
Me contaba hoy una buena amiga norteamericana (vota demócrata, pero ni una mínima tentación izquierdista) historias cotidianas de su país. La escasez de vacaciones es norma, apuntaba que en el primer año de trabajo la pauta común eran tener tan solo una semana de asueto, con suerte. Pasando los años se podría llegar a los quince días, aunque poca gente se tomaba tanto tiempo porque, precisaba mi amiga, si una empresa puede estar quince días sin el/la trabajadora lo más probable es que prescindiera del mismo. En cuanto a las bajas laborales eran lujos improbables para la clase media…
Una total suntuosidad para ese grupo impreciso de personas que conforman la masa laboral activa de un país en el que no son pobres de solemnidad pero en ningún caso ricos. El trabajador/a medio norteamericano tan solo se permiten el “lujo” de enfermar gravemente, lo cual produce quiebra y quebranto total de la precaria economía conduciendo al/la desgraciada hasta la penuria máxima. Lo que es inadmisible para la sufrida clase media norteamericana, es una infección de garganta, gripe o dolor de muelas. Mejor dicho, se lo permite la propia naturaleza que no les exime de sufrir quebrantos leves, pero jamás se dan de baja y no van al médico por ese tipo de dolencias leves. O que creen leves. Cuesta dinero y el miedo a perder el trabajo condiciona la salud. El medico y las bajas leves no se reconocen como tales ya que no suelen contemplarse en los seguros médicos contratados por las empresas de trabajadores/as medios. Seguros privados que van en función de la opulencia del puesto de trabajo y de la empresa contratante. Además si se pierden días de trabajo, al dispendio sanitario se une la perdida de salario…y el riesgo de que el empresario sustituya al/la enferma por alguien de repuesto y con la salud perfecta es alto. Altísimo. Digamos que los estadounidenses son una enorme camada de autónomos/as.
No por conocidas las “excelencias” del sistema ultra capitalista yanqui dejaban de sorprenderme los datos
Ese afán ahorrador de mi amiga se entiende perfectamente cuando nos refiere lo que pagan por la residencia de su anciano padre -habitación compartida, cuidados ramplones, comida escasa e instalaciones normalitas tirando a cutres- cortándonos la risa de cuajo; al escucharla entendemos el porqué de su afán ahorrador. El miedo al futuro, a la enfermedad, vejez o cualquier tipo de imprevisto es total en un país que hace de la ley de la selva darwiniana y el sálvese quien pueda, norma.
Extracto puro de capitalismo. Genuino paradigma de una ley de supervivencia en la que sobrevive -con suerte- el más fuerte, solvente y despiadado mientras a los débiles, enfermos o acaecidos de la mala
En el título del artículo verán ustedes que hablo de Madrid. Se preguntarán a qué se debe tan largo prolegómeno. Les explico. Nuestra joven cachorra Isabel Díaz Ayuso, ha comprado el discurso ultraliberal yanquizado, barnizado del trumpismo más recalcitrante, ese que pone cachondísimos al grueso de votantes de VOX y pretende imprimirlo a machamartillo en la ciudad de la libertad. De lo que ella y sus ayusers entienden por libertad, claro.
Quizá le otorgo demasiada enjundia a la muchacha. Me temo que le contaron cuatro ideas de camino a la universidad, se le anclaron en la cabeza que no es más que una cascara de nuez vacía y vacua y, cual amebas fecundas, germinaron. Sin más. Luego llegó MAR imbuido de aznarismo (otra cascara hueca y con eco) y la remató la tontuna. Eso, o es lo que parece, que quizá sea peor porque lo que percibimos de doña IDA es un maléfico y perturbado uso y abuso del poder en provecho propio (o de los cercanos, como parece ser el caso) intentando en todo momento beneficiar a un conjunto de arribistas mediocres que necesitan el patronazgo del poder para medrar. Emprendedores (que palabreja) de tres al cuarto venidos a más y tocados por el dedo del cacique de turno apadrinados por el poder bajuno decimonónico. Como ejemplo ese hermano oportunista que hizo de la desgracia agosto y riqueza. Mientras los sanitarios y gente de base se partían el pecho en plena pandemia, el hermanísimo y secuaces se cubrían del estiércol comisionario. Gente bajuna, como les digo.
Ese es el material al que abona el ultraliberalismo de la cabeza de chorlito ayusera. Ni tan siquiera son
Que también a Isabel le van los jacarandosos duquesitos de pelo engominado, castellano de ante y porche en la puerta. Se entienda. A Isabel y los ayusers de otras comunidades, les va el lustre horterilla y pintón. Todo lo que huela a poder, a dinero fácil, a lustre de pacotilla, es caldo de cultivo de Isabelita y sus fans. Si no, díganme ustedes que pinta ese actorcito mediocre y chaquetero de la política en el chiriguito montado a costa del madrileñismo, o un Ortega Cano gestionando, no se sabe bien qué cosa taurina y desfasada. Es que la muchacha no tiene ni clase para apuntalar a amigotes.
Quizá ese sea el motivo del despido de 6000 sanitarios/as que doblegaron el COVID contra pronostico en una Comunidad donde las normas erráticas y el triaje inhumano fue norma. Los echan a la calle, porque como bien saben los yanquis ultraliberales, la gente guay no enferma, ni toma vacaciones, ni lee, y apenas estudia y si lo hace va a Universidades privadas de a tanto el diplomita. Paga papá «que para ganar dinero no hace falta mucho saber porque el abuelo era analfabeto, pero explotó y aprovechó la tesitura dictatorial y mira a donde llegó». El paraíso madrileño. De Madrid al cielo neoliberal y ultracapitalista a cascoporro.
Nada de guarderías públicas de tres a seis años ¡pringaos! Que la gente de lustre tiene una cholita (o tailandesa…o lo que sea) uniformada e interna para cuidar los niños y hacer la casa. ¿Quién necesita
Quien necesita sanidad pública habiendo clínicas privadas tan monas que te suben el ramo de flores a la habitación y puedes recibir visitas hasta altas horas. Los ricos no enferman y si lo hacen se lo pagan. Y los pobres…pues que se apañen que de Madrid al cielo se pasa por Ayuso.
María Toca Cañedo.©
Así se entiende que tengan los índices de población reclusa y violencia más altas del mundo.Estarán orgullosos, que locura y que infelicidad.Cómo les han engañado,ya nos lo advertía Steinbeck en «Las uvas de la ira».
El tema de la población reclusa y el sistema carcelario en EEUU merece estudio como es posible que un país «civilizado» mantenga el horror en sus cárceles.
Perdona María, pero me asombra sentir que alguien pueda definir a un país salvaje, como pienso es EEUU, como democrático aunque sea entre comillas.
Un saludo
Tienes mucha razón, Enrique. Ellos, que se sienten abanderados de la democracia.