Triunfador

Sentado al borde de la piscina, ofrece una imagen de triunfador, observar el bañador apretado sobre el volumen de sus genitales da una idea muy fiel del carácter.

 

En su historial se acumulan méritos profesionales sin sombra de mancha ni reparo. Estos diez días en el Ocean Reef Yacht Club & Resort de Las Bahamas corren a cargo de la empresa que lo vio nacer y cultivar los dones que lo representan a ojos del mundo: es un Triunfador.

Es suficiente que alce su mano para que otra, en concreto la mía, le rellene por cuarta o quinta vez la copa de Bourbon, una copa de cristal, aunque el cristal está prohibido en el recinto de los bañistas, a él se lo permiten en virtud de ciertas protestas incontestables. No solamente es el Bourbon: mi mano deposita meticulosamente los cubitos de hielo exigidos con la pinza de plata: cuatro, o sea, Uno, Dos, Tres, Cuatro. Los cubitos, sépanlo, se derriten demasiado rápido.

Una pulsera lo distingue, una magnífica pulsera de oro y ajorcas de filigrana, sin desmerecer otros atributos de éxito, tales como las DiorBlackSuit RI, gafas de sol que se caracterizan por la elegancia relajada de la forma pantos gracias a unos 370 euros de nada. El problema, así nos lo explicó Leticia, es que la montura no ofrece el nivel de estabilidad prometida cuando se entra en agitaciones gimnásticas fuera del horario establecido para las empleadas de la empresa. Lo cierto y sorprendente, hasta un punto admirable, es que nuestro triunfador no renuncia al modelo, algo, alguna misteriosa prestación ha de procurarle, sin duda. Desciende lentamente la mano y lleva la copa a los labios. No va a desperdiciar ni un gramo de energía en mirarme o decir gracias, cuento con ello.

Tampoco despierta su curiosidad que el camarero haya contado minuciosamente el número de cubitos de hielo:

 

UNO

DOS

TRES

CUATRO,

 

en un idioma no muy lejano del que expulsa su boca: llámase español.

¿Qué hace un camarero español en Las Bahamas? Déjenme que aplaque su curiosidad:

 

No, el problema nunca han sido los exigidos cubitos de hielo. El problema es de naturaleza anatómica, el problema se circunscribe a los espacios de oscuridad y penumbra de otros hoteles de esta misma cadena internacional donde nuestro triunfador ha ido escalando peldaños de gloria en la gestión y dirección. Sobre todo, quiero decir sobre el mar de méritos que lo acreditan, destaca sus dotes en la gestión administrativa y de personal, Recursos Humanos llaman a ese ámbito.

Aquí, en el Ocean Reef Yacht Club & Resort de Las Bahamas, los Recursos Humanos no le preocupan un carajo, aquí ha venido a descansar, a solazarse, libre de esposa e hijos, muy listo, posiblemente ha inventado una semana de Encuentros Coaching que ningún empleado distinguido debe rehusar. De este modo, maravillas tropicales y fiestas hasta la madrugada como la de anoche convierten su estancia en un programa de delicias maravillosas, sin menoscabo de la prostitutas de postín que le acompañan a la salida y entrada del complejo hotelero, a salvo de fotos y selfies inoportunos, ya se sabe, eso quedó clarísimo cuando lo vi abofetear a una inocente mulata que solo pretendía complacerlo.

Sus gafas, insisto… es la montura la que no termina de ajustar a su fisonomía triunfadora, pero el poder, él lo sabe, consiste en quitárselas para la empleada de turno en ese espacio referido de oscuridad y penumbra mientras la acomete, la llena de su orgasmo triunfador, la golpea como ha visto en las pornowebs, la insulta, la sostiene, mientras el influjo del gusto lo relaja dentro de ella, pongamos mi hija misma, diecinueve años y un grado medio en Marketing y Comercio, mi hija obligada a sostener las gafas del master mientras termina el ejercicio, con tiempo suficiente para leer los detalles del modelo exclusivo mientras aprieta los dientes sin que el par de lágrimas le impidan saber que solamente en establecimientos exclusivos están a la venta. Como están a la venta sus veinte horas de trabajo a la semana por 400 euros al mes si no se joden debido a los negativos informes del jefe de personal, que la requiere en horas extras bajo el techo de madera donde suele cambiarse y donde una mesita de caoba sirve a la perfección para depositar las prendas sobrantes durante el ejercicio del jefe. Esta mesita sirve a la vez para depositar el documento donde una sola firma es suficiente para desmentir las barbaridades que luego les da a algunas de las compañeras por fantasear, y que conviene firmar cuanto antes, incluso antes de ponerse las braguitas, la camiseta, los zapatos, los abalorios con que Leticia vuelve a casa sin ganas de comer, sin ganas de hablar, sin deseo de que la veamos.

Los cubitos de hielo caen con matemática perfección, llegar hasta aquí no fue más complicado que mover mi currículo de camarero con treinta años de veteranía y el dominio del idioma inglés, llegar a un hueco en el staff del Ocean Reef Yacht Club & Resort donde nada excepto la memoria me ha llevado no ha sido más complicado que contar:

 

UNO

DOS

TRES

CUATRO,

 

los cubitos de hielo que esta vez nuestro triunfador beberá en otra copa de cristal bañada en cianuro lo bastante letal para verlo flotar en la piscina con el bañador inflado sobre sus nalgas igual que tú, mi Leticia, flotas entre las flores nunca mustias que ponemos en la lápida mamá y yo porque no pudiste soportar el castigo de contar las prestaciones de unas gafas de sol modelo DiorBlackSuit RI.

Chema D.  Garrido.

Sobre Chema D. Garrido 4 artículos
Periodista en Mundo Obrero, ABC de Sevilla y una televisión autonómica). En el afán literario, cuatro hijos de papel ( Una biografía, dos libros de relatos y una novela ). En Digital ( Amazon ), tres novelas, a saber: LOS ÁNGELES GITANOS, ESCRITO DE ARENA, LA HOGUERA FINAL.

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