Extremo de la trenza.

Llevaba días que su recuerdo andaba cogido a los extremos de mi trenza, como una suerte de manos cuando estiran de una cuerda, para que no se les escape, para que no los olvides, para sentir el aire en la cara cuando quiera que yo aumentara el ritmo de mis zancadas y echara a correr.
Así que con su recuerdo en el extremo de mi trenza hoy he abierto el baúl de los recuerdos en formato mp4, jpg y audio y una suerte de emoción ha trepado desde mi esófago hasta la comisura de mis labios dibujando sonrisas y miradas emocionadas.
Escuchar su voz, después de tantos años, ha sido como jugar a la ouija pero sin miedo, con la sensación extraña de estar profanando el tiempo de las vivencias muertas.
Visualizar regalos en forma de videos que viajaban sin maleta de cabina ni checking en la puerta de embarque, me ha devuelto a lo realmente importante de las relaciones que terminan y es que fui tan feliz mientras duró, que sus ciento un fallos de no saber despedirse quedan en apenas una frase chiquita en el último segundo de los créditos.
Es difícil para mi dejar de poder querer y cuidar, aunque sea en la distancia, a alguien a quien tanto quise. Pero la vida y sus avatares son un juego sin reglas constantes, ni claras. Hoy juegas así y mañana los puentes que te llevaban a la otra orilla han desaparecido para nunca más volver a ser construidos.
Hoy me he deshecho la trenza a la que andaba cogido su recuerdo y para que no cayera y se lastimara, lo he vuelto a depositar en el corazón, en ese lugar donde reposan aquellas vivencias imperecederas.

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