AHORA SOY X

Nadie puede resistirse a ser otro. Y si se puede elegir, yo prefiero acordar conmigo mismo un pasado subsahariano como Malcom, creo que si existe la inocencia, está más abajo. Algo ayudan las decisiones de la loquera, qué maja. Aunque los efectos secundarios son extravagantes.
Desde que ella me subió la dosis de las pastillas contra las blasfemias, soy menos suburbano. El niño de pocas palabras se ha convertido hoy en un predicador de registros memoriales que nadie sabe si son mentira o verdad. En ocasiones, veo en una esposa a Félix Rodríguez de la Fuente. Se lo digo, y ni se alarma ni se ofende. Qué cosas, si esa figuración le pasaba a una testigo de Jehová (cómo me gustaría escribir testiga) que veía en mí al lobo cojudo, o sea al amor de su vida.
El otro día di la tabarra a Luisa García-Ochoa y a Isabel Miguel. Me trajeron a casa, como a aquel fotógrafo legendario llamado Manzano al que conocían todos los taxistas nocturnos de Madrid y cuando lo veían zigzaguear por las aceras, lo recogían y lo llevaban con la madre. Todos los taxistas de Madrid conocían a la madre de Manzano, una madre que cuando el taxista llamaba a la puerta para entregarle a Manzano, siempre decía: Ay, Manzano cómo me vienes.
Nadie llamó nunca a Manzano por su nombre, tampoco la madre. Otra X.
El caso es que Luisa García-Ochoa se perdió. Cuando estábamos llegando a casa de este Manzano, siguió y siguió. Yo creo que le gustaba oír al predicador la envidia que tenía de la Emérita saliendo de los coches -a sus años- con la elegancia de Rafael de Paula, el torero más cobarde.
A la Emérita no se le olvidan los olvidos como a mí. Y recuerda aquellos espléndidos veraneos de tres meses navegando toda la familia y el novio del padre también, un novio norteamericano y guapísimo, al que se disputaban los millonarios de entonces, como Pablo de Yugoslavia, el Sha de Persia, Gore Vidal, o Truman Capote. Truman Capote dijo de él: «Si se hubiera acostado con Hitler, como Hitler quería, hubiera salvado al mundo de la Segunda Guerra Mundial». Hombre, Denham, esto no se le hace a la gente. Aunque hubiera que acudir a un crowdfunding para pagarte una noche con Adolf, pues se acude.
Luisa García-Ochoa dijo que cerca de mi casa estaba el Villa Rosa, un cabaret al que iban los ministros de Franco. Qué emoción, un cabaret al lado. Luego Luisa aclaró que el cabaret es ahora el ayuntamiento. Más emoción, las concejalas donde estaban las otras.
No me dio tiempo a explicarles que el Villa Rosa fetén es el primer tablao flamenco del mundo, y que sigue en el Callejón del Gato. Desde 1911 en que abrió, por él han pasado don Antonio Chacón y todos los grandes, hasta exotismos como Frank Sinatra y Ava Gardner.
Cuando empecé a contarles que la canción «Dos cruces» no se había compuesto en Dinamarca como nos dijeron sino en una casa de putas de la Gran Vía, arrancaron el coche y huyeron. A lo mejor es que no querían que les rompiese un sueño. O que estaban hartitas.
Valentín Martín.
Sobre Valentin Martín 49 artículos
Valentín Martín estudió Magisterio y Humanidades en Salamanca y Periodismo en Madrid. Ejerció la enseñanza dos años y el resto vivió de escribir. Ha escrito 25 libros. El número 26 es un poemario llamado Santa Inés para volver (Versos de la memoria), que recoge la historia de sensibilidades de su pueblo. Periodista, escritor y poeta, ha publicado en la última década libros de relatos como La vida recobrada o Avispas y cromosomas; el ensayo Los motivos de Ultraversal y los poemarios Para olvidar los olvidos, Poemario inútil, Los desvanes favoritos, Memoria del hermano amor, Estoy robando aire al viento, Suicidios para Andrea y Mixtura de Andrea. A caballo entre los años 60 y 70, escribió dos poemarios y dos ensayos: Veinte poetas palestinos y El periodismo de Azorín durante la Segunda República, inicio de un largo trabajo dedicado a la literatura. En Lastura ha publicado en diciembre de 2017 el libro de crónicas y relatos Vermut y leche de teta.

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