UNA PESADA CENA

 

 

Aquella noche, cuando recibí la llamada de mi amigo Viadero, acababa de cenar algo más de lo ordinario y me disponía a meterme en la cama para dormir mi pesada digestión:

-Buenas noches, Jesús, soy Ramón: necesitaba que nos encontráramos mañana a eso de las doce, en la Biblioteca de Menéndez Pelayo. Estaré en la sala de investigadores. Quería comentar contigo la próxima edición de Felisa.

 

– ¿Qué Felisa? – le pregunté, despistado.

– ¡Joder, estás ya dormido! ¡Qué Felisa va a ser! La Feria del Libro de Santander.

– Ah, ya, ¿Pero no sería mejor vernos en el Ateneo?

– No, mejor en la Pelayo porque tengo entre manos un estudio especial de la parte “heterodoxa” de don Marcelino en su madurez.

– Vale, vale, de acuerdo le dije. A las 12 estaré en el hall de entrada a la sala. Hasta mañana, entonces, me voy a dormir.

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Cuando sobre las doce de la mañana me presenté en la Biblioteca de Menéndez Pelayo, atravesando el jardín por la puerta-reja de la Calle del Rubio, subí hasta la sala y miré hacia el interior. Allí estaba Viadero, compartiendo tertulia con don Marcelino Menéndez Pelayo y con el también amigo común, Isaac Manuel Cuende Landa. Me extrañó un poco la situación pues, juraría que don Marcelino e Isaac, habían fallecido años atrás; pero mis ojos no me engañaban, eran ellos.

 

La voz de don Marcelino sonó fuerte y un tanto irritada:

-No, no, y mil veces no, mi respetado señor Viadero: su heterodoxia, no es más que un trampantojo para la disolución de nuestra querida patria. Y otro tanto le digo a su querido amigo, aquí presente, el señor Isaac Cuende, que en sus poemas exalta a los descendientes de los librepensadores, protestantes y krausistas, que, en compendio, no son más que actividades antiespañolas…

-Permítame, don Marcelino, que lea uno de mis últimos poemas, publicado en el libro “Poemas en Carne Viva” del que asimismo soy editor, dedicado a un poeta coetáneo suyo, Arthur Rimbaud, titulado: “Solo corazón”

“¡Oh, pureza, oh pureza!”

¿Qué dices, Rimbaud?

A la vida se va

solo por un camino

rodeado de estalactitas sangrantes.

(¡Miguel, Miguel!).

No lleves razón para este viaje,

solo corazón,

corazón que te piden.

No es heroico dar el corazón:

se desprende solo

mirando a los otros.

Disuelve la hiel

(si te queda)

en lágrimas de remordimiento.

Elevó la voz don Marcelino.

-Escuche usted Isaac: Rimbaud solo tiene conmigo lo de coetáneo. Este jovencísimo aprendiz de poeta, que murió muy joven, a los 37 años, fue sobre todo un comunero frustrado, con escasa o nula educación universitaria, que comenzó siendo parnasiano, para terminar en prosa poética. Un desgraciado heterodoxo, por no citar el contrabando de armas y hasta de colmillos de elefante, por los que estuvo preso. Así mismo le recuerdo al señor Viadero que, con su libro de “Conversaciones con la Mari Loli” fue más allá de la heterodoxia, para llegar a la pornografía

encubierta, que destruyen los valores de la familia y de la misma madre patria.

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Ring, Ring…el estruendoso sonido de mi despertador de mesita, me hizo reconocer que había sufrido una pesadilla, alimentada, nunca mejor dicho, por una pesada cena. Sudoroso aún y agitado por el angustioso sueño, me duché, y tras tomarme un cargado café solo, me vestí para acudir a la cita con Viadero en la Biblioteca de Menéndez Pelayo.

Entré por el jardín anexo a la calle del Rubio…y allí estaba sentado don Marcelino, mirándome entre displicente e irónico, interpreté yo, desde su estatua de mármol blanco de Carrara, obra de don Mariano Benlliure.

En el anexo a la sala de investigadores ya estaba Viadero esperándome.

– ¿Estás solo?, le pregunté, al tiempo que dirigí una tímida mirada hacia el interior de la sala, en aquel momento vacía.

-Claro. ¿Con quién voy a estar? Llevo desde las nueve, trabajando, como te dije, en un proyecto sobre la heterodoxia de don Marcelino, que, aunque pequeña, sí que la tuvo, al menos en la madurez.

No me atreví a confesar a Ramón, mi pesadilla nocturna con un malhumorado don Marcelino ante los heterodoxos, Viadero e Isaac.

– ¿Vamos entonces? – le pregunté.

-Vamos, pues, Jesús.

…y saliendo por el jardín, aún lancé una temerosa mirada hacia don Marcelino, que juraría me sonrió, irónico, desde su pedestal blanco.

 

Jesús Gutiérrez Diego

Sobre Jesús Gutierrez Diego 32 artículos
Ingeniero Técnico Químico. Nacido en Santander, residente en Las Palmas de Gran Canaria. Escritor. Recibe diversos premios en relato tanto infantil y juvenil como adultos. En 1971 publica con Isaac Cuende el libro de poemas "Carne Viva" como consecuencia es procesado en Consejo de Guerra y cumple año y medio de condena. Sigue publicando y recibiendo premios diversos.

5 comentarios

  1. Querido amigo Jesús Gutiérrez Diego, agradezco este curioso relato, que me alegra, al despertar en esta soleada mañana, saber que no es un sueño. Un abrazo, Ramon.

    • Me alegra saber que ya estás mejor disfrutando de las soleadas mañanas y de mi modesto relato con el que concursé sin fortuna en FELISA-RELATOS FANTASTICOS sobre la Biblioteca de D. Marcelino Menéndez Pelayo con la intención de donar a tu Biblioteca el premio de 250 € en libros. Anduve cerca pues todos los premiados eran Gutiérrez, si bien de segundo apellido. Un fuerte abrazo: Jesús.

  2. Excelente relato, de un excelente poeta, que reúne a un gran amigo (Ramón), un admirado sabio (don Marcelino) y otro inolvidable poeta (Isaac). Gracias, Jesus, por ese regalo…

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