Isabel Muñoz Caravaca

Nació en Madrid el 3 de agosto de 1848, siendo sus padres Francisco y Alejandra, originarios de Alcázar de San Juan y Madrid, respectivamente. Familia perteneciente a la burguesía ilustrada de la época, declarando Isabel más tarde que su infancia no había sido muy feliz. Acabó los estudios de Magisterio, para ampliarlos posteriormente con los de francés y música (ésta con Manuel de la Mata, del Conservatorio de Madrid). Abandonó la casa familiar al casarse el 7 de diciembre de 1874 con el brillante matemático Ambrosio Moya de la Torre, viudo sin hijos y 26 años mayor que ella, con quien tendría tres hijos, todos nacidos en Madrid. Su marido daba clases en la Universidad Central y en el Instituto Cardenal Cisneros, del que llegó a ser director. Isabel compartió con él su afición por la ciencia y la cultura, así como sus conocimientos matemáticos. Ambrosio escribió libros de texto sobre Aritmética y Matemáticas, e Isabel, junto a él, se dedicó al estudio de la Astronomía, llegando a ser miembro de la Sociedad Astronómica Francesa.
Al morir Ambrosio en enero de 1895, a los 72 años, Isabel opositó y obtuvo una plaza de maestra en la Escuela de Niñas de Atienza (Guadalajara), comenzando su relación con esta provincia. Tenía 47 años cuando se instaló en marzo con sus dos hijos en Atienza – pues, la hija mayor había fallecido ya –, donde residiría hasta 1910. Isabel y sus alumnos estrenarían al poco de su llegada un nuevo edificio de escuelas en Atienza, que se hundiría en 1916. Isabel no sólo daba clase a niñas, pues también montó para los trabajadores de la villa una Escuela Nocturna para Adultos, preparando igualmente a jóvenes que aspiraban al ingreso en la Escuela Normal de Guadalajara. Isabel opinaba que los maestros eran «los primeros obreros de la inteligencia», y que «no vine sólo aquí para enseñar a las niñas a manejar estúpidamente una aguja«. No le gustó colaborar con las Asociaciones de Maestros existentes, por su conservadurismo así como por su falta de espíritu reivindicativo, estando Isabel más cercana a la labor que entonces desempeñaban los sindicatos. Pensaba de la enseñanza que «hay pocas cosas con las cuales se sirve a la Humanidad que exijan capacidad mayor y que más espléndida recompensa merezcan».
Publicó en 1899 unos «Principios de Aritmética«, con las lecciones que impartía en Atienza a sus alumnas unidos a ejercicios, cuestiones y tablas. A principios del siglo XX publicaría también en Madrid unos «Elementos de la Teoría del Solfeo«, destinado a facilitar a sus alumnos el aprendizaje de la música. En Guadalajara no olvidaría el estudio de la Astronomía y fue la anfitriona de Camille Flammarion, presidente de la Sociedad Astronómica Francesa, cuando vino al próximo pueblo de Almazán (Soria) a observar el eclipse de agosto de 1905, pues este lugar era el que ofrecía la posibilidad de un mejor estudio del mismo. Ciertamente, fue criticada su presencia en esta expedición científica en un artículo lleno de prejuicios en la revista madrileña «Gedeón«, al que contestó airadamente a la semana siguiente desde «Flores y Abejas» demostrando sus conocimientos. La actividad en que Isabel destacaría más en Guadalajara sería la periodística, tratando temas no necesariamente dirigidos al público femenino. Comenzó su andadura escribiendo sobre temas de la historia de Atienza en «Atienza Ilustrada» en 1898 y 1899, para luego ser colaboradora habitual de la publicación «Flores y Abejas» (entre 1900 y 1914, a veces con un artículo semanal). Parece posible que escribiera también bajo seudónimo en «El Republicano» (publicado entre 1902 y 1905) en la sección de «Noticias Educativas». Isabel también publicó muchos artículos en «La Alcarria Obrera», semanario de izquierdas publicado en Guadalajara de 1906 a 1911, y en «La Juventud Obrera» que empezara en 1911. De su proximidad al Partido Socialista dejó constancia con sus frecuentes colaboraciones en defensa del sufragismo en las páginas de “El Socialista” y “Acción Socialista”.
Políticamente puede considerarse que Isabel tenía simpatías por el republicanismo y el socialismo. Aunque no con ideas siempre originales, debe destacarse la anticipación de éstas y la profunda defensa de sus convicciones, máxime en una mujer de la sociedad de su época. Isabel se definía como feminista, afirmando que «las mujeres, iguales por naturaleza a los hombres, ni están en el mundo para dominarlos ni para ser dominadas por quienes no son ni valen más ni menos que ellas». Eran los comienzos del siglo XX y en una ciudad de provincias con una clara mayoría de signo «conservador«. Asimismo era partidaria del voto femenino y de que la mujer pudiera alcanzar la plenitud de derechos civiles y políticos.
En su defensa de la clase obrera, preconizaba la de la justicia, criticando el ejercicio de la caridad, al contrario de otras mujeres de la burguesía de Guadalajara. Alentaba la acción social y política («sólo me encuentro bien al lado de los que van los primeros camino de la revolución teórica»), pero no la violencia («yo no aplaudo ningún atentado en ninguna forma«). Participó en campañas contra la pena de muerte desde 1900, así como en el alegato que lograría el indulto de los condenados por el famoso crimen de Maranchón. Contraria a la crueldad con los animales, hizo una campaña desde su Escuela contra el rito sangriento del gallo de “Jueves Lardero” de Atienza, y varias críticas contra las fiestas con toros, tan presentes en la provincia.
Tuvo abundantes encontronazos con sus oponentes políticos. Ya en 1905, en Atienza, el predicador jesuita Padre Cárdenas la criticó desde el púlpito predisponiendo a los vecinos contra ella. La prensa conservadora la atacó con frecuencia dedicándole publicaciones con datos de su vida privada y familiar, a las que ella contestaba hasta que decidió mostrar su indiferencia. En abril de 1910 Isabel se trasladó a Guadalajara, cuando su hijo menor, Jorge – afiliado al Partido Republicano Federal Alcarreño –, sacó unas oposiciones de auxiliar en la Junta Provincial de Instrucción Pública. Isabel se notó enferma de cáncer al comienzo de 1914, falleciendo en Guadalajara en la madrugada del 28 de marzo de 1915. Fue feminista, maestra, periodista y experta en astronomía, en el difícil ambiente de la conservadora sociedad de la Guadalajara de la Restauración. Y, a pesar de esas dificultades, dejó un magnífico recuerdo entre quienes la conocieron, como personalmente me consta.
Eusebio Lucía Olmos
Fuentes.- Juan Pablo Calero Delso: comunicación al VI Encuentro de Historiadores del valle del Henares (Alcalá de Henares, 1998); Tomás Gismera Velasco, revista “Atienza de los juglares”, noviembre de 2009; José Luis García de Paz, “Panel de alcarreños distinguidos”, noviembre 1999; Marta del Moral Vargas, Cuadernos de Historia Contemporánea, 2005, “El Grupo Femenino Socialista de Madrid (1906-1914)”; archivos personales de Eusebio Lucía Olmos, quien conserva el testimonio oral de su abuelo materno, alumno de la Escuela Nocturna de Isabel Caravaca, y de quien le hablaba con suma admiración.
Eusebio Lucía Olmos.

 

Sobre Eusebio Lucía Olmos 19 artículos
EUSEBIO LUCÍA OLMOS es graduado social y diplomado en Relaciones Laborales, profesión a la que ha dedicado toda su vida, tanto en entidades públicas como en empresas privadas. Su aproximación académica a las ciencias sociales y humanidades le acercó al estudio del movimiento obrero en nuestro país, así como a la importante contribución de éste a la historia nacional. Esta dedicación ha tenido también su correspondiente proyección literaria, con intención de acercar al gran público hasta una serie de importantes e interesantes hechos históricos. Hasta el momento ha publicado múltiples relatos y artículos en diversos medios, el capítulo sexto de la Historia del Socialismo Español (1989-2000), que inició el profesor Tuñón de Lara, y una novela larga (“Cosas veredes”, Endymión, 2009), sobre la huelga general revolucionaria de 1917.

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