
Para muchos ciudadanos Miguel Ángel Revilla, actual presidente de Cantabria por un partido regionalista, es el prototipo de político populista, pero yo me pregunto si tal calificativo no encaja mejor en una sociedad que posibilita la carrera política y la popularidad del propio economista cántabro. O mejor aún, si el populismo actual no es cosa de ambos – presidente y ciudadanía –situación de la que
Revilla se beneficia ante la falta de liderazgo de los dos grandes partidos en su Comunidad, aunque no obtenga mayoría en las urnas. Incluso, aunque no carezca de luces y sombras en su trayectoria política.

De todos es sabida la capacidad comunicadora del amigo Revilla, no escapándosenos cómo las cadenas de televisión de cualquier signo echan mano de él para recuperar audiencias perdidas. Al parecer, sus entrevistas sobre los más diversos temas compiten con ventaja con las intervenciones de Belén Esteban, Bertín Osborne y sus concursos televisivos. Incluso hay quien asegura que entre esas intervenciones más la publicación de sus libros con llamativos títulos, portadas y, por supuesto, contenidos, le permiten ser poseedor de una saneada fortuna, que la política no le ofrecería. En una de esas cadenas televisivas, y en horario de máxima audiencia, contó la otra noche la siguiente anécdota como “cuestión de orden”, antes de ser iniciada su entrevista propiamente dicha.


Cuando aún no había concluido la entrevista, entró el taxista por llamada telefónica al programa para aclarar a Revilla que, al verle rodeado de tantas personas en la puerta del hotel, le había dado vergüenza reclamarle el trayecto, al tiempo que anunciarle que ya lo había cobrado en la recepción del hotel. ¿Qué mejor oportunidad de ganarse la simpatía del público en “prime time”? ¿Quién es el populista, el presidente cántabro, o los miembros de esta sociedad que compite por hacerse una foto con él o con David Bustamante?
EUSEBIO LUCÍA OLMOS
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