Ser Fuertes

Hay personas que llevan toda la vida oyendo la máxima de:
– Tú eres muy fuerte.
Llevan toda la existencia entendiendo que eso era verdad, que si podías realizar tu trabajo de forma más o menos solvente aún en la precariedad, salir adelante tras múltiples tormentas sin ahogarte, apoyar y acompañar a los demás en lo suyo o ser el sostén de muchas situaciones complejas debía ser cierto.
Esta creencia propia y esa visión ajena mantenida es una trampa enorme.
Invisibiliza las necesidades genuinas y reales, coloca y sitúa relacionalmente a unas con los otros en una posición de desigualdad frente a las demandas, ya que se presupone automáticamente que hay a quien no le hace falta nada, quien anda sobrada y con holgura de todo y que, por lo tanto, no es necesario dar a quien ya tiene o a quien no «necesita«.
Cuando una persona aprende a verse por dentro, comienza a saberse y conocerse bien, se torna necesario reclamar y pedir, sin temor, lo que corresponde.
Las personas que no exigen nada, las silenciosas en las demandas, las del no es necesario, no te preocupes, yo estoy bien, esas que aprendieron a tener la palabra adecuada, el estímulo necesario allí donde se las demandara, también han de pedir y recibir su parte humana en el trato de cuidados mutuos.
Esperar a ser vista y reconocida genera rencorcillo y pus en los corazones y sigue siendo hoy más legítima y de justicia que nunca la demanda de gafas igualitarias y equitativas y el grito que dice estoy aquí.
Es necesario abrir para todas el botiquín de las palabras que alientan, de los adjetivos que aúpan, de las llamadas de estoy cerca, de los derechos efectivos, de los tranquila, cuenta conmigo, de los abrazos que acojen en silencio y del espacio de descanso y calma sin hablar.
Sabemos ya que o cuidados o barbarie.
Y el capitalismo a ultranza nos hace notar cada día que si no nos atendemos entre todas, desfallecemos.
Las fuertes con comillas, las que escuchan penas y padeceres, las educadoras, las sanitarias, las que atienden a los demás hasta en la miga de la comisura, las que desean reírse acompañadas y aquellas que casi pierden brazos cada día cuando quien más lo necesita, y a veces quien sin necesitarlo se agarra por costumbre y comodidad, trata de sujetarse fuerte para recibir bienes, atenciones, amor y tiempo.
Todas las personas necesitamos, no solo unas cuantas, cariño, cuidados y apoyo.
Y otras minucias para estos tiempos complicados.
María Sabroso.
Sobre María Sabroso 109 artículos
Sexologa, psicoterapeuta Terapeuta en Esapacio Karezza. Escritora

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