
Me guiña el ojo al despedirnos “no existe clase media, es una falacia, somos trabajadores, clase obrera porque o bien eres elite y vives del trabajo ajeno o trabajas para vivir. No hay más, María, aunque nos cuenten que somos clase media…es mentira” Y no puedo menos que darle la razón.
Y parece que escasea el relevo. Al menos, no que den la talla. Claro que la talla de los viejos luchadores por la libertad, era muy alta. Muy alta.
María Toca Cañedo©
A todos los luchadores/as de la época. Ellos y ellas fueron los adalides de una democracia imperfecta y hasta cierto punto hostil, pero que si existe es gracias a su lucha y su sacrificio.
A veces la historia se equivoca, por eso no hay que olvidar ningún nombre.
María Toca Cañedo©
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