Convertirse en isla.

Aislarse, convertirse en una isla…no asalvajarse, acomodarse, asilvestrarse…no, convertirse en una isla.
Nunca me había dado por razonarlo así, pero de algún modo, desde que le pasó lo que le pasó a mi tía, me ha dado por pensar lo importante que es para nuestro cerebro el no aislarse, el mantener las relaciones sociales vivas. Y cuando digo vivas, no me refiero a una comunicación electrónica y a distancia, si no una comunicación real, con caras a pocos metros de nuestra cara, con voces, risas o llantos, con historias en otros labios que escuchar, sobre las que meditar y comentar.
Tal vez porque siempre me costó tener tema de conversación y me suponía un pedazo trauma pensar en qué podía contar o decir, que a las relaciones sociales en infinidad de ocasiones les hago un quiebro, juego al escondite con ellas, pero sin darme a conocer ni para salvarme contra la pared.
Hoy caía en mi retina un tipo, artista de Nueva York, que dibuja ilustraciones relacionadas con la soledad humana. En más de una me sentía reflejada.
Posteriormente, como esto de la red es así de “casual” salía una tía psicóloga (que vete tú a saber porqué hostias me la pone el supuesto sistema aleatorio) que hablaba de esas veces en que discutimos con nuestra pareja y tendemos a, de nuevo y aunque sea por otros motivos, a aislarnos y que ese ejercicio de querer ser islas era injusto para el otro porque de algún modo le estábamos castigando sin nuestra presencia.
Yo siempre he sido muy de, me la piro a otra habitación, no quiero que estés cerca de mi hasta que se me pase el cabreo. Y siempre pensaba para mis adentros, que lo hacía para no volver a saltar a la mínima y empeorar las cosas y porque la rabia me llevaba a sentir, en ese momento, animadversión por el otro. Pero después de reflexionar, al hilo de lo que esta mujer explicaba, he meditado que no es bueno para nadie aislarse, ni es bueno para una pareja que discute, ni es bueno, en general para las personas que, como yo, se sienten demasiado cómodas en soledad.
Tendré que quitarme capas de pereza de encima y comenzar a practicar más a menudo eso de hacerme continente.
Valenia Gil.

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