Puedes hacerte una foto profesional con la mano en el pecho y marcando a un otro invisible el límite.
Puedes arengar a los demás sobre la posibilidad y convivencia del te quiero y a la vez te digo que no.
Puedes pontificar sobre la necesidad de marcar la frontera de tu bienestar y autocuidado y seguirás perpetuando la concepción androcéntrica y clasista de un tipo de mirada terapéutica y social si no hablas de las periferias.
De los márgenes de tu mirada corta, esa que te lleva a pensar que quien acude a terapia o a cursos de supuesto crecimiento es el todo real. El mundo.
Y no. No todo el mundo puede poner límites ni «trabajarse».
Estar tranquila y con tu sistema nervioso fuera de las alertas es un privilegio.
Cuando dependes económicamente del sueldo de tu maltratador, de la pensión de tu madre, de una ayuda pública miserable y asistencialista, decir que no, blindar el buen trato, es una entelequia.
La mayor parte de las mujeres del mundo ostentamos menor capital de poder social, económico y hemos sido educadas en no saber descifrar el lenguaje de nuestros cuerpos. Nuestras necesidades han sido relegadas al silencio abisal.
Unida a la subordinación estructural hemos perdido en la socialización de género (o desconocemos )la conexión interna.
El hilo entre sensación, emoción, sentimiento, pensamiento.
Muchas mujeres sólo escuchan su cuerpo cuando hay un gran nivel de dolor físico; en medio de la tarea de obligaciones y supervivencia un ay.
Si no contemplamos el contorno y extramuros de clase, lo que reiteramos y duplicamos en terapia y en espacios terapéuticos es la culpabilizacion de no saber defenderse a quien padece a toda una estructura social.
El ejército frente a UNA, adornada de mensajes que no suponen ninguna transformación y que sostienen una mirada individual de las realidades internas y sociales.
Realidades que no varían a base de ver vídeos en redes que te exhortan a luchar sola, con tu mano al frente.
Los límites no se ponen a base de voluntad y arengas.
Y la terapia o tiene mirada de clase o será opresión.
Buen día, otro día.
María Sabroso.
Fotografía de la maravillosa Alessandra Sanguinetti.
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