




Bien es cierto que cuando Recaredo se convirtió al catolicismo, el gobierno comenzó a regirse por los concilios eclesiásticos, delegando en los obispos decisiones políticas fundamentales, como la elección del rey, fuente hasta entonces de constantes conflictos internos. A lo largo de una serie de cruentas guerras civiles, alguno de los bandos contó con aliados exteriores, como los musulmanes, que a comienzos del siglo VIII cruzaron a la península y, tras una pequeña batalla con las tropas del último rey visigodo, don Rodrigo, se apoderaron de todo el territorio sin problemas. Los musulmanes de aquella primera etapa eran bastante tolerantes, pues permitían que los cristianos pudieran seguir practicando su culto, e incluso reunir concilios y elegir a sus obispos; mantener, en definitiva, una organización cristiana. Bien es cierto que a los propios musulmanes les convenía esta situación, pues si estos cristianos se convertían al Islam, pagaban menos impuestos, así que preferían que no lo hicieran. De hecho, cuando cambió esta situación, también lo hizo su tolerancia.


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